Sam, el perro que huele los ataques de epilepsia de su dueño y alerta
A sus 21 años, Raúl no puede bajar una escalera ni ducharse sin supervisión porque las caídas son imprevisibles
«Gracias a él he vuelto a estudiar y tengo más autonomía», dice sobre el can, que le ayuda a ponerse a salvo
Un tratamiento para evitar la obsesión de morderse a sí mismo y autodestruirse
Palma
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Iniciar sesiónA los once años jugaba al fútbol, metía goles con la zurda, lo invitaban a todas las fiestas de cumpleaños. Raúl era un niño popular, de notables y sobresalientes. Un día su entrenador alertó de que parecía despistado. Aquella mañana metió dos goles. Por la ... tarde se desplomó; tuvo su primer ataque de epilepsia.
Los siguientes diez años se resumen en visitas al médico, tratamientos que no funcionan, amistades que se diluyen y una pregunta en bucle: «¿Cuándo me voy a curar?». No buscaron ayudas para la discapacidad pensando que en la adolescencia mejoraría, pero la enfermedad fue a peor. Dejó los estudios presenciales después de sacarse la ESO «con dificultad pero sin repetir ni un curso» aunque lo que más le costó fue renunciar al deporte porque la adrenalina no le hacía bien.
A sus 21 años, Raúl tiene más de 20 crisis al día incluyendo dos o tres de desconexión, que son las más peligrosas. Toma cinco antiepilépticos diarios, vitaminas, un jarabe y tiene implantado un estimulador vagal. No puede bajar una escalera solo -por si se cae- ni ducharse sin supervisión. Siempre va escoltado por sus padres o su hermano pequeño, Rubén.
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«El tipo de epilepsia de Raúl es refractaria a la medicación, por lo que ningún medicamento es 100% eficaz y sus crisis no sólo son diarias sino frecuentes», explica Meri, su omnipotente madre. A su lado asiente Raúl, sentado en el sofá de la sala de alumnos del Centro de Educación Superior Felipe Moreno-Nebrija en Palma, donde ha empezado a estudiar un curso de ofimática presencial. En la silla de enfrente, sin quitarle ojo, está Sam, un terrier de once meses con orejas negras que les ha cambiado la vida.
«Es un perro de alerta médica entrenado para detectar las neurohormonas que los epilépticos como Raúl emiten antes de una crisis; también 'huele' las hiperglucemias o hipoglucemias en el caso de las diabetes», explica Meri sobre este perro capaz de alertar con sus ladridos minutos antes de que el ataque de epilepsia sea visible. Este valioso aviso permite a Raúl buscar la cama, tumbarse o ponerse en posición de seguridad.
Con seis meses
Se lo entregaron en noviembre cuando el cachorro tenía seis meses y aunque al principio detectaba un 70% de las crisis ahora ya está casi al 100%. Duermen juntos y Sam sólo alerta si Raúl se despierta. «Sus crisis por las noches no son habituales mientras duerme. Son eléctricas y no se exteriorizan, por lo que el perrito aprovecha para descansar», prosigue la madre.
Cada mañana cuando se levanta, Sam le acompaña al baño y le sigue por la casa hasta que detecta que le va a venir una crisis. «A veces es inmediato, a veces tarda, pero el can está al acecho». Los paseos diarios con el animal le han dado seguridad y se fía mucho del criterio del perro.
Gracias a Sam, Raúl se ha animado a salir de casa a estudiar. No pisaba un aula desde los 16 años, por lo que volver a dar clases presenciales le ha permitido recuperar las relaciones sociales con compañeros.
Cada día trae al perrito a clase en su bolsa transportín. Sam es uno más en el aula. Se sienta debajo del pupitre y cuando detecta una crisis, marca y Raúl se pone a salvo. «Sam tiene la misión de ayudar a Raúl y no lo podemos desconcentrar», recalca Meri para que no lo toquemos.
La férrea escolta se ha ido relajando poco a poco. Ahora Raúl puede ducharse solo al lado de Sam, bajar unas escaleras al lado de Sam o estar un rato solo en su cuarto, vigilado por Sam. Si le preguntas qué es la libertad, ser independiente, Raúl te señala al sabueso. Meri lo confirma: «No podía hacer nada solo y Sam le está dando autonomía».
El método de Sam
Minutos antes de los ataques
Este perro es capaz de alertar con sus ladridos minutos antes de que el ataque de epilepsia sea visible, lo que permite a Raúl buscar la cama, tumbarse o ponerse en posición de seguridad.
Detecta casi el 100% de las crisis
A Raúl le entregaron a Sam en noviembre, cuando el cachorro tenía seis meses. Al principio detectaba un 70% de las crisis pero ahora ya está casi al 100%.
Un adiestramiento estricto
El adiestramiento del can es muy estricto. Sólo come tras el marcaje. De este modo, se consigue que esté en alerta. Si Raúl no tiene crisis, se le ofrece comida después de jugar.
Seis meses de entrenamiento
El entrenamiento de Sam duró seis meses, en los que estuvo con una familia de acogida que lo llevaba al centro cada día para trabajar su olfato y recibir una educación básica centrada en acompañar a Raúl en entornos públicos y privados.
Meri, su marido Juan, Raúl y Rubén (18) son ahora una familia pegada a una nariz. En el grupo de WhatsApp se hacen llamar 'Los de mi equipo'. Un 'team' capaz de dar las pastillas a Raúl; pasear al perro por la mañana hasta que Raúl se levanta a las 10 o las 11 -necesita dormir doce horas diarias-; hacer la comida pesando cada miligramo de los alimentos para cumplir una estricta dieta; acompañarlo a clase; recogerlo de clase; vigilar que no se caiga...
Las caídas son imprevisibles. Por eso siempre lleva una gorra para no romperse la crisma. La que lleva hoy se la ha tuneado su abuela porque las que venden en la ortopedia son demasiado aparatosas. «Mira, está reforzada para proteger la cabeza», muestra él golpeándola con el puño como si llamara a la puerta. «Me ha salvado de algún tronco», sonríe pasando su dedo sobre una cicatriz en la ceja izquierda.
«Por eso cada esquina de la casa está forrada con churros de natación abiertos en canal en cada esquina; y todos los muebles tienen ruedas para poder moverlos», añade Meri, algo tensa porque Sam ha empezado a gemir.
Los ladridos
Sentado en una silla, el perro mira constantemente a su amo. De repente, empieza a ladrar. La cabeza de Raúl se desploma; tiene los ojos cerrados. «¿Estás bien, Raúl?». Su madre le atusa el pelo angustiada. Minutos más tarde, él abre los ojos y vuelve a la conversación. «A veces recuerda lo que estaba haciendo pero otras no», continúa Meri sacando unas bolitas de pienso para premiar a Sam por avisar. «¿Ves lo que te decíamos? Sam acaba de marcar una crisis».
El adiestramiento del can es muy estricto. Sólo come tras el marcaje. De este modo, se consigue que esté en alerta. Si Raúl no tiene crisis, se le ofrece comida después de jugar. Del entrenamiento no se pueden desvelar muchos detalles «pero las consignas que nos dan para que el animal responda, funcionan», aseguran satisfechos con los resultados.
«Fue gracias a Benji», rememora ella. Su compañero de trabajo le informó de que había perros que podrían ayudar a Raúl. «Preguntando, preguntando» Meri llegó hasta Canem, una entidad en Zaragoza dedicada a seleccionar y educar perros de asistencia en la modalidad de alerta médica para que ayuden a personas con diabetes y con epilepsia.
La evaluación de Canem confirmó que respondía a las necesidades de Raúl, eligieron un cachorro que encajara con él y empezó el adiestramiento de seis meses en Zaragoza. «Escogimos un Jack Ruselll Terrier, la mejor raza para adiestrar perros de asistencia de personas con epilepsia o con diabetes», explica Lidia, psicopedagoga de Canem, que ha entregado más de 250 de estos canes entrenados en distintas partes del mundo.
«Al ser muy pequeño, nos facilita viajar y movernos con ellos para que nos acompañen a clase o al trabajo; esto es fundamental para la movilidad y accesibilidad en el día a día. También son muy fuertes y prácticamente no tienen patologías asociadas a la raza. Además, son muy despiertos y vivos, una energía que necesitamos para que estén todo el tiempo pendientes de su usuario», argumenta sobre las tres características que hacen de esta raza la mejor opción.
Así que Meri retrasó la reforma de la cocina y del montepío de 'Los de mi equipo' aportaron los 6.000 euros que costó adoptar a Sam. Benji, Sandra y Eddie le dieron un sobre con 200 euros para colaborar. Nunca lo olvidará.
Durante los seis meses de entrenamiento, Sam estuvo con una familia de acogida que lo llevaba al centro cada día para trabajar su olfato y recibir una educación básica centrada en acompañar a Raúl en entornos públicos y privados. Un trabajo siempre en positivo, apunta Lidia, «lo que significa que el perro es feliz y siempre recibe algo que le gusta mucho cuando hace un aviso a su usuario: unas caricias, comida o un juego».
Viaje a Zaragoza
El día de la entrega, toda la familia viajó a Zaragoza. Aprendieron las pautas básicas de convivencia en un curso exprés y se volvieron a Mallorca con Sam. «Ahí empezó la parte sensible del proyecto: conseguir que la familia fuera capaz de manejar al perro y que ese vínculo se crease entre ellos», recalca la psicopedagoga de Canem, que durante el primer mes de adaptación se escribe con las familias a diario y hace una vídeoconferencia semanal para ir puliendo las pautas de adaptación.
«Paralelamente estamos en el grupo de 'perretes' de la asociación Tribu Canem y eso nos ayuda también; todo el mundo comparte su experiencia, las trabas y soluciones a muchas situaciones comunes», apunta Meri, que acaba de recibir los carnés de vinculación de Sam tras mucha burocracia y a la espera del registro oficial.
Parece mentira pero aún hay lugares que vetan la entrada a Sam. Cada vez más gente al verlo en su trasportín deja de poner impedimentos al acceso o a la preferencia de Raúl, que a simple vista parece un chaval joven y sano. «Vamos rompiendo barreras dejando que el perrito hable por sí mismo».
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Es hora de volver a casa con el bus desde Palma a Llucmajor. Raúl se pone la gorra y enfila el camino a la parada al lado de Sam bajo los soportales protegiéndose de la lluvia. Llegan a la parada de las Avenidas enfrente de la gasolinera. El chófer les dice que no hay hueco y cierra la puerta. Se quedan tirados y llaman a su padre y su hermano para que los vaya a buscar con el coche. Por unos días, Raúl se plantea dejar los estudios, pero su hermano Rubén se niega. «A partir de ahora yo te acompañaré siempre». 'Los de mi equipo' vuelven a ganar. Raúl sigue estudiando y superando barreras.
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