Sor Amparo, una de las monjas que abandonó el convento de Belorado tras el cisma: «Aquello era una secta, francamente»
Critica la ruptura con la Iglesia y denuncia la manipulación del obispo excomulgado y la exabadesa del convento.
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ABC
El 14 de mayo de 2024, el monasterio de Santa Clara de Belorado, en Burgos, se convirtió en el protagonista de uno de los mayores escándalos recientes en la vida religiosa de nuestro país. Ese día, un grupo de monjas clarisas anunció públicamente su ruptura ... con la Iglesia Católica para ponerse bajo la tutela del obispo excomulgado Pablo de Rojas, líder de la Pía Unión de San Pablo. El gesto, considerado un cisma por el Arzobispado de Burgos, incluyó la toma de control del convento y de su patrimonio, abriendo un proceso canónico y judicial que continúa día de hoy.
Más de un año después, Sor Amparo, una de las religiosas que abandonó la comunidad ese mismo día tras la declaración del cisma, ha decidido contar su propia versión del suceso. En una entrevista concedida a La Linterna de Cope, la clarisa ha relatado los motivos que la llevaron a dejar atrás dos décadas de vida en Belorado.
Las exmonjas de Belorado impiden que las Clarisas se hagan cargo de las mayores: «Esto es un secuestro»
José Ramón Navarro-Pareja«Decidí marcharme porque aquello era una secta, francamente» afirmó de manera contundente. La monja explica que no quiso sumarse a la Pía Unión de San Pablo porque consideraba que su propuesta «no era trigo limpio». Según su testimonio, Rojas no tenía autoridad para expulsarla, pero la situación dentro del convento se había vuelto insostenible. «Así no se podía vivir, contra la Iglesia, contra todo, no podía ser».
En sus declaraciones, Sor Amparo subraya que la «verdadera autoridad» de Belorado es el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, y no Pablo de Rojas ni la exabadesa Laura García de Viedma, conocida como Sor Isabel. A esta última la acusa de encabezar el cisma para mantener su poder: «Isabel se ha autoproclamado la autoridad y no tiene ninguna autoridad para hacer lo que ha hecho. No se somete a nada ni a nadie, pero quiere que todos se le sometan, y eso no es Dios».
Aunque ha reconocido que durante varios años mantuvo una buena relación con Sor Isabel, la exmonja describe un deterioro progresivo del ambiente : «Me da pena porque se ha reducido a la crítica, al insulto y a la mentira muchas veces. Me duele por mis hermanas, he vivido tanto con ellas y las quiero, pero se han constituido por su cuenta en autoridad y no es».
Según Sor Amparo, el distanciamiento con la Iglesia se fue gestando en reuniones privadas y prolongadas entre la exabadesa y las integrantes de su comisión, que a menudo se extendían hasta impedirles acudir a rezar o a las comidas comunitarias. «Algo estaba pasando, pero en ningún momento se me pasó por la cabeza que pudieran hacer esto», señaló.
La religiosa afirma que le resulta incomprensible que las cismáticas se dejaran convencer por Pablo de Rojas, a quien anteriormente criticaban abiertamente: «Cuántas veces hemos visto a ese señor en un periódico o revista y hemos comentado, también las hermanas, que parecía un fantoche. No entiendo cómo se han fiado de él. Han roto con la Iglesia, cosa que nunca había pasado en casa. Siempre han sido muy amantes de la Iglesia, de los papas, del Concilio».
Desde su marcha, Sor Amparo asegura que no ha podido contactar con las hermanas mayores que permanecen en el convento. « No dejan entrar a los familiares a solas, a mi menos. He llamado dos veces por Navidad y Pascua pero nada» , ha contado en COPE. Cree que las religiosas de más edad «están enganchadas. No se les ha dicho la verdad. Al contrario, cuantas veces se dicen las verdades a medias o se miente, pero con la mejor finura. Conozco el percal.»
Hoy, Sor Amparo vive con las clarisas de Vitoria, donde afirma haber recibido una «acogida preciosa y entrañable». Agradece el apoyo recibido durante estos meses y reconoce que la salida fue especialmente dolorosa: «Dejabas tu casa y a las hermanas, y no me dejaron despedirme de ellas. Eso fue lo que más me dolió».
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