pleno de investidura de JOSÉ LUIS SANZ
Al político que devolvió la sonrisa al PP en Sevilla se le saltan las lágrimas recordando el sacrificio de su familia
Al nuevo alcalde de Sevilla le acompañaron Juanma Moreno y Zoido, su antecesor hace 8 años, pero no Soledad Becerril, la alcaldesa con cuya gestión se identifica más José Luis Sanz
El discurso del nuevo alcalde de Sevilla: «Soy José Luis Sanz y detesto la desorganización, la dejadez y la improvisación»
Sevilla
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Iniciar sesión«Soy José Luis Sanz y detesto la desorganización, la dejadez y la improvisación». Ésa es la trilogía (al menos, una de ellas) de lo que no le gusta al nuevo alcalde en su forma de ejercer la función pública, como demostró en Tomares ... durante catorce años en los que encadenó tres mayorías absolutas. El político del que se burlaron algunos de sus rivales por su gesto serio y su escasa propensión a la risa («malaje», «triste» y «sieso», le dijeron) fue el que devolvió la sonrisa al PP de Sevilla después de ocho años. Y muy emocionado, casi con lágrimas en los ojos, se refirió este sábado en su gran día (a partir de hoy empeorará todo para él, como para los 8.300 alcaldes que tomaron posesión en España) al sacrificio de su familia, en especial, de su mujer Laura y sus hijos José Luis y Laura, «a los que he robado tiempo para entregárselos a Sevilla». Y añadió: Ellos son los únicos responsables de que hoy haya cumplido mi sueño».
Sanz, que desplegó una gran sonrisa al recibir el bastón de mando, la sonrisa que llevaba tanto tiempo guardándose, recordó en su discurso que fue un niño de la Alfalfa, aunque nació en el 16 de José Laguillo; que fue alumno de Portaceli y de la Universidad Hispalense; y que es hermano de San Isidoro y la Candelaria, algunos de los lugares y experiencias que han condicionado su carácter y personalidad. El que fue el alcalde de Tomares durante casi una quincena dijo que nunca dejó de mirar en esos años «a la gran urbe desde los cerros del Aljarafe». Allí desarrolló «un modelo de gestión de éxito, de trabajo intenso, cercano al vecino, planificado y dedicado a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que vamos a aplicar en cada barrio de Sevilla», dijo orgulloso. Que encadene en el Ayuntamiento hispalense tres mayorías absolutas como en la localidad de la cornisa aljarafeña se antoja mucho más que un sueño, pero Paco de la Torre lo logró en Málaga y sólo se jubilará cuando él lo diga.
Sanz tuvo un agradecimiento especial para todos los alcaldes que en democracia le precedieron y dedicó un recuerdo muy especial a Alberto Jiménez Becerril y a su mujer Ascensión García asesinados por ETA, asegurando que el que fuera «alcalde de Triana» será concejal perpetuo «porque nunca pudieron apagar su voz. Siempre estaremos aquí para proteger y difundir sus ideas y valores».
No acudió a su investidura Soledad Becerril (quizá la alcaldesa con cuya gestión se identifica más), aunque sí Juan Ignacio Zoido, su antecesor hace ocho años (20 concejales en 2011), que dijo del nuevo alcalde que «sabe lo que tiene que hacer y tiene capacidad y experiencia, como demuestra una trayectoria política muy brillante que ha puesto a Tomares como prácticamente el mejor municipio de Andalucía».
Feijóo, cuya presencia se había anunciado inicialmente, optó al final por hacer un guiño a la España vaciada e ir a un pueblo turolense llamado «Celadas» donde tuvo un gran recibimiento), pero no faltó a la cita en el Ayuntamiento hispalense de Juanma Moreno, su gran aliado, como lo definió. «Será uno de los mejores alcaldes de España», dijo convencido el presidente de la Junta antes de entrar en el Pleno. La buena sinergia que existe entre ambos podría ayudarle a cumplir sus objetivos. Palabras como «sentido común», «humanidad», «humildad», «diálogo» y «corazón» sonaron en el discurso del flamante alcalde, que prometió que no habrá vetos para nadie y que será «el alcalde de todos».
Antonio Muñoz, el alcalde saliente, tuvo la cortesía institucional de esperar al presidente de la Junta de Andalucía en la puerta del Ayuntamiento, en compañía de su inminente sucesor. La foto de los tres juntos sonrientes antes de entrar al Pleno de Investidura parece casi de otra época e invita a la esperanza de que los dos grandes partidos españoles puedan volver a colaborar lealmente más pronto que tarde en el objetivo común de mejorar las vidas y haciendas de sus gobernados. Muñoz defendió su gestión municipal («Sevilla está mejor que en 2015») y dijo que dejaba el Gobierno «con la cabeza bien alta» y «con un Ayuntamiento saneado y con grandes proyectos urbanísticos en marcha».
Cristina Peláez (Vox), criticó la inseguridad y suciedad de Sevilla, además de su estancamiento económico, y recordó al alcalde que no tiene mayoría absoluta y que deberá pactar los presupuestos. «Que nadie piense que vamos a abandonar nuestros principios y si se pretende seguir destinando recursos a cosas como la falsa memoria histórica nos tendrán enfrente».
A lo Bildu
A la casi siempre sonriente Susana Hornillo, que es experta en «señales y sistemas de radiofrecuencia», la asignatura que imparte en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería, se le hizo bola el protocolo de jurar o prometer el cargo de concejal «con lealtad al Rey y a la Constitución», como marca nuestro ordenamiento jurídico. Y en vez de prometer o jurar como todos los demás, se subió a los cerros de Bildu y lo hizo «por imperativo legal». Luego se declaró republicana (no dijo si era vegana) y alargó hasta un minuto el trámite de la jura o promesa con proclamas partidistas y citas apresuradas y parciales de varios artículos de la Constitución. La ingeniera, profesora y doctora sevilllana no fue capaz de esperar a que llegara su turno de intervención, unos pocos minutos después, para decir lo que le pareció oportuno. Y en esos cinco minutos estipulados para cada portavoz pidió a Sanz que no tuviera en cuenta «las políticas de recortes de Moreno Bonilla» y que se alejara de Vox. Habló también de la falta de viviendas, de la precariedad laboral, de los bajos sueldos y de la necesidad de afrontar el cambio climático en una ciudad tan calurosa como Sevilla. Y el día era para decirlo, con 40 grados a la sombra, aunque su impaciencia por conquistar el cielo al asalto (y por no respetar las normas en su primer minuto en el Pleno) parecen condenarla a la irrelevancia en el Ayuntamiento de Sevilla durante los próximos cuatro años.
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