En Iraq, la esperanza que vence al cansancio
«A pesar de todo lo que hemos vivido, seguimos pensando que tenemos una vocación en este país»
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En los primeros días de diciembre el Papa León XIV hablará, desde el Líbano, a todo el Medio Oriente, y tendrá un mensaje muy especial para los cristianos que viven en los países que componen ese mosaico complejo y doloroso. Una pieza muy especial ... de ese mosaico es Iraq, desde donde llegan estas palabras del Patriarca de Bagdad, Louis Sako: «a pesar de todo lo que hemos vivido, seguimos pensando que tenemos una vocación en este país, donde los musulmanes son la mayoría, para dar testimonio de nuestra fe».
En un diálogo con la agencia Vatican News, tras la consagración de la histórica iglesia de Al-Tahira, recién restaurada en Mosul, el cardenal Sako añadía que los cristianos iraquíes «han sufrido mucho y están cansados». Aunque las cifras no sean exactas, se estima que actualmente permanecen 200.000 cristianos en el país. Hace veinte años superaban de largo el millón, pero la invasión estadounidense primero, la guerra civil posterior, y por último la terrible andanada del Daesh, que ocupó algunos de los territorios más estrechamente vinculados al cristianismo en Irak, han provocado un éxodo masivo. Ahora, bajo la aguja resplandeciente de Al-Tahira, Sako sentencia que los cristianos de Iraq «nunca pierden la fe y la esperanza, todo se basa en la esperanza».
Esta iglesia fue profanada por el Daesh en 2014 y posteriormente resultó gravemente dañada durante la batalla para liberar Mosul. Ahora, ocho años después de que la tétrica bandera negra de los yihadistas haya sido arriada de las torres de esta antiquísima ciudad vinculada a la memoria cristiana, el edificio ha sido primorosamente restaurado con ayuda de la organización francesa L'Oeuvre d'Orient, profundamente comprometida con la suerte de las comunidades cristianas en la región. Contemplando los típicos crucifijos caldeos desnudos que decoran el interior, el Patriarca subrayó que «esto es lo que nos da la esperanza, que Jesús ha resucitado… incluso si somos perseguidos, incluso si nos matan, tenemos esta esperanza».
Y aquí no hay confusión posible con falsos optimismos voluntaristas. Los cristianos iraquíes tienen que decidir cada día cuál es la roca sobre la que se asienta su vida, que incluso tras ocho años de la derrota militar del Daesh sigue siendo tremendamente difícil, tanto en las circunstancias cotidianas del trabajo y la vecindad, como en lo que se refiere al marco político-social de un país que no termina de estabilizarse. Es cierto que las autoridades, por ejemplo, ahora en Mosul, han pedido a los cristianos que regresen, pero es una invitación siempre rodeada de incertidumbres. A esta inmensa ciudad del norte sólo han regresado para instalarse sesenta familias cristianas. Muchas han salido del país (y seguramente no regresarán), otras permanecen en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, donde encuentran un contexto de seguridad y acogida mucho más amable que en otras zonas.
El Patriarca Sako sabe todo esto con detalle, conoce las historias dramáticas de cientos de familias, ha respirado el miedo en sus hogares… pero también ha atravesado, con ellos, muchos campos de minas en estos años de prueba, ha visto que la fe sostiene la esperanza en medio de circunstancias indescriptibles. La visita del Papa Francisco en 2021 fue un momento de inmensa alegría que pareció marcar un giro en la historia contemporánea de los cristianos iraquíes, pero en aquellas tierras todo permanece abierto. De nuevo, ante las próximas elecciones, Sako ha reivindicado la plena ciudadanía de los cristianos y ha invitado a los suyos a permanecer. Como ha dicho Noah, una joven cristiana que ha participado en la consagración de Al-Tahira, «esta reapertura me da esperanza de que los cristianos puedan tener un futuro en Irak, las cosas están mejor ahora que antes, pero nunca se sabe cómo cambiará la situación política. Si Dios quiere, podremos quedarnos».