«Muy duro, muy duro», el Papa escucha consternado los testimonios de las víctimas de abusos
Así fue el encuentro de Francisco con trece víctimas de abusos por parte del clero en Portugal
El Papa se reúne en Lisboa con víctimas de abusos cometidos por religiosos
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Iniciar sesión«Muy duro, muy duro». Así, en español y con gesto consternado, respondía el Papa la historia de cada una de las trece víctimas portuguesas de abusos sexuales por parte del clero en el encuentro privado que mantuvo en la nunciatura a última hora ... de la tarde de este miércoles. En silencio, el Pontífice escuchó, uno a uno, los testimonios, aferrado a su cruz pectoral, que apretaba con más fuerza ante las manifestaciones de dolor de las víctimas, según ha podido conocer ABC. «Muy duro, muy duro».
«Fue un momento muy difícil, porque el Papa escuchó con paciencia cada uno de los testimonios, fue muy doloroso oír lo que era realmente 'una vía sacra' (vía crucis en portugués)», confirma a ABC Paula Margarido, presidenta del Equipa de Coordenação Nacional das Comissões Diocesanas, el organismo creado por la Iglesia portuguesa para organizar la lucha de cada diócesis contra los abusos sexuales. Margarido acompañó a las trece víctimas en ese encuentro, junto a Pedro Strecht, coordinador de la Comisión Independiente que elaboró el informe, y Rute Agulhas, del Grupo Vita, la entidad creada para que las víctimas puedan presentar su denuncia.
«El Santo Padre comenzó saludando a todas las personas individualmente, luego dio tiempo y espacio para que cada uno hablara lo que quisiera. »La palabra es vuestra«, nos dijo», explica a ABC Rute Agulhas, presente en el acto. A pesar del cansancio acumulado -después de un día de ajetreada agenda y haber partido de Roma catorce horas antes- Francisco escuchó «profundamente atento y conmovido» lo que le contaban. Antes, les había pedido pidió que hablaran con libertad, que no se ahorran detalles. De ahí, Margarido destaca la «profundidad empatía» del Papa y, sobre todo, ese gesto de «agarrar con mucha fuerza la cruz pectoral» cuando le contaban los detalles de los abusos.
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Después de escuchar cada testimonio, el Papa pedía perdón a esa víctima, «a título personal y en nombre de la Iglesia» y les daba un abrazo. «Ha sido un momento muy reparador para cada una de las víctimas, el Papa ha colocado en su corazón el ardor de cada uno de ellos», explica Margarido. También Agulhas quedó impresionada por como el Papa «escuchó con mucha atención, mirando a cada persona a los ojos y manteniendo siempre una actitud de enorme interés y atención». Además, «validó lo que se decía, reconociendo el dolor y el sufrimiento de cada persona», añade la responsable del Grupo Vita.
Al finalizar, como suele se habitual, el Papa les pidió a todos los presentes que rezaran por él. «Todos juntos rezamos un padrenuestro», nos explica Margarido. Pero antes, también hubo tiempo para la reivindicación. Una de las víctimas le dijo al Papa: «Por favor, tú eres miembro de esta Iglesia, no permitas que los niños sufran lo que yo sufrí». Paula Margarido reforzó la petición. «Le dije que eso que estaba escuchando no podía volver a ocurrir y que no permitiera que la Iglesia no hiciera nada ante este problema», afirma la coordinadora de las oficinas diocesanas de abusos portuguesas. «La Iglesia tiene que ser segura», corroboró con su respuesta el Papa, que además «reforzó la necesidad de no silenciar estas situaciones», según apunta Agulhas.
Margarido explica que «la Iglesia portuguesa está haciendo todo lo posible para que no vuelvan a suceder estos crímenes horrendos que matan el alma de las personas». «Son personas que siguen vivas, pero mueren cada día al recordar lo que les sucedió. Son sobrevivientes», nos explica. Y añade, «una víctima me decía: «Yo he sobrevivido, ¿pero cuántas no han podido?». Tenemos que crear estructuras que permitan que esto no vuelva a ocurrir».
Para la responsable de las oficinas diocesanas sobre abusos, el encuentro, que duró una hora, «permitió a las víctimas sentir que el Papa es muy próximo a cada uno de ellas. salieron revigorizadas y reconfortadas». «Eran trece, pero cada una de ellas representa a todas las voces que no pudieron estar», concluye.
El encuentro, anunciado por la Conferencia Episcopal Portuguesa, pero sin concretar ni el día ni el lugar, fue mantenido en secreto hasta que se produjo. Antes de llegar a la nunciatura, el grupo de víctimas y sus acompañantes se reunieron para comer en el seminario que tienen en Alfragide los Padres Dehonianos -la congregación a la que pertenece el presidente de los obispos portugueses, José Ornelas-. A media tarde fueron trasladados en dos furgonetas hasta la nunciatura, donde esperaron más de una hora que el Papa finalizara sus actos públicos.
El último de ellos, precisamente, fue las vísperas con los obispos, sacerdotes, consagrados y seminaristas, donde hizo una alusión a los abusos, cuando destacó «la desilusión o la rabia que algunos alimentan en relación a la Iglesia» motivada «en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro». El Papa recordó que esta situación llama «a una purificación humilde, constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas».
Al menos 4.815 víctimas
Al llegar a Lisboa este miércoles varias vallas publicitarias ubicadas en el recorrido que debía hacer desde el aeropuerto, le recordaron al Papa Francisco, con la misma tipografía oficial usada en la JMJ, que más de 4.800 niños había sido abusados por la Iglesia católica en Portugal. La mayor parte del cartel estaba ocupada por más de cuatro mil puntos rojos que simbolizaban a cada uno de los abusados. La iniciativa había sido promovida por las propias víctimas y financiada a través de una campaña de 'crowdfunding'. Los carteles apenas estuvieron en público unas horas, pues las autoridades locales ordenaron su retirada.
La cuestión de los abusos sexuales a menores por parte del clero se había convertido en protagonista de la Jornada Mundial de la Juventud, a pesar de que tanto la Iglesia portuguesa como el Vaticano trataron de evitar que fuera uno de los temas de la agenda del Papa. La Iglesia portuguesa vive un momento de gran intensidad con el tema, después de que en febrero una Comisión independiente publicara un informe encargado por la Conferencia Episcopal que validó 512 testimonios y documentó, al menos, a 4.815 víctimas desde 1950 a 2022.
Las medidas que, a partir de la publicación del informe, ha ido tomando la Conferencia Episcopal Portuguesa no han contando con un respaldo unánime. A pesar de que, tras darse a conocer, el presidente del Episcopado manifestó que es una «es una herida abierta que nos duele y avergüenza», los obispos decidieron no apartar de forma inmediata a los curas acusados de abusos que todavía están en activo. Se amparaban en la necesidad de recabar más «datos y descripciones plausibles para que podamos investigar de manera concreta».
La tímida respuesta del episcopado llevó a algunas de las víctimas a crear la asociación 'Coração Silenciado'. Tampoco se mostraron muy partidarias, por considerarlo «ofensivo», de la construcción de un memorial en recuerdo de los abusos, que iba a instalarse en el Parque del Perdón durante la JMJ y trasladarse después a los exteriores de la sede de la Conferencia Episcopal. Una propuesta que tampoco veía con buenos ojos por el obispo auxiliar de Lisboa, Américo Aguiar, responsable eclesial de la JMJ, a quien el Papa Francisco creará cardenal el próximo septiembre. En una entrevista al diario portugués Público admitió que el memorial le causaba «incomodidad» y que no era «la forma más feliz de materializar el respeto, o el mea culpa y la 'tolerancia cero'» a las víctimas.
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Hace tres semanas, la Conferencia Episcopal anunciaba la cancelación de la instalación del memorial, alegando que el proyecto se encuentra todavía en estudio. De esta forma, la única referencia oficial a los abusos desaparecía del programa del Papa, ya que no estaba programada ninguna alusión ni reunión. La Conferencia Episcopal anunció entonces un encuentro privado con una representación de las víctimas, aunque sin concretar ni la fecha ni el lugar. Finalmente ha tenido lugar al finalizar el primer día del Papa en Lisboa, una forma de evitar que el tema fuera cogiendo fuerza y alcanzara el protagonismo que ni la Iglesia portuguesa ni el Vaticano quisieron darle desde el primer momento.
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