la suerte contraria

Sobre el genocidio

Podemos utilizar el término 'presunto', pero eso no borra la realidad del cuchillo en la mano y la de la sangre en el suelo

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Vino tinto contra el odio

Netanyahu ha conseguido que hasta los más cafeteros nos bajemos del carro. Los que hemos defendido a Israel lo hacíamos porque eran la única democracia liberal de la zona y, por lo tanto, los únicos que jamás iban a llevar a cabo las atrocidades que ... hoy estamos viendo. Pero puestos a acabar con setenta mil personas, nada cambia el Dios al que recen. Hoy miramos avergonzados y con una inmensa pena la destrucción sistemática y planificada de Gaza, con sus habitantes dentro. Es decir, un genocidio. Como bien apunta Daniel Gascón, genocidio no es el superlativo de guerra. Tampoco es un asunto moral o político y, desde luego, no es una unidad de medida para el dolor. Genocidio es un término jurídico y, por lo tanto, su uso corresponde a los tribunales internacionales competentes, como la Corte Internacional de Justicia o la Corte Penal Internacional.

Hasta que ellos no lo usen –y lo harán– Feijóo no debe catalogarlo como tal. De alguien que aspira a presidir un gobierno se espera seriedad, madurez y que sus pasos en política internacional se den con mesura, inteligencia y anteponiendo los intereses de su país. La buena diplomacia es enemiga de las declaraciones simbólicas, de las heroicidades adolescentes y de las pancartitas rojas. La buena diplomacia se construye sobre la prudencia, el respeto al Derecho Internacional y el cálculo estratégico. No se trata de no tener principios, sino de saber cómo, cuándo y dónde defenderlos para que no se queden en retórica hueca. O peor aún, para que no se vuelvan contra quienes los proclaman. Cuando sea el momento adecuado, se usará el término, de acuerdo con nuestros socios.

Pero que no se deba utilizar el término 'genocidio' no implica que no se esté produciendo. Aunque en otros momentos hemos tenido dudas, permanecer hoy encastillados en ellas resulta pueril. Si yo veo a un señor apuñalar a otro, le puedo llamar asesino, aunque aún no esté juzgado. Porque lo es y porque lo he visto. Podemos utilizar el término 'presunto', pero eso no borra la realidad del cuchillo en la mano y la de la sangre en el suelo. Del mismo modo, que 'genocidio' sea un tipo penal reservado a los tribunales no impide que la conciencia, el lenguaje y la razón moral así lo nombren si los hechos así lo imponen. Lo jurídico no anula lo evidente, solo lo sanciona.

Sánchez y Feijóo opinan lo mismo, menos una palabra. Pueden seguir a la gresca o, de una vez, abandonar la estrategia de polarización, ya rechazada ampliamente por un pueblo cansado. Tan cierto es que Sánchez utiliza este tema porque le beneficia como que el PP lo rehúye porque le perjudica. Ambas posturas son igual de tacticistas y, aunque Feijóo esté dando los pasos correctos, la escasez de empatía y sensibilidad con la que el PP trata este tema se empieza a hacer bola. El humanismo cristiano y la defensa de la vida no son solo palabras bonitas. Son, ante todo, una obligación moral. Recogida, por cierto, en una ponencia política aprobada por el 99.72 por ciento de sus compromisarios.

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