Un estilo de gobierno
Su tarea no consiste en «tratar de ser el solucionador de los problemas del mundo», sino en anunciar la Buena Nueva del Evangelio
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Recuerdo haber oído alguna vez que el pontificado de Benedicto XVI, siendo Ratzinger uno de los más grandes intelectuales del siglo XX, podía calificarse como «un pontificado modesto». No quería decir modesto en cuanto a los logros (la historia dirá, y necesita tiempo) sino en ... cuanto la forma de desplegarse. Esa idea me ha venido con fuerza tras leer con calma la primera entrevista concedida por el Papa León XIV, en la que se desvelan no sólo algunos rasgos de la persona que es Robert Prevost, sino cómo entiende su ministerio como Papa. En ella afirma, entre otras cosas, que su tarea no consiste en «tratar de ser el solucionador de los problemas del mundo», sino en anunciar la Buena Nueva del Evangelio. Recordemos que el Papa es el sucesor del apóstol Pedro, que no era precisamente un especialista en geoestrategia. A veces pretendemos (los demás, y también los católicos) que el Papa sea lo que no es. Y aunque entre ellos ha habido grandes estrategas e intelectuales magnos, eso no es lo sustancial de su ministerio.
Eso sí, León explica que si vivimos el Evangelio abordaremos las cuestiones que nos urgen «desde el sentido de ser hijos e hijas de Dios, que envió a su Hijo, que se encarnó entre nosotros y nos enseñó el valor de la vida humana, manteniendo un ojo en la vida eterna». «Si pierdes el horizonte, pierdes tu brújula, añade con sencillez, y puedes estar vagando en vano sin saber a dónde ir». El Papa no es un científico, ni un líder político, ni tiene la fórmula para que la economía vaya bien, pero como él dice, «la Iglesia tiene una voz, un mensaje que necesita seguir siendo predicado, ser hablado y hablado en voz alta». Y así, menciona, por ejemplo, una reunión con un grupo de jóvenes franceses y se refiere al hecho de que miles de ellos pidieron el bautismo el año pasado: «quieren venir a la Iglesia porque se dan cuenta de que a sus vidas les falta un sentido, y están descubriendo de nuevo algo que la Iglesia les puede ofrecer». Y es en ese punto donde sitúa lo esencial de su misión, lo cual no excluye dar luz sobre muchas cuestiones del momento, cuando y como pueda hacerlo.
A lo largo de la entrevista le preguntan por el papel de China, por la guerra en Ucrania, por la tragedia en Gaza o por la inteligencia artificial, y me impresiona que León no pretende tener respuesta para todo, ni ser más sabio o experimentado que los papas que le han precedido. Por eso asume como punto de partida lo que ellos ya han hecho, y luego escucha a gente de todo tipo, se toma su tiempo, se fía de sus colaboradores y, algo muy importante, es consciente de los límites de cualquier solución histórica, también de las que la Iglesia pueda proponer. Es esa modestia evangélica la que marca todo un estilo de gobierno.