entrevista
María Jiménez, la joven sevillana que descubrió su vocación de investigadora a raíz de su propia enfermedad
Esta odontóloga y bioinformática acaba de presentar tesis doctoral después de obtener la prestigiosa beca Fulbright, el programa que más Premios Nobel ha dado del mundo
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Iniciar sesiónMaría Jiménez (Sevilla, 1997) pertenece al selecto grupo internacional al que se le ha concedido la beca Fulbright, entre los que están Bill Clinton o Nelson Mandela. Se trata del programa, que está dirigido a estudiantes de posgrado, del que más premios Nobel han ... salido. Esta odontóloga y bioinformática volvió el pasado mes de marzo de cursar su beca en la Universidad de Florida, con quienes estudia la posibilidad de trabajar de forma remota. Hace unos días presentó su tesis doctoral que se centra en cómo las frustraciones hormonales de una mujer -envejecimiento, enfermedades ginecológicas como la endometriosis o el tratamiento de pastillas anticonceptivas- pueden manifestarse en la boca monitorizando los niveles de estrógenos en la saliva. Su sueño es conseguir prediagnosticar a través de la boca enfermedades como la suya, que afecta a su sistema inmunológico. Un impedimento que le ha impulsado más si cabe a perseguir todo lo que se propone.
-¿Cómo acabó dedicándose a la investigación siendo dentista?
-Empecé a estudiar odontología en la Universidad de Sevilla. Tengo familia dentista y siempre me había atraído al igual que todo lo relacionado con las ciencias de la salud. Fue en cuarto (la carrera son cinco años) cuando me diagnosticaron una enfermedad autoinmune que afecta a mis músculos y los necrosa. La odontología es una profesión que requiere mucho esfuerzo; estás muchas horas sentada y realizando tratamientos en los que hay que emplear la fuerza, cosa que no iba a ser posible dada mi condición física. Me quedaba un año y medio de carrera y decidí terminar mis estudios gracias a la ayuda de mis profesores y mi familia. Conocí a una investigadora que acababa de llegar a la facultad desde EE.UU. y se centraba en el estudio de la microbiota, algo que es raro de ver en España ya que aquí la odontología se centra más en los avances clínicos y en las técnicas. Era la única que tenía hueco para ser mi tutora del TFG así que me apunté con ella.
-Y le conquistó
-Empezó a enseñarme todo lo que era la investigación fuera de España y poco a poco fui enamorándome de su punto de vista. Cuando terminé el quinto año salió la oportunidad de seguir trabajando en su laboratorio, que estaba montando desde cero. Yo sabía que no iba a poder trabajar en una clínica, no tenía nada mejor que hacer y me quedé. Fue quien me habló de la bioinformática, un campo completamente diferente al mío. Me apunté a un máster y ahí ya me enamoré completamente de la ciencia en general.
-Se podría decir que encontró su vocación a raíz de su enfermedad
-Tenía claro que quería seguir activa pese a mi diagnóstico. Yo había dedicado toda mi vida a estudiar y cuando la enfermedad apareció a mis 21 años pensé: «¿y ahora qué voy a hacer con mi vida?». Al principio era una salida con la que mantenerme ocupada y no pensar en mi situación pero acabé descubriendo mi vocación.
-Aparte de todo lo que conlleva a nivel físico y mental, en el plano laboral tuvo que ser muy frustrante
-La odontología es una profesión en la que, además de cobrar mucho dinero, las salidas están muy claras. Eres clínico y te dedicas a tratar los problemas orales de tus pacientes. Yo no me iba a poder dedicar a aquello en lo que había invertido cinco años. De esta pequeña puerta que se abrió, encontré un mundo enorme.
-¿Qué es la beca Fulbright y que supone conseguir la beca?
-Es una beca cofinanciada por el gobierno estadounidense y los países asociados, dirigidas a estudiantes de doctorado. Hay mucha competencia. En nuestro país actualmente se dan 23 becas: 10 abiertas a estudiantes de cualquier universidad española y el resto a estudiantes de doctorado en Andalucía, Extremadura, Navarra y Murcia. Yo fui una de las seis becadas íntegramente por la Junta.
Fue muy importante para mí conseguirlo. La Fulbright pesa mucho en el currículum y abre muchas puertas. Cuando descubrí que la investigación fuera era muchísimo más potente que aquí y la diferencia en los recursos con los que contaban, me empeñé en conseguirla. Mi doctorado no era financiado por lo que tenía que buscarme este tipo de becas si quería ir. Entre los requisitos está el que un investigador de una universidad americana te invite personalmente a su laboratorio. Tuve que ir a diferentes entrevistas en Madrid y al ver la cantidad de gente que había nunca pensé que me la fueran a dar.
-¿Cómo es ser investigador en Sevilla o España? ¿Se desperdicia el talento?
-Una vez que sales y ves todo lo que se destina da un poco de pena. Sobre todo porque te das cuenta de que las ideas que tenemos nosotros son muy buenas. La gente está muy bien formada y nuestro conocimiento vale un montón. De hecho, te das cuenta de que en la mayoría de los laboratorios hay muchísimos españoles y que en algunos son incluso quienes lo dirigen. Pero no se puede competir en cuanto a recursos. La persona con la que yo trabajo, los proyectos que consigue, que son proyectos competitivos, tienen una financiación del Ministerio de como mucho 200.000 o 300.000 euros. Y allí estamos hablando que se podrían destinar 3 o 4 millones.
-¿Cuáles son sus expectativas de futuro?¿Piensa volver a irse fuera?
-A mi me tira mucho tanto mi familia como la forma de vivir española. Pero la realidad es que no tendría ningún reparo en irme, a nivel científico y profesional, para conseguir las cosas que quiero. Me encantaría dedicarme al estudio de las enfermedades autoinmunes. Por la parte que me toca he visto lo poco que se destina y cómo afecta a las personas. La ciencia ahora mismo está centrada en otras enfermedades como el cáncer, cosa que entiendo porque es lo que más afecta a la población.
-Siempre desde el punto de vista oral, ¿no?
-Exacto. Yo lo que busco es una relación entre lo que ocurre en el cuerpo y la boca. Veo la boca como una pequeña ventana al interior del cuerpo. Si está pasando algo a nivel sistémico se refleja a nivel oral. Básicamente aprender a mirar en la boca para decir: esta persona tiene que hacerse este tipo de análisis porque es probable que tenga 'x' enfermedad.
-¿Cómo le ha afectado (o no) su enfermedad para conseguir sus logros académicos? ¿Le ha impulsado a que las ganas por llegar al nivel profesional en el que está sean mayores?
-El camino ha sido más difícil porque tenía que compaginar los estudios y al mismo tiempo pasar mucho tiempo en el hospital, lidiar con el cansancio y la molestia. Nunca he querido que se me diera un trato de favor por mi condición. Es más, esta es la primera vez que le cuento lo que me pasa a alguien que no es cercano a mí, a parte de cuando era más evidente. Tengo el mejor médico del mundo, el doctor García Morillo, gracias a quien pasé de no tener movilidad de cuello hacia abajo, de estar tumbada en la cama, a tener una vida con limitaciones. Aún así siempre hay incertidumbre, momentos en los que como ahora me ves caminando normal y otros en los que necesito ayuda en tareas básicas como puede ser vestirse.
Me ha hecho querer conseguir superarme, desde las pequeñas cosas cotidianas a conseguir el doctorado. Por ejemplo, no podía conducir porque no tenía fuerza en las piernas. Busqué en internet, le pregunté a personas con discapacidad qué es lo que podía hacer y terminé adaptando el coche para poder conducir con las manos. Para mí ese fue el primer logro porque ganaba un poquito de independencia. Lo mismo en la investigación. Yo necesitaba estudiar, usar la cabeza y sentirme válida. Yo en ese momento no confiaba en terminar, seguí un paso detrás de otro sin pensarlo
-¿Qué le diría a alguien que como usted a los 21 años se plantea dedicarse a la investigación?
-Que se esfuerce en la carrera, de las notas depende la beca que puedas tener para hacer el doctorado. Prepararse un doctorado, al menos en el ámbito sanitario, es muy exigente y tener una recompensa económica motiva mucho. También que se mueva, haga contactos, que se vaya fuera e interactúe con otras técnicas y culturas.
-¿Y a una persona que reciba un diagnóstico como el suyo?
-Uff...buena pregunta. La realidad es que es pesado y muy duro porque tienes que construir tu vida de cero. Lo que diría es que confíen en los médicos porque se puede pensar que nada tiene sentido, pero sí que lo tiene. Ellos están haciendo todo lo posible para que tú estés mejor. Que no pierda la ilusión, que se aficione a cosas: ver deportes, leer, escuchar música... intentar encontrar algo con lo que seguir activo. En el momento no tiene sentido, pero a la larga todo eso te ha enriquecido un poco. Por ejemplo yo siento ahora que vivo todo con más intensidad, tanto lo bueno como lo malo.
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