EN LÍNEA

Alcalde en formol

Espadas se marcha sin haber sufrido en seis años más oposición que la de la pandemia; asombrosamente, pues ha gobernado siempre en minoría

TRAS mes y medio de torpe y progresiva despedida —oficialmente, porque en realidad desde verano no ha habido ni bastón ni mando—, Juan Espadas dejará de ser alcalde de Sevilla esta semana (o no) con la sensación de haberse diluido entre la indiferencia de sus ... vecinos y la certeza de haber cumplido su mandato y medio en unas circunstancias ignotas hasta esta etapa: no ha tenido oposición. El socialista no ha debido ganar una sola cana ni ha recibido un rasguño de sus supuestos adversarios políticos en estos seis años de cutis limpio y rutina gaseosa y anodina. Se ha conservado en formol. Los hay que piensan, incluso, que ha optado por la batalla regional y el asalto a la presidencia de la Junta de Andalucía porque, en realidad, en la plaza de San Francisco se aburría mirando desde su balcón la curva que dibuja el tranvía ante Filella buscando la Plaza Nueva.

El regidor abandona como y cuando han querido él y el jefe de su partido logrando una vez más, incluso, sacar adelante un nuevo presupuesto con apoyos de otros grupos. Como desde el principio. Equilibrismo, prestidigitación y debilidad del resto de formaciones se han sumado a la propia capacidad para atraer hacia el terreno del acuerdo y allanar el camino desde el primer momento. Sin curvas, sin cambios de rasante, sin firme mojado ni grietas como las de tantas calles de la ciudad. El principal partido de la oposición, el PP, ha pasado desde que Zoido perdió el poder su particular transición con luchas fratricidas que lo han erosionado enormemente y han hecho imposible cualquier acción consistente del grupo municipal, perdido en peleas intestinas y condenado a la intrascendencia merced a los pactos sucesivos del PSOE con los demás. Los populares se han rearmado —ya veremos si reunificado— justo cuando el gran rival se va. Tarde. Ciudadanos, por su lado, ha evolucionado en paralelo a la manera en que lo ha hecho el partido a nivel nacional, pasando de una entrada más o menos fulgurante y cierto crecimiento a la consolidación de la mano de Millán, al error de la reestructuración, al debilitamiento progresivo y a una situación actual entre la irrelevancia y la desaparición, absorbidos a la izquierda por los propios socialistas con los que tantas veces han pactado hasta que el alcalde no los ha necesitado y a la derecha por la leve recuperación popular y la aparición de Vox. Al otro lado del cuadrilátero, el papel de Podemos resulta paradójico y capicúa, pues a pesar de los constantes discursos críticos con el PSOE para sus bases, ayudó a Espadas a alcanzar el sillón entregando sus votos y le ha echado el cable definitivo para aprobar las cuentas de 2022 y, así, cumplir con el requisito para marcharse. Por la puerta de atrás, sí, pero levitando y perfumado.

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