El Papa nombra a 54 mujeres con derecho a voto en el próximo sínodo de obispos

No es una novedad que asistan mujeres, pero sí que puedan participar con pleno derecho a voz y voto. El Vaticano ha hecho pública este viernes la lista de 364 personas que votarán en la próxima Asamblea General Ordinaria y un 15% son mujeres. También por primera vez hay hombres laicos.

Para mostrar que están al mismo nivel del resto de participantes, entre los nueve «presidentes delegados» que «presidirán la asamblea en nombre y por autoridad del Romano Pontífice cuando no está presente», además de cardenales y obispos hay un sacerdote, una religiosa y una laica.

Entre las 54 mujeres con derecho a votar en este sínodo hay una española, la aragonesa Cristina Inogés, teóloga laica. Los laicos que participan lo hacen por «nombramiento papal», que ha escogido entre los nombres propuestos por las asambleas continentales del sínodo, intentando que haya representantes de todas las sensibilidades.

Al menos catorce 'votantes' son españoles. Además de Inogés, en la lista aparecen el laico Enrique Alarcón, presidente de la organización de personas con discapacidad Frater, y los sacerdotes Luis Miguel Castillo Gualda, antiguo colaborador del Papa en la Secretaría de Estado, y Elías Royón, experto en los religiosos.

Junto a ellos han sido convocados el cardenal Juan José Omella, miembro del consejo permanente del sínodo, y los tres obispos propuestos por la conferencia episcopal: Vicente Jiménez Zamora, arzobispo emérito de Zaragoza y coordinador del equipo sinodal de la conferencia; Luis Argüello, arzobispo de Valladolid; y Francisco Conesa, de Solsona.

Los otros españoles que participarán son el cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat; el cardenal Luis Ladaria, exprefecto del dicasterio para la doctrina de la Fe; el cardenal Miguel Ángel Ayuso, prefecto del dicasterio para el diálogo interreligioso; y el arzobispo Juan Ignacio Arrieta, número dos del dicasterio para los textos legislativos. También acuden representando a los católicos de los países en los que trabajan, el misionero Enrique Figaredo, obispo en Battambang (Camboya); y el obispo Manuel Nin, catalán, que atiende a lo católicos de rito oriental en Atenas.

Por otro lado, otros tres españoles asistirán como “expertos” para redactar contenido específico del documento final, o como “facilitadores” de las discusiones. Se trata de la religiosa jesuitina María Luisa Berzosa; del profesor Eloy Bueno de la Fuente; y del sacerdote José San José Prisco.

Asimismo, la presidenta de Acción Católica España, Eva Fernández Mateo, participa como «invitada especial», con voz, pero sin voto.

Francisco ha optado por nombrar a exponentes entusiastas del proceso sinodal, como el jesuita estadounidense James Martin, pero también a detractores como el cardenal alemán Gerhard Müller.

El Papa Francisco ha nombrado entre los presidentes a un único cardenal, el mexicano, Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Ciudad de México, un nombramiento que supone gran visibilidad durante las reuniones y ante el resto de los purpurados. De corte conciliador, en caso de conflictos sabrá construir consenso.

Curiosamente, el Papa ha invitado como «experto» al italiano Luca Casarini, antiguo líder del movimiento no global que protagonizó algunas protestas en el G8 de Génova y que actualmente colabora en tareas de salvamento de emigrantes con la ONG Mediterranea Saving Humans.

Aportará algunos datos técnicos sobre la crisis migratoria.

El sínodo cuenta con dos «asistentes espirituales» que ofrecen ayuda espiritual a sus participantes. Son el sacerdote dominico Timothy Radcliffe, y la monja salesiana Maria Ignacia Angelini.

El «sínodo de obispos» fue instituido en los años 60 por el Papa Pablo VI para continuar el espíritu de las discusiones entre obispos durante el Concilio Vaticano II. Desde entonces, cada dos o tres años se reúne en Roma su asamblea plenaria, para intercambiar impresiones sobre una cuestión relevante de la vida de la Iglesia y hacer propuestas al Papa.

En el pasado han abordado cuestiones como la familia, el sacerdocio, el papel del obispo, la Biblia, la eucaristía o los jóvenes. Para evitar que el resultado sea un documento que se quede aparcado en una biblioteca teológica, el Papa Francisco ha impulsado una profunda remodelación de su mecanismo.

Este es el primer sínodo que ha comenzado a partir de sesiones locales, nacionales y continentales. Desde 2021 exponentes de la Iglesia reflexionan sobre la «sinodalidad». Se trata de buscar modos concretos de incluir a todos los bautizados en las decisiones de la Iglesia, de forma que, aunque el Papa o los obispos tengan la última palabra sobre algunas de ellas, se convierta en habitual escuchar a todos antes de tomar decisiones.

El documento de trabajo del sínodo sobre la sinodalidad, que no es un texto papal, adelanta que no esquivarán ningún tema delicado pues hablarán sobre el celibato sacerdotal, la acogida de personas LGTBIQ+ y el papel de la mujer en la Iglesia. La idea no es tanto proponer soluciones, sino responsabilizar a todos sobre los desafíos de la Iglesia.