El increíble viaje de Carlota: 6.000 km a pie, sola, un año de Finisterre a Jerusalén
Carlota Valenzuela salió de Finisterre el 2 de enero de 2022 y entró en Jerusalén el 25 de noviembre, una peregrinación llena de experiencias que recuerda la que hizo Egeria en el siglo IV. Este es su relato
La madrugada que pocos conocen de una de las ciudades más impactantes del mundo
Carlota Valenzuela en la entrada del Santo Sepulcro, en Jerusalén, en noviembre de 2022
La idea le rondó la cabeza en el verano de 2021. ¿Y si hacía una peregrinación a Jerusalén? Carlota, católica practicante, lo atribuye a un designio divino. Dios le pedía que hiciera ese esfuerzo, casi esa heroicidad, porque, solo visto en el mapa, el ... camino parecía inabordable: entre 6.000 y 6.500 kilómetros, muchos países, muchas noches y muchos meses, muchas zonas en conflicto. Y además estaba el hecho de abandonar su vida. Carlota Valenzuela, granadina, que ahora tiene 31 años, tenía entonces un buen empleo en el departamento de Recursos Humanos de Acciona, vivía en el barrio de Salamanca (Madrid) y no necesitaba meterse en ningún lío, y menos tan grande como éste. En aquellos meses parece que olvidó la razón y se quedó con aquella voz interna que le animaba a intentarlo. Empezó a examinar las rutas de peregrinación que podría tomar, las posibles etapas, el tiempo que necesitaría, el presupuesto (tenía ahorros, pero siempre pensó en una peregrinación humilde, pidiendo hospedaje en cada pueblo), qué debería llevar en la mochila. Se decidió. Pidió un año de excedencia, y el 2 de enero de 2022 comenzó a caminar. Entró en el Santo Sepulcro de Jerusalén casi un año después, el 25 de noviembre. En los párrafos que siguen, Carlota cuenta su aventura.
«Me preparé mucho para poder llegar. Me encanta la historia de Egeria [la primera viajera y escritora de la que hay noticia, en el siglo IV], claro, aunque me siento muy chiquitita a su lado. Ella también viajó de Galicia a Tierra Santa, y sus escritos le han sido muy útiles a historiadores y filólogos. Pero yo no emprendí la peregrinación por Egeria. Lo que me llevó a hacerlo fue sentir de una forma muy clara y muy fuerte dentro de mi corazón que era lo que Dios quería de mí. Sentí que debía peregrinar hacia Jerusalén. Al principio pensé en empezar en Santiago de Compostela. Tenía sentido. Pero luego creí que en aquella época pensaban en llevar la palabra de Dios hasta el fin del mundo, que entonces era Finisterre. Era algo poético: hacer el viaje desde el fin hasta el principio».
«En febrero entré en Francia»
«Durante los meses de enero y febrero crucé el norte de España por el Camino de Santiago del Norte, que va por la costa cantábrica, y a finales de febrero entré en Francia. Allí enlacé con otras vías de peregrinación que no conocía cuando empecé, pero que poco a poco descubrí por la gente con la que me encontraba, como el Camino de Arlés o Vía Tolosana».
Camino de San Francisco
«En marzo y abril crucé Francia por el sur, por el prepirineo, y después por el macizo central hasta que asomó la luz de la Costa Azul. A principios de mayo llegué a Italia. Podía haber seguido por el norte, pero creí que no podía ir a Jerusalén sin pasar por Roma. Así que entré por Génova y bajé por la Toscana hasta Roma por una vía de peregrinación larguísima, la Via Francigena, que comienza en la ciudad inglesa de Canterbury y finaliza en Roma, un itinerario que seguían los anglosajones en la Edad Media. En el Vaticano tuve el regalazo y la maravilla de poder pasar a saludar al Papa y pedirle su bendición».
«Enfilé hacia los Balcanes siguiendo otra ruta de peregrinación, el Camino de San Francisco. Es una de las más bonitas que he transitado. No lo conocía y me alucinó. [Se trata de un camino para llegar a Asís siguiendo los pasos de Francisco, partiendo desde el norte (Florencia - La Verna - Rímini) o desde el sur (Roma)]. Después seguí por el camino de San Antonio de Padua y a final de julio estaba saliendo de Italia y cruzando la frontera de Eslovenia. Aquí se acabaron las vías de peregrinación. Se acabó cualquier tipo de señalización. Y se acabó cualquier estructura para un peregrino».
Eslovenia, Croacia, Albania, Grecia
«En el mes de agosto crucé Eslovenia y Croacia por la costa. En septiembre, atravesé Montenegro y Albania. Y en octubre llegué a Grecia, primero por la costa y luego el norte de la península del Peloponeso».
«Ha habido mucha gente como yo que ha sentido ese impulso de peregrinar a Jerusalén, pero no hay una vía específica diseñada, sobre todo con los cambios políticos que ha habido en los últimos años. Entonces me di cuenta que para llegar a pie no podía cruzar por algunos países, sobre todo Siria y Líbano. Consideré la idea de llegar por Egipto, de donde salió Moisés para guiar a su pueblo hacia la Tierra Prometida, pero tampoco era viable. Entonces decidí seguir a pie hasta Atenas. Tenía el sueño de navegar desde allí a Israel, sin saber si era posible. Lo que tampoco sabía era que me esperaba una de las historias más bonitas que me han ocurrido en esta peregrinación».
El milagro de la radio
«Sucedió gracias a la radio. Estaba haciendo una entrevista en la COPE y me preguntaron cómo iba a cruzar desde Atenas hasta Israel. En barco, les dije. ¿En qué barco? En un velero. ¿De dónde has sacado el barco?, insistieron. Confesé que no tenía barco todavía. En el momento en el que colgamos la llamada, me llegó un mensaje a Instagram en el que alguien me decía 'Hola Carlota, soy Claudio, vivo en Israel y tengo un velero».
«Claudio no tenía foto de perfil en Instagram, cero publicaciones y seguía a una persona, solamente a mí. Al parecer estaba de viaje de negocios en Sanlúcar de Barrameda. Iba en un coche de alquiler, puso la radio y se encontró con mi entrevista, y en ese momento pensó que tenía que ayudar a aquella chica. Me dijo que para ir de Israel a Atenas en velero hacían falta dos semanas, y que a final de octubre empezaba la época de tormentas. Se ofreció a ir a por mí a Chipre. Sí, le dije, claro, me parece fenomenal».
«Volé a Chipre y efectivamente allí estaba Claudio con un muy buen amigo suyo, esperándome en el puerto con su velero. Me embarqué a principios de noviembre. Da igual cuántas veces lo hubiese soñado, da igual cuántas veces me lo hubiese imaginado, la experiencia de la navegación y de empezar a ver la costa de Israel como como un hilito al final del horizonte fue inolvidable. No podía parar de llorar. Nunca hubiese podido imaginar algo tan bello».
«Desembarcamos en el puerto de Herzliya el 4 de noviembre. Y entonces pensé: ¿Cómo me organizo? ¿Cómo funciona esto de peregrinar a Jerusalén? Yo quería entender mejor esta tierra antes de llegar a Jerusalén, que era el punto final. Decidí comenzar por el norte, caminar por esa tierra y entenderla. Primero fui a Haifa, algo más turístico que otra cosa. Pero la peregrinación la empecé en Acre».
El arte de pedir cama y comida
[Dice Carlota Valenzuela que gastó cuatro pares de zapatillas, 1.500 kilómetros por cada uno de ellos; que hacía una media de 20 kilómetros al día aunque hubo etapas de 40; que siempre pidió hospedaje allí por donde iba pasando, primero en algún sitio religioso, y, si no lo había, en alguna puerta. No lo hacía para ahorrar dinero, sino para mantener el espíritu de la peregrinación. Añade que en Albania se le abrieron todas las puertas y que, en cambio, en Grecia, tuvo que pagar alojamiento casi todas las noches. Hacía un desayuno y una cena fuertes, y, durante el día, tiraba de frutos secos y fruta que encontraba por el camino. Sonríe y confiesa que no perdió ni un kilo, que nunca tuvo ningún incidente reseñable y que tampoco enfermó ni tuvo lesiones].
En Israel
«Caminé hacia Nazaret. Ese fue un día muy especial para mí. Es el lugar donde vivió y creció Jesús, y era como si él me lo enseñara. Fuí a Caná de Galilea. Durante mi viaje siempre tuve la ilusión de pasar un shabat con una familia ortodoxa judía, celebrarlo con ellos, sentir algo parecido a lo que Jesús vivió. Entonces me llamó un amigo que me estaba buscando un alojamiento entre Nazaret y el lago Tiberiades, y me dijo que tenía una casa de unos amigos suyos que eran judíos ortodoxos. ¿Te importa?, preguntó. ¿Que si me importa? Yo, feliz. Era viernes. Al día siguiente era el shabat. Fuí con ellos a la sinagoga, cantamos una barbaridad, me explicaron todas sus tradiciones».
«Después de ese día caminé hasta el mar de Galilea. Tuve un impacto muy fuerte. Por eso decidí quedarme varios días. Fui a Cafarnaúm y Magdala, donde hay una sinagoga del siglo I. Entonces comencé a considerar cómo bajar hasta Jerusalén, no terminaba de ver clara ninguna forma, sobre todo yendo sola. Y en aquel momento me contactaron Yael Tarasiuk Nevo y Golan Rice, dos personas maravillosas que están poniendo en marcha una ruta de peregrinación desde Jaffa a Jerusalén, The Way To Jerusalem, inspirada en el Camino de Santiago. Están buscando alojamientos y señalizándolo. Decidí peregrinar con ellos en una de sus primeras expediciones de prueba. Es una vía histórica, y todo tenía mucho sentido. Me sentía preparada para entrar en Jerusalén. Para mí fue maravilloso. Pasamos por el monasterio de San Juan en el desierto, impresionante. Y avanzamos hasta Ain Karem».
«En aquel momento sucedió una cosa que no podía haber previsto. Me llamaron desde casa para decirme que mi abuela se estaba muriendo. Yo tenía pensado entrar en Jerusalén para Navidad. Pero la llamada de casa hizo que tuviese que decidir rápido cómo seguir mi peregrinación. Y lo que decidí fue dejar The Way To Jerusalem y hacer mi propio final del camino. Fui a Belén, y cuando salí de la Iglesia de la Natividad compré el billete de vuelta. El 25 de noviembre entré en Jerusalén y ese momento que tanto había ansiado, ese momento que llevaba un año preparando en mi corazón, no lo viví como lo había planeado, no fue una entrada triunfal».
«Bajé el monte de los Olivos, crucé las murallas de Jerusalén y entré en la ciudad santa. Perdida, desorientada, aturdida, la única forma de entrar en Jerusalén. Con los ojos abiertos y sin poder creer nada de lo que estaba viendo. Y así llegué hasta el Santo Sepulcro. Llevaba un año pensando en esa piedra, pero no sentí los fuegos artificiales. Lo viví de una forma muy fría. Esa noche, cuando llegué a Granada, a mi casa, entendí que el círculo de verdad se cerraba allí, con mi abuela. Llegué para acompañarla en su final y entendí que aquello formaba parte de la peregrinación».
[Carlota Valenzuela volvió más tarde a Jerusalén, en enero, para reconciliarse con la ciudad. Aún no ha vuelto a su trabajo en Acciona, aunque no siente esta aventura como una huida fuera de la ciudad y las oficinas. No cree incompatibles los dos mundos. De momento está escribiendo un libro sobre su historia. ¿Cómo puede ser que haya un camino a Santiago, que haya un camino Roma y que no haya un camino a Jerusalén?, se pregunta. Han pasado dos años desde que se le pasó por la cabeza emprender este viaje que parecía imposible, quizá «de una forma poética y bastante inmadura», reconoce; desde que decidió dejar su piso «precioso» en el barrio de Salamanca y su trabajo bien pagado. Aún no siente necesidad de volver a la oficina. El futuro dirá, concluye].