François Pinault, dux de Venecia
El magnate hace historia en la ciudad de los canales: inaugura un segundo centro de arte contemporáneo, la Punta della Dogana, restaurada por Tadao Ando
El gran circo del arte ha comenzado: danzas maoríes en la Plaza de San Marcos, un sumergible delante de Ca’Foscari, un artista que incluso amenaza con suicidarse porque otro le ha plagiado, lujosísimos yates atracados a la misma entrada del Gran Canal... Esto es ... la Bienal de Venecia: el espectáculo está absolutamente garantizado.
El protagonista indiscutible del día fue el multimillonario francés François Pinault, erigido en nuevo dux de Venecia, y a quien un joven artista francés, Marc-Antoine Leval, le pedía ayer desde la otra orilla, en una pancarta alzada con grandes globos, y escrito en letras rojas: «Please, François Pinault, buy my work» («Por favor, François Pinault, cómpreme una obra»). Más tarde confesaría que «si él compra mi trabajo porque yo se lo pido, entonces habré influido en el hombre más influyente del mundo del arte». Por intentarlo que no quede...
A sus 72 años, el suegro de Salma Hayek ha puesto su lujoso emporio (Gucci, Christie’s, los vinos Chateau Latour), en manos de su hijo (sí, el marido de la actriz mexicana) para dedicarse a su auténtica pasión: el arte. Hace años compró a la familia Agnelli el Palazzo Grassi, donde ha expuesto ya parte de las 2.500 obras que conforman su colección de arte contemporáneo. Pero con eso no le bastaba y, tras echar un órdago a la grande al todopoderoso Guggenheim (su proyecto contaba con la Pritzker iraquí Zaha Hadid y lo apoyaba el propio presidente de la región veneciana, Giancarlo Galan), se quedó, al menos durante las próximas tres décadas, con la niña bonita de Venecia: la Punta della Dogana. La apuesta de Pinault era el japonés Tadao Ando y su gran valedor, el alcalde de la ciudad, Massimo Cacciari. Apuesta ganadora.
Esta bella proa del Gran Canal, situada junto a la barroca y no menos bella iglesia de Santa María della Salute, es una de las vistas más fotografiadas de Venecia. Concebida en el siglo XV como Aduana del Mar, llevaba tiempo degradándose sin un uso específico hasta que se decidió convertirla en museo de arte contemporáneo. Dos años de trabajo y 20 millones de euros han tornado sus 5.000 metros cuadrados en un espléndido museo, que ayer se presentó a la prensa. Hubo elogios de Pinault a Ando y su «arquitectura espectacular, audaz y discreta, así como su respeto al pasado». También de Cacciari a Pinault: «Es un ejemplo de cómo se puede y se debe trabajar en Venecia». Vamos, que todos encantados de conocerse.
Nombres muy propios
Con el título «Mapping the Studio», tomado de un vídeo de Bruce Nauman en el que el artista graba su propio estudio, las dos sedes del Dux Pinault albergan 300 obras de su propia colección, de artistas muy conocidos como Jeff Koons, Sigmar Polke, Cindy Sherman, Cy Twombly, Takashi Murakami, Richard Prince..., pero también de talentos emergentes en la actualidad: Wilhelm Sasnal, Mark Bradford, Matthew Day Jackson, Rachel Harrison o Lee Lozano.
Hay piezas muy radicales, como el caballo empotrado en la pared, de Mauricio Cattelan; también, provocadoras, como «Train, Pig, Island», sodomía múltiple incluida, de Paul McCarthy. Las hay que dan tanto miedo («Efficiency Men», de Thomas Schütte) que alejarían al fantasma de Pound; y las hay que provocan la risa, como el panda y la rata girando sobre nosotros, que firman Fischli & Weiss. Incluso las hay que horrorizan, por su contenido al menos: es el caso de las nueve vitrinas en las que los Chapman encierran el universo del horror que ha conocido el ser humano. Su explícito título: «Fucking Hell».
Blanca y radiante
Pero si hubo una obra que ayer atrajo todos los flashes es la blanquísima escultura «Muchacho con rana», de Charles Ray. Se ha colocado en «la punta de la Punta» de la Dogana, bajo la Palla d’Oro que sostienen dos atlantes y sobre la que se alza la Fortuna. La ya célebre rana ha ocupado la portada de algunos diarios italianos. «El Corriere della Sera» titulaba ayer: «Il Ragazzo con la Rana cambia Venezia». En la sede del Palazzo Grassi, cuyo hall se ha convertido en una especie de discoteca setentera, se repiten muchos de los nombres. Entre las piezas expuestas, los «Caprichos» de Goya, tuneados por los Chapman.
Pero lo más espectacular, sin duda, de la Punta della Dogana, es el propio espacio, dividido en nueve naves: una fachada de 75 metros de longitud con 20 puertas y espléndidos balcones que nos regalan vistas inolvidables del Gran Canal. El arquitecto japonés ha creado en su interior una caja de hormigón, que él define como el mármol de la arquitectura contemporánea, recuperando la arquitectura original de la Aduana, pero transformando al mismo tiempo, y radicalmente, el espacio.
Ha nacido la Venecia del nuevo milenio, que mira al futuro sin olvidar su pasado. La Galería de la Academia, la Scuola Grande di San Rocco y las innumerables iglesias de la ciudad guardan tesoros de los grandes maestros. Ca’Pesaro, el Museo Correr o la Colección Peggy Guggenheim nos acercan al arte moderno. A partir de ahora, el arte contemporáneo dispone de dos grandes espacios, ambos con el sello Pinault. La Serenísima tiene ya su propia Milla de Oro del Arte.
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