QUEMAR LOS DÍAS

La música del verano

Para mí el fin de año lo marca la Noche de San Juan

La Nochevieja tiene su encanto, y se ha ganado a pulso su prestigio, pero desde hace mucho tiempo para mí el fin de año lo marca la Noche de San Juan. Porque es siempre, en estas últimas semanas de junio, como un escolar que llega ... a final de curso, cuando siento que algo muere en mí y también algo nace.

El inicio del verano es el fuego de las hogueras que todo lo quema pero también el bautismo del agua fría de la playa o de las piscinas. Olor a sardinas asadas y a crema protectora, platos de pepitas negras flotando sobre zumo de sandía —este año, quién lo diría, producto de lujo—, tomates con sal, música que se cuela por las ventanas de las casas y tardes eternas. Son las únicas semanas en las que trasnocho, y en las que incluso puedo llegar a ver amanecer, porque cuando amanece es casi de noche todavía, y eso me hace sentir vivo.

«Siempre hay que seguir, aunque solo sea por curiosidad», le dice Eusebio Poncela al joven Juan Diego Botto que flirtea con el suicidio en Martín Hache. La curiosidad es el resorte que nos anima a vivir. Pero en otro tiempo, perseguía lo nuevo en cada esquina. Hoy aprendo a apreciar todo lo nuevo que hay en cada calle conocida. Nunca me canso de viajar a Cádiz, ciudad que creo conocer bien pero que siempre me descubre cosas nuevas. La propia Sevilla se me rebela en cada paseo; uno siempre halla tesoros escondidos.

Con las estaciones pasa lo mismo. Todos los veranos son iguales pero todos son a la vez distintos. La ilusión de pensar qué nos depararán las vacaciones, los viajes programados, las veladas imprevistas, los ratos de buena compañía, todos esos rituales obran el conjuro para arrojarte sobre una evidencia tan aplastante como maravillosa: aunque te sientas resabiado, aunque creas que ya está todo dicho, nunca estarás de vuelta, siempre te quedarán cosas por descubrir.

Entre los discos que más veces he escuchado en mi vida, está sin duda el Nevermind de Nirvana. Desde que lo escuché por primera vez siendo adolescente, me ha acompañado en muchos momentos de mi vida. Vuelvo a llevarlo en el coche en estos días. Pero la semana pasada, después del Something in the way, el último tema, olvidé detener la reproducción. La pista continúa durante más de diez minutos en silencio, y de repente, en el minuto 13:52, Kobain, Novoselic y Grohl irrumpen en una especie de epílogo furioso y caótico que se dilata durante más de 6 minutos. Toda una vida escuchando el mismo disco para descubrir, más de 30 años después, de que es un disco completamente distinto gracias a un postfacio que desconocía.

Si la vida es un milagro, el verano es su materialización más lograda. Su música, mil veces escuchada, siempre suena distinta. Hay que saltar el fuego, hay que salir otra vez a descubrirla.

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