Los activistas que dañaron el Laocoonte apelan al ecologismo del Papa para pedir su perdón
«Nuestro sacrificio por la vida del planeta refleja los valores que defiende la Iglesia, guiada por Su Santidad el Papa Francisco», sostienen para pedir la revisión de su condena
El tribunal vaticano debe decidir si les retira la multa de 1.500 euros y la indemnización de 28.148 euros por daños
Activistas climáticos, condenados a pagar 28.000 euros al Vaticano por causar daños permanentes al Laocoonte
Corresponsal en el Vaticano
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Iniciar sesiónEl Papa Francisco es una de las voces que alerta más fuerte sobre la «crisis medioambiental», pero paradójicamente es también uno de los líderes mundiales más contundentes contra los activistas climáticos. Y eso que algunos de ellos aseguran que lo que les inspira es ... la «sensibilidad» del Pontífice por el cuidado del planeta.
Es el caso de Guido Viero y Ester Goffi, de 62 y 26 años, ecologistas del grupo 'Última Generación', quienes el pasado 12 de junio fueron condenados en primera instancia por el tribunal vaticano por haberse pegado con pegamento a la base de la estatua del «Laocoonte» de los Museos Vaticanos. El magistrado considera demostrado que provocaron «daños irreparables» en la estructura de mármol. Esta semana el tribunal deberá responder al recurso que presentaron contra la sentencia.
«Estamos convencidos de que nuestro sacrificio por la vida en este planeta refleja los valores que defiende la Iglesia, guiada por Su Santidad el Papa Francisco. Por eso, nos apelamos al Santo Padre», explicaron durante el proceso en el Vaticano. No les sirvió para nada. El tribunal los condenó a nueve meses de cárcel y a pagar una multa de 1.500 euros, ambas penas suspendidas, junto a una indemnización de 28.148 euros por los «daños irreparables».
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Los hechos se cometieron el 18 de agosto de 2022. Los activistas utilizaron una cola ultrarrápida para pegarse las manos a la base de mármol, de 1815, en la que se apoya la escultura, del año 40 a. de C.
«Igual que el Laocoonte intentó advertir a los ciudadanos de Troya contra el engaño de los griegos, hoy científicos, artistas, escritores, ciudadanos de a pie, el secretario general de la ONU, y usted mismo, Santo Padre, intentan llevar el mensaje de la dramática urgencia para actuar y evitar al menos los peores desastres, cuyo trágico alcance ya se empieza a evaluar», escribieron después al Papa para explicar su gesto de protesta. Eso no impidió entonces que la denuncia continuara su curso por daños a un monumento público.
En su defensa, dicen que los Museos Vaticanos ya han pegado a la misma base de mármol unos códigos QR para guiar a los visitantes. Por eso, rebajan el gesto a simple «ensuciamiento», y lo califican una «culpa simple», «no consciente» y «sin dolo» pues nunca pretendieron «dañar ni a personas ni a objetos».
El juez dio más peso a los argumentos del abogado de los Museos Vaticanos, que destacó que como los activistas «sabían que el pegamento de cianoacrilato causaría daños, lo aplicaron sólo sobre la base de mármol». También mencionó la «indignación pública» cuando los activistas dijeron que su gesto «causaría un daño menor que el que está sufriendo el medio ambiente con el cambio climático» pues «no es correcto contraponer arte y naturaleza». Y desmontó la «inspiración» en el Papa, pues Francisco no justifica acciones violentas y dañinas.
Una protesta «por amor»
La sentencia sorprendió a Ester Goffi, la activista condenada, pues «hicimos este gesto por amor y cariño, absolutamente sin violencia, y sin intención de cometer un delito. No queríamos provocar un daño, sino dar la voz de alarma».
Su organización 'Ultima Generazione' presentó un recurso a la condena y la calificó como «desproporcionada e injusta», pues «el Papa Francisco es una de las voces más valientes y francas en la sensibilización de la población sobre la emergencia climática», y «siempre ha dado espacio con valentía a la centralidad de un cambio radical en la convivencia con el planeta tierra, y en una convivencia más justa y solidaria entre las personas». «En nombre de los valores católicos de fraternidad, compasión y solidaridad, de los que la Iglesia es portadora, confiamos en una reevaluación del juicio sobre las medidas punitivas contra los activistas que hacen sacrificios por el futuro del planeta», solicitaron.
«Suelen llamar la atención las acciones de grupos que son criticados como 'radicalizados'. Pero en realidad cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana 'presión'«
Papa Francisco
Exhortación apostólica 'Laudate Deum'
Parte de su estrategia para dar la vuelta a la sentencia ha sido distribuir textos del Papa en los que parecía apoyar su causa. Por ejemplo, éste con fecha del 13 de mayo de 2023, relativo a la Jornada Mundial de Oración por la Tutela de la Creación: «Levantemos la voz para detener esta injusticia hacia los pobres y hacia nuestros hijos, que sufrirán las peores consecuencias del cambio climático. Hago un llamado a todas las personas de buena voluntad para que actúen en base a estas orientaciones sobre la sociedad y la naturaleza».
Papa Francisco: «No estoy de acuerdo con extremistas»
La estrategia se torció a principios de septiembre cuando, en el viaje de regreso de su visita a Mongolia, un periodista preguntó a Francisco si su inminente carta sobre la ecología, la «Laudate Deum», «podía entenderse como una muestra de solidaridad con grupos de activistas medioambientales como los de 'Última generación', que hacen protestas espectaculares». «En general, no estoy de acuerdo con estos extremistas», respondió con contundencia el Papa. «No está bien cuando una ideología o una presión política se impone o se utiliza para esta batalla», añadió.
El Papa suavizó esa respuesta un mes más tarde, el 4 de octubre, precisamente en la carta 'Laudate Deum'. «En las Conferencias sobre el clima suelen llamar la atención las acciones de grupos que son criticados como 'radicalizados'. Pero en realidad ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana 'presión', porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos», escribió en el punto 58.
Este martes podría conocerse a qué matiz da más peso el tribunal del Vaticano, pero por si acaso, los abogados defensores de los activistas están evitando citar al Papa Francisco. «En ausencia de voluntad de causar un daño, no existe delito», subrayan.
«Esperamos que la corte vaticana acoja esta motivación y piense que lo que nos ha movido ha sido un sentimiento de cuidado y de amor universal que querríamos difundir para proteger lo que nos rodea, lo que el Papa llama Creación, de la que formamos parte y a la que estamos ligados», repite Ester, la activista que pegó su mano al Laocoonte. «Esperemos que esta historia termine bien», susurra con voz dulce.
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Al tradicional debate entre «misericordia y justicia», ahora el presidente del tribunal vaticano se debate ante la falsa dicotomía entre «protección del arte o de la naturaleza». Probablemente, teme que una sentencia absolutoria abra las puertas de la basílica y de los museos a protestas como éstas. El del Laocoonte no ha sido el único ataque que estos activistas han realizado, pues ya antes intentaron sin éxito encadenarse al obelisco de la plaza de San Pedro.
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