La voz del cardenal Pizzaballa
«Reconoció que en los 35 años que lleva viviendo en Tierra Santa nunca había vivido un momento tan duro»
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Iniciar sesiónNos llegan muchas noticias e interpretaciones sobre lo que está sucediendo en Gaza, voces que producen angustia, impotencia, y muchas veces discusiones amargas y sin salida. La Iglesia cuenta en Tierra Santa con una voz de excepcional calidad, la del Patriarca Latino de Jerusalén, ... el cardenal Pierbattista Pizzaballa. Es un hombre marcado por la fe, capaz de hablar con todas las partes en conflicto, pastor de una comunidad cristiana frágil y pequeña, pero única en el mundo por su historia y su vocación. Pizzaballa habla con el realismo del Evangelio, libre de cálculos políticos y de la opinión de unos y otros, y eso le permite una inteligencia extraordinaria para situarse ante el conflicto.
Hace unos días intervino por videoconferencia en una Vigilia por la Paz en Gaza convocada por la Comunidad de San Egidio. Se había leído el pasaje evangélico de las Bienaventuranzas, y el Patriarca se detuvo especialmente aquel en aquella en que Jesús proclama bienaventurados a los mansos, porque ellos heredarán la tierra, reconociendo el impacto que le provocan estas palabras cuando parece que triunfa todo lo contrario. Reconoció que en los 35 años que lleva viviendo en Tierra Santa nunca había vivido un momento tan duro. En su voz resonaba la conciencia de la pequeña y sufrida comunidad que le toca guiar: «Estamos desolados, profundamente heridos por el clima de odio que ha creado esta violencia, que a su vez genera más odio en un círculo vicioso que no se puede romper».
Y añadió algo que le he escuchado en muchas ocasiones estos años, a modo de advertencia: «hemos dejado el campo libre a muchos extremistas de ambos bandos». Pero él no se queda en el lamento, también quiso testimoniar «la mansedumbre de muchas personas que se comprometen, que hacen justicia pagando también un precio personal, israelíes, palestinos, judíos, cristianos, musulmanes, aquí no es una cuestión de pertenencia, sino de humanidad, ante todo». Pizzaballa lleva años diciendo que la solución no vendrá de arriba. Tras perderse muchas buenas oportunidades, ahora mismo ni siquiera la razonable propuesta de «dos estados» es viable. Él sabe que la respuesta a todo este dolor sólo puede germinar desde abajo, y que serán precisamente los mansos de corazón, aunque no hagan ruido, los que permitan crear un tejido sobre el que reconstruir.
Eso no significa sentarse a esperar que escampe. «En este momento, dijo el cardenal, «debemos seguir haciendo justicia, diciendo la verdad con amor hacia todos, sabiendo que, cuando todo este castillo de violencia se derrumbe, tendremos que llevar con nuestra palabra y nuestro testimonio la fuerza de esta mansedumbre, para que todos puedan heredar la tierra que Dios nos ha dado». A veces se echa en falta una voz eclesial con peso y mirada larga en algunas grandes crisis de nuestro tiempo, pero en Jerusalén tenemos a Pizzaballa, merece la pena escucharle.
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