Seis siglos de la llegada del pueblo gitano a España: su historia en Sevilla
Este 8 de abril se celebra el Día Internacional del Pueblo Gitano. El Consejo de Ministros aprobó una declaración institucional en la que se declara 2025 como Año del Pueblo Gitano en España

«Tanto monta, monta tanto, los gitanos como los payos», este refrán editado, que tiene su origen en la época de los Reyes Católicos para reflejar la paridad del reinado entre Isabel y Fernando, refleja a la perfección la relación del pueblo gitano en España. ... El 8 de abril, Día Internacional del Pueblo Gitano, se conmemora una historia que se remonta siglos atrás, un relato de resiliencia, cultura y lucha. Este año, se cumple el 600 aniversario desde su llegada al país. Una conmemoración que el Consejo de Ministros ha querido alzar aprobando para ello una declaración institucional en la que se declara 2025 como «Año del pueblo gitano en España».
En este sentido, es imposible imaginar la cultura ibérica sin el soniquete de una fragua de gitanería. Y, si se concreta aún más, se diría que el romance de Sevilla con este pueblo romano no es cualquier chiquillería, aquí nace la capital del flamenco, Sevilla es más Sevilla cuando cruje en alabanzas ante una soleá gitana.
La historia del pueblo gitano en España comienza oficialmente el 12 de enero de 1425, cuando Don Juan de Egipto Menor - el primer gitano del que se tiene registro en la península- recibiera un salvoconducto de Alfonso V para poder circular por tierras españolas. La comunidad gitana fue recibida como grupo de peregrinos, y ese fue el inicio de esta comunidad.
No sería hasta 1462, cuando este grupo se consolidara y tomara importancia en Sevilla. La ciudad se convirtió en un punto de asentamiento clave. Los gitanos llegaron como peregrinos, artesanos y comerciantes, trayendo consigo habilidades que pronto se entrelazaron con la vida local.
Sin embargo, su integración estuvo marcada por dificultades. La más dura hasta de ellas fue la 'Gran Redada de 1749' que supuso la persecución y detención de mas de 10.000 gitanos y gitanas, los cuales fueron encarcelados o enviados a trabajos forzados. A pesar de todos estos episodios, la unión y lucha de este grupo hizo que salieran adelante y se consolidasen en la península ibérica, donde cumplen 600 años.
En la actualidad, Andalucía concentra una de las mayores poblaciones gitanas de España, con aproximadamente 350.000 personas, lo que representa cerca del 45% de los entre 725.000 y 1.000.000 de gitanos que se estima viven en el país, según datos de la Fundación Secretariado Gitano y el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Dentro de esta región, Sevilla destaca como la cuarta ciudad española con mayor población gitana, tras Madrid, Barcelona y Valencia, albergando alrededor de 80.000 personas de esta etnia, según estimaciones basadas en el Mapa sobre Vivienda y Comunidad Gitana de 2015 y proyecciones actualizadas.
Barrios como El Cerezo, Torreblanca o el Polígono Sur reflejan una realidad compleja. La riqueza cultural del pueblo gitano permanece viva en sus celebraciones, su música y sus valores familiares, pero persisten desafíos como la discriminación, la pobreza y el abandono escolar. El 63% de los estudiantes gitanos no termina la ESO, según la Fundación Secretariado Gitano. Este contraste evidencia que, tras 600 años, aún quedan tareas pendientes para lograr una inclusión plena.
El catolicismo sevillano en un pueblo evangélico
En la antigua Cava Trianera, donde vivían los gitanos, nació hace 272 años la primera hermandad católica de un pueblo que rezaba al mismo Dios, aunque desde una corriente diferente. Una comunidad, que aún hoy, su mayoría se declara evangélica. Así, en el tramo sur de lo que hoy es la calle Pagés del Corro se alzaban los corrales de vecinos gitanos, y fue en este escenario, el 30 de julio de 1749, cuando tuvo lugar la ya mencionada 'Gran Redada del Pueblo Gitano'. Tras los indultos de 1753, muchas familias regresaron a Triana, y fue entonces cuando un gitano de la Cava, llamado Sebastián Miguel de Varas, lideró la fundación de la hermandad de los Gitanos. En ese momento, la fraternidad que era étnica en su totalidad, afirmó su autoridad como comunidad integrada, además de su legitimidad como colectivo católico.
La hermandad se construyó en los cimientos del actual colegio Cristo Rey, aunque esta primera sede resultó efímera. Posteriormente, intentó establecerse, sin éxito, en la Iglesia de Santa Ana. Ante ello, en 1754 decidieron cruzar el antiguo puente de Barcas, encontrando asilo en un convento que se ubicaba en la fachada del actual mercado del Arenal, pero la estancia también fue corta. En los siguiente años, la congregación tuvo diversas sedes, como la actual Iglesia de San Esteban, pasando por San Nicolás de Bari, San Román, Santa Catalina, hasta asentarse finalmente en la Iglesia del Valle. La etapa en San Román marcó un periodo de notable crecimiento, con la incorporación de numerosos vecinos, pero también una de sus mayores desgracias: el incendio del templo el 18 de julio de 1936, que arrasó con todo su patrimonio. En su intento por llegar al lugar, la junta de gobierno, aún liderada por las familias gitanas de la Cava, fue detenida por la Guardia de Asalto en el Altozano.
Finalmente, la hermandad se reorganizó y los traslados finalizaron cuando en 1999 llegaron al antiguo convento del Valle, gracias al apoyo de Doña Cayetana, la Duquesa de Alba. Un templo que se convirtió, en noviembre de ese mismo año, en Santuario. Desde allí, la hermandad rompe cada año la Madrugada, repartiendo el Señor, al compás de la marcha de su túnica, salud por las calles de la ciudad. Gitano de piel morena al que le rezan los sevillanos.
Actualmente esta hermandad está dirigida por su hermano mayor, José María Flores, gitano ,cómo todos sus predecesores en el cargo. Para él, esta cofradía «ha sido un espacio de convivencia entre gitanos y no gitanos, a los que les une la devoción hacia el Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias», sin importar la etnia y sintiéndose plenamente «orgullosos» de ello. Por los 600 años de la llegada del pueblo gitano a España, «el Viernes de Dolores, durante la misa se encenderá el cirio que conmemora este aniversario y será el punto de partida de una serie de actos que se desarrollarán a lo largo de este año».
José María también se centra en el lado más personal de la corporación, destacando sus valores, a través de su fundación, impulsando «proyectos sociales y educativos para trabajar por el pueblo gitano». En colaboración con la Universidad de Sevilla, llevan a cabo el 'Proyecto Cayetana', en honor a la Duquesa de Alba, mediante el que ejercen de mentores y ayudan a las familias del Polígono Sur. Demostrando que esta Hermandad no solo representa un legado de fe y resistencia del pueblo gitano, sino también un símbolo de integración y convivencia en Sevilla.
La manifestación de la alegría
Una familia que ameniza la vida con los cantes por bulería. De piel morena, estirpe gitana. Hija de un guitarrista y una bailora. Sobrina de la que cantó al amor, «porque amar por amar, con la espalda desnuda no sabe a nada». El arte bendijo su casa y la marcó con el duende, que sólo los gitanos entienden. El flamenco casto, el que se siente a quejíos, el que no entiende de fronteras. Ese que besa el corazón de aquel que pasa las duquelas de haber nacido sin la dicha del 'cané' (oído). Así es el sonsonete de Manuela Amador Carrasco, una bailaora que marca con sus pies la fragua de cualquier romancero gitano.

«Orgullo» es la palabra en la que se desenvuelve al hablar de su pueblo. Para ella la cultura gitana es la grandeza que los diferencia, una sabiduría hereditaria que considera «imprescindible» en la vida de cualquier gitano. «No debemos de caer en la 'desgitanización' por querer integrarnos». Así Manuela refuerza, en este 600 aniversario de la llegada del pueblo romaní a la península, la importancia del respeto, señalando la significación del cuidado de la persona, sin distinción de razas, para lograr la perfecta integración comunitaria.
El flamenco es, por autonomía, seña de identidad de esta comunidad, una vía de expresión y resistencia que los diferencia. En este sentido, Manuela explica que su cultura refleja la alegría a través del flamenco, algo que les nace, no se les enseña. «Las gitanos dormimos a nuestros niños con nanas, le tocamos las palmas antes de que empiecen andar; es nuestra forma de ver la vida», recalca la bailaora, al tiempo que añade que su hija adolescente festeja un sobresaliente al compás de unas palmas. «La alegría para nosotros es cante, es nuestro guiño».
Sin embargo, Manuela Amador Carrasco, además de enfatizar su cultura, hace un alegato en favor del respeto, para que se conmemore más este sexto centenario y se limpien las barreras a las que se enfrenta su comunidad debido a los prejuicios creados en la sociedad. Un ejemplo de ello es la RAE, que, entre sus ocho definiciones de la palabra «gitano», relaciona este sustantivo con el adjetivo 'trapacero'. Además, se lamenta de la poca, o más bien inexistente, enseñanza que se da en las colegios sobre la historia del pueblo gitano, una cultura ligada a la historia de este país.
Por último, Manuela se dirige a las nuevas generaciones gitanas para que vivan su cultura y raíz con «orgullo». «Los gitanos tenemos algo que nos diferencia y eso no lo pueden perder, les animo a que sean ambiciosos y lleguen a ser los profesionales que sueñan. Cada vez hay más gitanos universitarios que luchan ante las barreras sociales para superarse, espero que algún día todos seamos iguales y no existan esas limitaciones, mientras tanto que la juventud gitana nunca se olvide de sus raíces, del amor a la familia y el respeto que nos diferencia».
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