Lo que fue una vía pecuaria, una ruta histórica para el tránsito de ganado, es ahora la Cañada Real, barriada, asentamiento gigantesco, mixtura de gentes, etnias y gran supermercado de labores, tráfico y cementerio de sueños; también es el lugar en el que ha ... metido su cámara Guillermo Galoe para hacer esta película, 'Ciudad sin sueño', en la que lo real de la Cañada se entrevera con una narrativa y un modo de hacer cine en el que los juegos visuales, los cambios de colores, de luces, texturas y dramas internos, consiguen arrebatarle algo de magia a lo enormemente triste y terminal.
En nuestro hoy en día, al doctor Frankenstein le darían el Nobel y a su monstruo, una subvención. ¿Qué aporta hoy este mito?
Unas cuantas historias, en primer plano la de un adolescente, Toni (Antonio Fernández Gabarre), y su familia gitana, que chatarrean y viven la nostalgia de ir perdiendo poco a poco lo poco que tienen, mientras el ruido de la demolición o el de la llamada a la oración musulmana ocupa el paisaje. Evita su cámara el choque directo con la droga, pero vive sus minutos de película entre la realidad de esa falta de sueño o sueños de los personajes. Minutos que han tenido que ser trabajados durante años para que esa cámara, que coexiste como si no existiera entre la fauna y flora de esa selva, no espante a la 'gacela' del documento y se deje filmar, aunque sin las dentelladas del depredador y sin la sangre de la víctima.
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