Los negocios que perdimos en Sevilla
Reportaje
Cuchillería Regina, a cinco años de ser centenaria, baja el telón, tal y como le viene sucediendo a numerosas firmas del comercio de toda la vida
Una conocida tienda del centro de Sevilla liquida todo su stock tras más de 90 años de historia
Antonio Hierro echa el cierre en la Alcaicería de la Loza: «Trataba a mis clientes igual que a mis costaleros»
Rosalía y Eliseo posan en el umbral de la Cuchillería Regina, a la vera de las Setas de la Encarnación de Sevilla
Es la historia que no tiene fin: un establecimiento emblemático decide por una razón u otra dar por concluida definitivamente su historia y no consta sucesor que lo salve y abra al día siguiente. Y un lunes sin solución de continuidad la ciudad amanece ... con un hiriente cartel de «Liquidación por cierre». Es lo que sucederá tras el 31 de diciembre del presente año, que es la fecha límite a la que han llegado un acuerdo la propiedad y quienes regentan a día de hoy Cuchillería Regina, el último negocio apenas en unirse a una inacabable lista de comercios tradicionales que dicen adiós. Así lo hicieron Cuadro y AH Complementos en la Alcaicería de la Loza. Así lo hará Pichardo esta misma Navidad.
Nombres que son nostalgias. La Cuchillería Regina es mucho más que la fabricación, reparación y venta de objetos afilados, tales como cuchillos y navajas, que lleva abierta desde nada menos que 1930, y que ha pasado por distintas generaciones, a cinco primaveras de ver cumplido su centenario. Representa sin duda un punto de encuentro para numerosos sevillanos y también para turistas que se han sentido siempre atraídos por la cercanía, la sencillez y la profesionalidad que en todo momento les dispensaron Eliseo y Rosalía, gallego y leonesa respectivamente, y quienes ocuparon su sitio antes que aquellos. En este caso, la —merecida— jubilación ha llamado a sus puertas y este trance ha coincidido con el trasvase de este negocio por parte de la propiedad, al que presumiblemente destinarán a otro cometido, dicen, más afín a la explotación turística.
«Los fundadores fueron unos compañeros míos», narra Eliseo, que encabeza la tercera generación de una saga familiar de afiladores. «Los Álvarez López se jubilaron en 2014 y mi mujer y yo tomamos el testigo. Somos una familia de la misma zona de nacimiento, la parte noroeste de Orense, la mayor tierra de afiladores». Tanto él como Rosalía se han encargado de hacer un poco más felices la vida de los demás en los últimos once años. O al menos más cómoda. «Esto muere porque nuestras hijas son universitarias y han tomado otros caminos. Son etapas que la vida va cumpliendo. Estamos satisfechos por el servicio que hemos dado», declara con un finísimo castellano que ya lució por León.
De allí vinieron a la capital andaluza cuando surgió la oportunidad y la clientela asegura que su trato ha sido siempre inmejorable. Con cuatro o cinco años, Eliseo ya había aprendido a reparar el 'capito' del paraguas, «la pieza pequeña que se cose con el hilo», alude. Y luego lo que parecía un hobby como adolescente acabó convirtiéndose en su modelo de vida y su pan diario. «Por mis manos han pasado hachones, cuchillos de corcho, tijeras de cirugía o bisturís», recapitula. «Yo he trabajado en esto unos 52 años y mi mujer, otros 42». Preguntado por qué le parece que Sevilla cada día pierda señas de identidad como las que constituye su negocio, Eliseo no tiene pelos en la lengua: «Sevilla se está convirtiendo en una ciudad temática: como si fuera la copia de la copia de la ciudad que ya no es», lamenta.
Una lista que no acaba
Llegará el año 2026 y Sevilla adolecerá, en su Casco Antiguo y extramuros, de numerosos comercios que bajaron la persiana este 2025 y anteriores y que durante años recibieron el favor y la confianza de muchos sevillanos y visitantes. Son los casos de Casa Márquez, un 'gigante' de la electricidad que tuvo hasta medio millar de empleados; Pleximar, una histórica tienda de menaje del hogar que se hallaba en Asunción; Cuadro, que puso fin a su trayectoria desde 1943 vendiendo ropa, y AH Complementos otros tantos cerrando el pasado mes de octubre. Los dos en Alcaicería. Otros comercios tradicionales que también se vieron abocados a la clausura fueron la Droguería Osario, en Puerta Osario; o la Librería Verbo, otrora el Teatro Imperial. Calzados Catedral puso fin a 77 años de venta de zapatos infantiles, y la juguetería Cuevas también pasó a mejor vida al alcanzar 65 para la memoria de todos aquellos niños que crecieron ante su escaparate.
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