Dominic Royé: «La elevada mortalidad por el calor será la nueva norma»

Por ello, Royé diseñó junto a los también investigadores Aurelio Tobías, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y Carmen Íñiguez, profesora de la Universidad de Valencia, la aplicación MACE (Mortalidad Atribuible por Calor en España) para calcular este efecto retardado y ofrecer datos más precisos en la aplicación . De hecho, los datos de MACE elevan a 8.615 las muertes registradas por el calor durante el verano de 2022 frente a las 5.738 que recoge el MoMo para el mismo periodo.

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Melissa González

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En el verano de 2023, a falta de que termine agosto, los cálculos de MACE indican que 3.332 personas murieron por el calor extremo en nuestro país durante el verano, casi el doble de lo que indica el MoMo. Unas cifras que podrían alcanzar las 4.000 muertes durante la última semana del verano. Aunque 2022 fue un año «muy extraordinario» en palabras de Royé, no se limita a un hecho anecdótico. «La elevada mortalidad por el calor extrema será la nueva norma», indica el investigador.

Lo que antes era una situación que se producía cada 100 años, en el caso de Madrid sucede ya cada 14 años por el efecto del cambio climático. Además, con un aumento de la temperatura media de 1,5ºC, el periodo entre la sucesión de estos fenómenos, todavía anómalos, se reduciría a 5,9 años y a 2,4 en el caso de que la temperatura media aumente 2ºC. Así lo muestra en el artículo 'El rápido aumento en el riesgo de muerte asociada al calor' publicado en Nature Communications del que es coautor, un modelo que también se puede aplicar a otras ciudades españolas para comprobar el efecto del aumento de las temperaturas.

Barcelona, por ejemplo, parten de que fenómenos como el ocurrido en 2022 se producen una vez cada 10 años, por lo que un aumento de 1,5ºC en las temperaturas medias reduciría la frecuencia de episodios de calor extremos a la mitad -cada 5- o hasta 2 años si subiesen 2ºC. Sevilla también sería una de las ciudades más perjudicadas, ya que la frecuencia de estos fenómenos pasaría de producirse cada 12 años a cada 5 y 2 si las temperaturas aumentasen 1,5 y 2ºC respectivamente. Ocurriría algo similar en Valencia, donde pasarían de experimentar el calor del año pasado cada 14 años a 6,5 y 2,4 con sendas subidas en las temperatura media.

Todo ello atendiendo únicamente a las temperaturas, ya que en el caso de España, entran en juego otros factores claves como el envejecimiento de la población, un factor de riesgo debido a la vulnerabilidad de este segmento de la población contra el calor extremo.

«Las ciudades no se están adaptando lo suficiente a las temperaturas», señala Royé, que destaca la importancia de habilitar espacios verdes y azules en las urbes que sean accesibles para el conjunto de la población y puedan paliar el efecto de 'isla de calor urbano' -la dificultad de disipar el calor durante las noches por los edificios y el asfalto-.

Menciona otro estudio sobre el efecto de las áreas verdes en 24 países publicado en la revista académica Lancet, donde una de las principales conclusiones es que un aumento del 20% de estas zonas en las grandes urbes reduciría en 933 el número de muertes asociadas al calor en el conjunto de los países analizados.

Otra de las asignaturas pendientes de los planes de prevención contra el calor son las noches. Además del aumento en las temperaturas máximas, el calor nocturno por el incremento de las mínimas tiene una incidencia en la salud igual de problemática que durante el día, generando el denominado estrés térmico -la incapacidad del cuerpo para regular las temperaturas debido al calor-.

«Este estrés se ve agravado por el hecho de que nuestro cuerpo no puede descansar durante la noche. El estudio encontró evidencias contundentes de que la mortalidad diaria está asociada con temperaturas nocturnas superiores a los 20ºC y en menor medida con la duración», explica el investigador en de sus publicaciones en la red social X (antiguamente conocida como Twitter).

Por ello, incide en la importancia de desarrollar protocolos específicos para las noches tórridas como las que ha dejado la última ola de calor en nuestro país y abarcarlos de forma individualizada, además de las medidas diurnas. «La noche es cada vez más importante, no puede ser que solo se apliquen protocolos durante el día», concluye.