Conciertos

La artesanía de Rufus T. Firefly no se puede entender con etiquetas

El grupo de Aranjuez llena la sala Custom con la presentación en Sevilla de su disco 'Todas las cosas buenas', en una noche llena de sorpresas e invitados

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El grupo Rufus T. Firefly anoche en Sevilla. E. M. M.

Las etiquetas sólo tienen sentido para el que las pone, no para el que las calza. Sobre todo en la música, donde la vida útil de una etiqueta es tan efímera que a veces se tarda más en nombrarla que en mantenerla. De Rufus T. ... Firefly se han dicho muchas cosas desde que empezaran a crear música hace cerca de veinte años, en su mayoría utilizando casi todo tipo de adjetivos de embalaje; siempre con en ese tono descriptivo con el que uno intenta comprender algo que le parece raro. Sin embargo, hay cuestiones que no se pueden entender con etiquetas. Y lo que hace esta banda es una de ellas.

Tiene Rufus T. Firefly una sensibilidad a la hora de elaborar las canciones que recuerda a la artesanía. Hay un espíritu creativo moldeado por la manualidad tras cada pista, tras cada instrumento. Con Rufus T. Firefly cada directo es distinto. Quizás la noche de este viernes haya sido el mejor ejemplo de ello. Dan las diez en punto, ni un minuto más, cuando Víctor Cabezuelo salta solo al escenario para tocar los primeros acordes de 'Torre de Marfil': «Tú eres mi casa / el bálsamo de mi amanecer». La formación de inicio es de «ataque en el último minuto»: todo el mundo arriba, en primera fila. Julia, Víctor, Manola. Rufus al completo. Los tres primeros temas se suceden con rapidez: los de Aranjuez no pierden el tiempo y, tras la intro, se lanzan a por el 'Coro del amanecer' y 'Lafayette'. Un poco de aquí, un poco de allí. Hay tiempo para todo. La noche se antoja larga, avisa el grupo desde sus redes sociales. Y va a haber sorpresas.

La sala Custom está llena de adeptos y curiosos. No ha sido 'sold out' por muy poco. Hay en la sala, en la noche de Sevilla, un soniquete propio de las noches importantes: un murmullo inquieto, un brillito en los ojos. «Venimos desde Aranjuez con mucho amor, Sevilla», saluda Cabezuelo desde el escenario. «En esta ciudad solo nos han pasado cosas bonitas», explica el vocalista del grupo, «creo recordar que la primera vez que estuvimos aquí fue teloneando a Vetusta Morla», detalla el artista madrileño. «Estamos felices de volver, me he vestido como Sergio Ramos para la ocasión», bromea Víctor, que lleva camisa y pantalones blancos.

El de Aranjuez se aferra a su teclado, comienza la tralla: pega fuerte el 'Polvo de Diamantes', uno de esos temas que reluce en un setlist extendido para la ocasión. «La siguiente la canta Julia», avisa erróneamente Víctor, creyendo que venía 'Ceci n'est pas un pipe', cuando en realidad tocaba 'El principio de todo'. Tras ella, ahora sí, le llega el momento a la baterista de interpretar su tema —una de las mejores composiciones de Rufus T. Firefly, sin duda—. Julia Martín-Maestro golpea fuerte [bombo, caja, bombo, caja] mientras canta: «Y hoy no soy nada / de lo que era», acompañada de un coro de voces aún suave, demasiado suave, quizás, para lo que se espera del público sevillano.

Si alguien estaba dormido o inmerso en sus pensamientos, 'El problemático Winston Smith' y 'Pompeya' son como un pellizco en el costado: el público reacciona de inmediato con una sacudida. 'Magnolia' recorre la senda que marca la banda, mientras Víctor va y viene del teclado a la guitarra, apilando un riff tras otro como si quisiera encerrarse tras una muralla eléctrica.

Uno de los momentos sorpresa de esta noche llega de la mano de Manola. La artista gaditana, afincada durante muchos años en Sevilla, juega en casa y así se lo demuestra el público, tras interpretar 'Premios de la Música Independiente' sola a los teclados, metiéndose a la sala entera en el bolsillo con la rotundidad y la calidez de su talento vocal. «Se me han saltado dos lagrimones», comenta alguien en primera fila.

Siempre cuesta, mucho más en una sala, mantener la atención del público cuando llega «la canción lenta». La balada. Esa canción cruda y sin condimentos. La gente suele aprovechar para ir a la barra, al servicio, a fumar, pero Sevilla se queda hipnotizada por Manola. Una pareja, que hasta ese momento se había pasado el concierto pelando la pava en la barra, se suelta para poner toda su atención a lo que sucede sobre el escenario. La fuerza gravitatoria de Manola es inevitable. «Esto es algo que hemos empezado a hacer esta gira, algo que hemos metido casi a última hora y es que Manola se cante una canción», explica Víctor, mientras las primeras filas gritan entregadas: «¡Mano-o-la, Mano-o-la!».

La noche coge ritmo con 'Trueno', uno de los temas favoritos de Cabezuelo, tal y como él mismo reconoce. «Está inspirada en mi coche, un Hyundai noventero que está hecho mierda. Se debería llamar el truño azul», bromea el artista. «Pero me gusta, porque resiste. Me gusta las cosas y las personas que resisten», apostilla antes de entrar de lleno en el tema. Sobrevuelan los riffs por encima de las cabezas, la melodía es como una trenza de enea que se retuerce sobre sí misma una y otra y otra vez, volviéndose cada vez más tensa, más dura, mientra Cabezuelo canta: «Todo lo que hice por el indie / y el indie no hizo nada por mí».

Tras 'Dron sobrevolando Castilla-La Mancha', Cabezuelo aprovecha para quejarse de que siempre se ha tachado a Rufus T. Firefly de hacer muchas canciones de amor, como algo despectivo. «¡No hacemos tantas!», reivindica desde el escenario. «Pero tenemos una canción de amor que es la hostia», confiesa, mientras introduce los primeros acordes de 'Nebulosa Jade' y el público grita al unísono de emoción. Desde la primera a la última fila todos celebran​ el tema. Se abrazan, cantan mirándose a los ojos, Cabezuelo aprovecha para presentar al banda y, sin dar un respiro, se adentra sin pensarlo en el ritmo de 'La Plaza'. Como si todo fuera una misma cosa: la canción, la banda, Sevilla.

La pareja de antes vuelve a abrazarse en su ebria intensidad, mientras se forman coros entre el público para bailar: la música de Rufus es toda una victoria. La celebración de que las cosas se pueden hacer de otra forma. Y eso no significa nada, no es ningún tipo de proclama ni mensaje: pero no por eso deja de ser importante. La banda hace un amago de irse, pero poco a poco vuelven a tomar el escenario, esta vez acompañados de unos invitados muy especiales: los integrantes de Vera Fauna.

«Llevamos en Sevilla desde el miércoles con unos amigos tramando una cosilla que es secreta, ¡no digáis nada!», avisa Cabezuelo, mientras el grupo sevillano toma sitio sobre el escenario para cantar 'Los Grillos'. La sala entera corea el tema del último disco de la banda sevillana, que en manos de Rufus T. Firefly tiene un toque distinto, sin cambiar nada identitario o importante. «¡Viva Palestina Libre! ¡Vivan los Rufus!», grita Kike, antes de marcharse con los puños en alto.

También lo bueno se acaba. Así que Cabezuelo lo deja claro antes de seguir: la noche va a llegar a su final, quedan tan solo tres canciones. La banda esculpe un cierre perfecto con fuerza, sí, pero también con precisión. Es un espectáculo presenciar la química de la banda en plena acción: no hay miedo a salirse del guion cuando basta una mirada para entenderse. Suenan 'Sé dónde van los patos cuando se congela el lago', 'Río Wolf' y 'Canción de Paz'. Sevilla aplaude entregada a los de Aranjuez, sabedora de que no hay etiqueta que pueda describir una noche como esta. Para qué, si no va a haber otra igual.

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