FERIA DE ABRIL 2023
La bendición o la condena de vivir al lado del real de la Feria
Dos periodistas de ABC residentes en el barrio que acoge desde 1973 la Feria de Sevilla reflejan en sendas tribunas las opiniones enfrentadas de los vecinos de Los Remedios sobre las ventajas e inconvenientes de vivir junto al real y si vale la pena sufrir la toma del espacio urbano a cambio de ir andado a la caseta
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ABC
Sevilla
RAMÓN ROMÁN: A FAVOR
Mirar la parada del taxi de reojo compensa todo el ruido y la suciedad
Vaya por delante una declaración de principios: soy feriante. De los que esperan esta fiesta durante todo el año. De los que van tachando días del calendario. Y sí, de los que intentan hacer pleno desde la cena del 'pescaíto' hasta la última traca de ... los fuegos artificiales. Sirva, por tanto, esta aclaración inicial para dejar patente que puedo entender a los vecinos del barrio que se quejan del ruido, la suciedad y las molestias que ocasiona tener el real tan cerca... siempre y cuando no les guste la Feria. Pero, si son de los que echan casi más horas en la caseta que en casa, creo que los argumentos a favor de vivir en Los Remedios ganan por goleada a los que hay (es innegable) en contra.
Porque sí, decir que todo es maravilloso sería mentir. Durante más de una semana, porque hay que incluir varios días por delante y alguno por detrás -este año, incluso, se han perdido cientos de plazas de aparcamiento y movilidad al vallarse todo el descampado durante meses-, hay suciedad, ruido, caos de tráfico y algunos aspectos que es mejor ni comentar por ser desagradables o escabrosos. Pero para el feriante todo eso queda solapado cuando toca ir o volver de la Feria y para ello sólo hay que recorrer unos metros.
Poder mirar de reojo la parada del taxi y el autobús es un privilegio. No hacer cola, no tardar en llegar a casa más de una hora, no tener que hacer transbordo metro-coche, poder ir a descansar un rato los pies a casa, despertarte más tarde, apurar hasta el último momento para llegar a la hora fijada, salirse y volver... Todos son aspectos positivos si lo que te gusta es disfrutar de la Feria al máximo.
'No' al traslado
Y es algo que veo que comparten los que están a mi alrededor. Los que viven en el barrio, como mis amigos de toda la vida de los Padres Blancos, todos feriantes y convencidos del privilegio de la cercanía. Y otras pandillas que viven más lejos y no paran de comentarte la suerte que tienes de estar tan cerca, sobre todo cuando les contestas a las preguntas del millón: «¿Se puede dormir con el ruido? ¿Se escucha? ¿Hay algún truco?». Sí, se puede dormir. Sí, se escucha, aunque no hace falta tener ventanas de doble acristalamiento para poder dormir. Y el mejor truco es quedarse un ratito más en la caseta... Fuera de bromas, es más mito que realidad eso de que es imposible descansar durante la semana de la Feria si vives en Los Remedios, aunque también es verdad que sarna con gusto, no pica.
Para terminar, por si todavía queda alguna duda sobre mis postura con respecto al hecho de vivir cerca de la Feria, utilizo las últimas líneas de este «cara a cara» con mi compañero Luis para recalcar que no debe llevarse a cabo ningún tipo de traslado del real al Charco de la Pava, Tablada, ni ningún sitio de esos que, cada cierto tiempo, comentan los políticos. La localización es perfecta y el único cambio que necesita es una ampliación del número de casetas, para que la lista de espera disminuya y cada vez sean más los sevillanos que puedan disfrutar de la fiesta más bonita de España. Y no es un comentario hecho, que a uno le ha costado su esfuerzo certificarlo...
LUIS MONTOTO: EN CONTRA
El objetivo heroico de cumplir con la rutina en la 'periferia'
A ese vecino de los Remedios que está condenado a mantener su rutina laboral en la fiesta, se le pone cara de Charlton Heston en 'Cuando ruge la marabunta' en los días que anteceden al 'pescaíto'. El progresivo aumento del tráfico, el colapso total del aparcamiento y el creciente trasiego de gente son las señales de lo que inevitablemente acontecerá muy pronto.
Llega el momento en el que cumplir con ciertas obligaciones se complica exponencialmente. El inicio de la semana puede ser duro, especialmente allí donde hay niños de corta edad. En ocasiones incluso se ha suspendido el colegio desde el mismo lunes, al tiempo que se clausuran los parques para evitar su invasión por la botellona... Así que la primera ración de criaturitas corre a cuenta de la casa. A partir de ahí, salir en coche del vecindario es muy sencillo, pero tratar de volver es misión imposible, con un plan de tráfico que convierte al barrio en una ciudadela casi inexpugnable.
La cercanía del hogar al recinto ferial genera la falsa apariencia de que, pese a todo, se puede conciliar perfectamente el trabajo y el ocio. Se cae entonces en la tentación de pisar el real -unas veces por voluntad propia y otras quizá por imperativo matrimonial- pero nunca se regresa a una hora prudente. En realidad, da igual: son días en los que el derecho al descanso está abolido por aclamación popular. Locura es, por ejemplo, tratar de dormir con la ventana entreabierta, ya que el tumulto abandona la feria con goteos de pandillas bulliciosas, a quienes la ingesta de alcohol les hace insensibles al nivel de intensidad acústica con el que hablan -o gritan-, cantan y ríen. El broche final lo pone un ejército de camionetas de Lipassan, tan eficientes como ruidosas. Sin ventanas con doble acristalamiento no hay sueño posible.
Los escalones y esquinas de los portales se convierten en los escenarios secundarios de la feria, ya sea como asiento para un botellón o, allí donde hay cierta intimidad, como potencial lugar para tórridos encuentros amorosos. El vecino atraviesa sigilosamente estas escenas, a veces hasta musitando una frase de disculpa por interrumpir momentáneamente el jolgorio.
Las costumbres más mañaneras del vecino de los Remedios se convierten en estampas absurdas. Quienes al amanecer salen habitualmente de casa con calzonas y botines para hacer deporte, o quienes tienen el hábito de pasear bien temprano a sus mascotas, se topan con las últimas pandillas de beodos trasnochadores, dispuestos a hacer chanza a costa de esos extravagantes madrugadores, percibidos como seres obstinados y ridículos.
Incluso el feriante más vocacional del barrio es consciente de lo incompatible que es cualquier tipo de rutina con la fiesta. Por eso, cuando el organismo llega a la extenuación tras la larga sucesión de días de caseta en caseta, el objetivo común es poner kilómetros de por medio, enfilar la A-49 o la AP-4, y no regresar al hogar hasta asegurarse de que no hayan tirado al aire hasta el último de los fuegos artificiales. Los Remedios habrá concluido su papel de 'periferia'... tan dulce para unos, tan ingrato para otros.
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