Medio millón de jóvenes arropan al Papa en su primer gran encuentro de la JMJ
Les dice que «en la Iglesia hay espacio para todos, no sobra ninguno, tampoco el que se equivoca»
El Papa se reúne con 15 jóvenes de Ucrania en Lisboa y con el representante de Zelenski para religiones
Javier Martínez-Brocal y José Ramón Navarro-Pareja
Enviado especial a Lisboa
El Papa recibió este miércoles la bienvenida oficial del gobierno portugués, y esta tarde la de los jóvenes que ya están en Lisboa para la JMJ. Según la policía lusa, medio millón de personas han participado en la «Ceremonia de acogida» en ... el Parque Eduardo VII. Y la ciudad espera recibir muchos más en las próximas horas.
La estatua del Marqués de Pombal había observado toda la tarde, desde su atalaya en el centro de la plaza del mismo nombre, los ríos multicolores de jóvenes que convergían en la gran explanada del parque, donde les esperaba el escenario desde el que el Papa se dirigiría a ellos por primera vez en esta JMJ.
Los jóvenes han llegado en un lento goteo, contemporizados por los numerosos controles de seguridad para el acceso al recinto. «Los policías son rápidos mirando las mochilas, pero media hora no te la quita nadie, por eso nos hemos venido con mucho tiempo», nos cuenta Ferran, un joven español al que 'senyera' que enarbola le identifica, sin duda, como valenciano. En efecto, más de tres horas antes de que llegue el Papa ya hay muchos jóvenes que ocupan el espacio que les ha asignado la organización. Las zonas al lado de los pasillos son las cotizadas: podrán ver a Francisco de cerca cuando pase con el papamóvil.
El Parque del Perdón: el 'confesódromo' abarrotado de jóvenes de la JMJ de Lisboa
José Ramón Navarro-ParejaCada día 16.000 personas se confiesan en las instalaciones portátiles en las que se escucha en más de 50 idiomas
Será lo más cerca que podrán verlo, porque la organización ha ocupado todos los espacios libres de las 25 hectáreas del mayor parque de Lisboa. Dispuesto en una vertiente inclinada, el escenario papal ocupa la zona más alta. Construido en grandes bloques en tonos de azul, desde lejos parece una construcción de Minecraft con bloques de agua. Nueve de cada diez jóvenes consultados por este periódico opinan que los portugueses han estado muy poco afortunados con el diseño, por más que destaque por sus grandes volúmenes azules.
«En principio vengo a ver al Papa, pero también por este ambiente de jóvenes, tan internacional, para conocer a personas de otros países», nos cuenta Reyes, sevillana, que viene con su grupo de Equipos de Nuestra Señora. Desde luego, si algo destaca en el campo del parque, son las banderas de todos los países y regiones, que los jóvenes agitan con más ahínco cuando el 'speaker' las nombra a través de la megafonía.
Para amenizar la espera, comienzan los conciertos. La rapera-trapera española Aisha es una de las primeras. Sus 'barras' hablan de testimonio, de la roca, del paráclito. De Dios en definitiva. Se esfuerza para animar a los jóvenes, pero la magnitud del enorme escenario en distintas alturas no le ayuda. Sola, con su micrófono y sus anchos pantalones de básket, se desgañita hasta arrancar la respuesta de la multitud. «Qué suene, qué suene, Cristo nos conviene» consigue que canten todos a coro.
Tras ella, otros grupos, de distintas nacionalidades, estilos y colores, para alegrar la espera. Entre el público, los jóvenes alternan los bailes, los cánticos y los saludos directos a la cámara cuando se descubren en las grandes pantallas que llenan el recinto. Es el «simpático alboroto» al que se referirá el Papa. un rato después, cuando comience su discurso.
Porque todo cambia cuando aparece el papamóvil y Francisco comienza a recorrer todos las calles del recinto. Los gritos, las banderas agitadas y la alegría se multiplican. «¡A mí este Papa me encanta!», nos dice la sevillana María casi a gritos para salvar el bullicio. Y su amiga Reyes, la complementa. «Nos recalcan mucho que esto no va sólo de uno y el Papa, sino de acercarte a Dios a través de todo lo que vives», sentencia. Y ambas siguen aclamando al Papa hasta que llega al escenario cúbico para que dé comienzo, oficialmente, la ceremonia de acogida. Las horas de espera han merecido la pena.
Empezaba a atardecer en Lisboa cuando el Papa Francisco abandonó la nunciatura para llegar hasta la «Colina del encuentro», el imponente palco del color del océano construido en el centro de la ciudad. El Pontífice recorrió la zona con el papamóvil, mitad divertido y mitad conmovido ante los cientos de miles de rostros, banderas e idiomas de todos los continentes que le saludaban a su paso.
El encuentro comenzó con un desfile de representantes, que llevaban la bandera de cada uno de los 151 países que se han inscrito en esta JMJ. También llevaron en procesión los dos símbolos de la JMJ que «regaló» Juan Pablo II, una cruz de madera de casi 4 metros -que ha pasado por parroquias y colegios de varios países antes de llegar a Portugal-, y un icono de la Virgen María.
Luego, en lugar de leer sus testimonios, jóvenes de varios continentes simularon escribir una carta al Pontífice, mencionando los problemas que atraviesan en sus lugares de origen: falta de trabajo, enfermedades, conflictos familiares, pobreza, falta de autoestima o dudas de fe.
En su discurso, el Papa evitó responder uno a uno a estos problemas, y para no alargar el encuentro interrumpió su meditación una vez que intuyó que habían captado lo esencial, la invitación a «no tener miedo y ser valientes» en la vida.
Concretamente, Francisco antes les propuso vivir en primera persona la propia fe, y no reducirla a una práctica automática. Un primer paso es «reconocer que somos valiosos a los ojos de Dios, a pesar de lo que a veces ven nuestros ojos, empañados por la negatividad y deslumbrados por tantas distracciones». Se trata de salir del anonimato, pues «para Dios no eres un número, sino un rostro».
Francisco les alertó luego de otras formas de anonimato pues «muchos saben tu nombre, pero no te llaman por tu nombre. Tu nombre aparece en las redes sociales, se elabora por algoritmos que te asocian a gustos y preferencias. Pero esto no interpela tu unicidad, sino tu utilidad para los estudios de mercado». «Son las ilusiones de lo virtual y debemos estar atentos para no dejarnos engañar, porque muchas realidades que nos atraen y prometen felicidad después se muestran por aquello que son: cosas vanas, superfluas, sucedáneos que nos dejan vacíos por dentro», les avisó.
La propuesta que les hizo el Papa no es «estar entre los mejores», sino «entre los que han acogido la invitación de Dios a llevar una vida de fe». «Somos invitados tal y como somos, con los problemas y limitaciones que tenemos; con nuestra alegría y nuestras ganas de triunfar. Jesús os invita así como sois, no como os gustaría ser», les aseguró. Le aplaudieron sobre todo cuando dijo que «en la Iglesia hay espacio para todos, ninguno sobra, hay lugar también para el que se equivoca, para el que cae, para el que le cuesta».
La «Ceremonia de bienvenida» fue una de las más elegantes que se recuerdan de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Combinó con perfecto equilibrio actuaciones de música internacional, con elementos de la cultura portuguesa. La cantautora Mariza, nacida en Mozambique, cantó un fado que enmudeció a la multitud.
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El jesuita Antonio Spadaro, que forma parte de la comitiva oficial del Papa, bromeó en redes sociales recordando que en el centro del parque donde se celebró estaba la estatua del marqués de Pombal, quien en 1759 ordenó la expulsión de los jesuitas de este país. Ahora, 264 años más tarde, medio millón de jóvenes aplaudieron allí mismo al primer Pontífice de la Compañía de Jesús. Paradojas de la vida.
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