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«Cultura no sabe qué hacer con las Atarazanas pero con el desconcierto reinante todo es posible»

El destino del monumento sevillano de ocho siglos de antigüedad, el mayor de su clase de los que se conservan en España, es incierto, aunque la idea de hacer allí un museo de arte contemporáneo sigue siendo una de las hipótesis que baraja la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte

Jesús Álvarez

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Las Atarazanas es un edificio con ocho siglos de vida en pleno casco histórico de Sevilla. Hablamos del mayor monumento de su clase conservado en España, situado a pocos minutos de la Catedral de Sevilla, El Alcázar y el Archivo de Indias, conjunto monumental declarado ... en 1987 por la Unesco patrimonio de la Humannidad. Este edificio fue cedido por el Ministerio de Defensa a la Junta de Andalucía en 1993, que desde entonces no ha sabido qué hacer con él. Lo tuvo durante dos lustros abandonado y relegado a la condición de palomar infecto y en 2008 decidió otorgarlo en régimen de concesión a la Caixa para que hiciera allí un Caixafórum. Las trabas urbanísticas municipales hicieron desistir a la Caixa, que optó por levantar su CaixaFórum en un edificio de nueva planta situado en la Isla de la Cartuja. El tiempo le dio la razón a la entidad financiera porque ese centro lleva ya seis años y medio en funcionamiento y las Atarazanas siguen cerradas y con una obra iniciada hace un año que no tiene aún plazo de conclusión. La Junta no sabe qué hacer con las Atarazanas porque no existe ningún proyecto museográfico para este espacio, pero considera la hipótesis de abrir allí un museo de Arte Contemporáneo. Sin embargo, resulta que ya tenemos uno, en la Cartuja, con una superficie expositiva cuatro o cinco veces mayor. Y resulta también que no tenemos ningún museo de la ciudad como sí tienen otras grandes capitales como Madrid o Barcelona. ¿Hay algún sitio mejor en la ciudad para hacerlo? Los historiadores y expertos consultados por ABC el pasado domingo coinciden en que no. Como decía el historiador Pablo Pérez-Mallaína, ver allí obras de arte contemporéano sería como beber coca-cola en una copa de champán, pero con el desconcierto reinante en la rama cultural de la Consejería de Turismo y Deporte, que ha tenido a cuatro directores generales de Patrimonio Histórico diferentes en menos de un año, todo es posible.

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