crítica de música
Entre el artificio falsetista y la naturalidad
El sopranista Samuel Mariño actúa en Espacio Turina
La OBS a toda marcha
Qué hacer en Sevilla este fin de semana
Carlos Tarín
Sevilla
Música antigua en Turina
- Programa: 'Mi gran viaje por Italia'. Obras de Vivaldi, Corelli, Caldara y A. Scarlatti.
- Intérpretes: Samuel Mariño sopranista. Concerto de' Cavalieri.
- Director: Marcello Di Lisa.
- Lugar: Teatro Turina.
- Fecha: 23/02/2024.
No hubo obertura -o parecido- instrumental. Salieron a saco. La puerta se la abría Vivaldi con su 'Agitata da due venti' que, como ya anticipa el título, es un vertiginoso número operístico que Vivaldi escribió para Margherita Giacomazzi en el ... estreno de 'Adelaida', y que le iba tan bien a su voz que la reutilizó para ella en 'Griselda'. Ello obliga al cantante a unas coloraturas de vértigo apenas empezado el recital, es decir, con la voz todavía fría, con la intención de deslumbrarnos. Desde luego que Mariño lo hizo, pero tuvo como enemigo involuntario a una reducida formación (cuerdas a 1 más clave) que entraron con la misma fuerza que él. En la sección central tiene unos saltos interválicos notables, de manera que los graves quedaron como en playback, llevados por el torrente instrumental. Casi aquí anticipaba lo que sería básicamente el resto del concierto: una voz ligera, agilísima, con suficiente 'fiato' para los adornos y articulación, siempre que no descendiese la melodía excesivamente.
'Dite, oimè' lo ideó Vivaldi para el castrato Giuseppe Valentini en el papel de Morasto, y está situado entre pasajes muy virtuosos de la ópera 'La fida ninfa', dejándolo en apariencia como un 'Largo' muy 'sencillo'. Sin embargo, su construcción supone para el cantante todo un reto técnico que se esconde en los entresijos de una bellísima melodía. Estuvo introducida y luego acompañada por el violonchelo Aldo Mata, profesor del Superior hispalense, y que firmó uno de los grandes momentos instrumentales de la noche. Mariño exhibió una sentida sensibilidad, tan interesante como su virtuosismo vocal, pero nos pareció que el ascenso a las notas más altas le suponía un esfuerzo mayor que darlas propiamente.
No puede faltar en un concierto barroco que se precie alguno de los 'concerti' de Corelli, en este caso el nº 4 de la op. 6. Aquí asomaba la patita de la violín I, Francesca Vicari, con un sonido que en alguna ocasión 'chirrió' y que adoptó un aire digamos 'destemplado'. Mata volvió a sobresalir sin levantar la voz, porque se adaptaba con gran facilidad al equilibrio sonoro del quinteto de cuerdas. Y también el director anticipaba, en esta intervención completamente instrumental, su tendencia a las velocidades extremas. En concreto, en el último movimiento de este concierto es un Allegro-Allegro, que significa que las dos secciones en las que se divide tienen un mismo 'tempo', no que tenga un carácter acumulativo.
'Vanne pentita a piangere' de Caldara, aria de Santa Eugenia ('Ve ahora, arrepiéntete y llora'), no parece coincidir con la tonalidad mayor que tiene ni con un tempo 'animado' ('Andante'), a menos que se interprete como una lánguida y seductora canción de amor. Nos resultó irregular, tanto por enfoque como por una dicción poco clara; en cambio en la sección central estuvo verdaderamente bien, al igual que la cuerda, que respetó más la voz, dándole el protagonismo que le corresponde.
Y este le llegó especialmente con 'Torbido, irato e nero' de Alessandro Scarlatti que él mismo advirtió que le tenía mucho respeto por extrema dificultad sobre todo en las coloraturas, verdaderamente torrenciales a una velocidad pareja. La verdad es que Scarlatti ganaba más dinero con estas serenatas que con obras más discretas; en este caso la serenata estaba destinada a la boda del príncipe Stigliano en Nápoles en 1723 en la que esta aria resultaba culminante, no sólo por su brillantez y dificultad, sino porque la estrenó un jovencísimo Farinelli. Y por tercera vez en este mes (desde Camarena), se repetía lo que hasta ahora no solía ocurrir nunca: interrumpir el aria para aplaudir, pensando que es el final, lo que demuestra lo poco que la conocían.
Del conjunto instrumental señalaríamos que en el 'Concierto para cuerda y continuo' en Re mayor RV 121 de Vivaldi que abría la segunda parte estuvo más equilibrado, pero con la violín I incapaz de mantener la afinación medianamente, con roces… Dedos ágiles, desde luego, pero en cuanto había algún pasaje lírico no acertaba del todo.
Una de las joyas de este recital fue 'Vedrò con mio diletto', 'Il Giustino' RV 717, que se nos quedó corta. Mariño a veces da la sensación de que le falta alguna(s) croma(s) para alcanzar la plenitud de una nota; luego, y quizá por intentar controlar completamente la afinación, nos dio la sensación de que su ritmo interno no cuadraba del todo con lo escrito o con el orquestal. No vamos a decir que haya un venezolano sin ritmo, pero que no parecía controlarlo del todo; sin embargo en el 'Da Capo', adornado con agudos y trinos, este aspecto se corrigió bastante a la vez que la afinación. Esta racha prosiguió en 'Quell'augellin che canta', ('La Silvia') RV 734, con coloraturas agudas, gorjeos abundantes, todo limpio y sin aparente esfuerzo.
De nuevo Alessandro Scarlatti ponía en apuros al contratenor con 'Caldo sangue', de ('Sedecia, re di Gerusalemme'), en el rol de Ismaele moribundo, y que ha sido interpretado por muchos grandes de la lírica. Mucho mejor la voz, más cubierta, aunque -y aquí es cuestión de gustos- la sección B no nos parece que haya que cantarla a ese volumen porque, recordemos, el personaje está agonizando. Pero también pudiera ser la mejoría de la muerte.
Con «Anch'il mar par che sommerga», 'Bajazet' RV 703 de Vivaldi volvía a pedir suerte al respetable ante la dificultad del embate. Otro 'pasticcio musical' para insertar, reciclándolas, un aria que ya había compuesto para otra ópera, de gran dificultad por sus larguísimas coloraturas. Estas reutilizaciones sólo las usaba Vivaldi para los personajes buenos; para los malos recurría a las de otros compositores. Ni que decir tiene que la cantó excepcionalmente bien y que fue aplaudido como se merecía.
Sin embargo, nos pareció que en la conocidísima 'Lascia ch'io pianga', que ofrecía como propina, superaba todo lo anterior, por un registro verdaderamente pleno, con la voz igualmente cubierta, con un ritmo controlado y a la vez muy flexible y un registro a la altura de los mejores. Y es que no sabemos si su voz recurre al falsete o verdaderamente es así, porque cuando hablaba lo hacía con el mismo timbre; en este aspecto puede que también influyese una evidente hormonación, como se encargó de enseñarnos al descubrir bajo su chaqueta una camisa o camiseta transparente que evidenciaba este aspecto. Eso puede dar una sensación más 'natural' a su tesitura, siempre que cante como en este último regalo, para lo que debe -nos dio la impresión- de cuidar su voz con mimo.
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