TAL VEZ FELICES
De sociólogos y túnicas
Yo de nazareno y ellas hablando de sexo
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Iniciar sesiónLos padres enseñan a decir gracias. Qué gesto tan sencillo para que la savia se abra al mundo en el futuro, o cierre puertas con agudeza. Las madres, igualmente engalanadas, tratan de dirigir la mirada con sus dedos al cuello: «Allí, Miguel». Y los niños, ... en tanto, descubren con la palma de la mano el calor de la cera. La bola aumenta de tamaño en función de la edad, como la imbecilidad. Y a los trece años todo llega a su culmen: el ser humano empieza a explorar lo insoportable de su carácter y la bola termina su ciclo, guardándose en un cajón. Los hijos tornan sus 'paters' por colegas e inician una conversación grotesca e inocente que durará, si no se prolonga la vida, hasta los veinte.
Sirve el antifaz de parapeto ante la realidad, por eso las adolescentes de mi izquierda se sienten solas en la multitud y a escasos centímetros de mi oído. La hermana de una, por lo visto, ha compartido novio con ella durante cuatro días. Fatal. Pero «nada formal», dice, «así que tranquilas, chicas». Le echo al grupito una media de catorce. Hablan de sexo sin el pudor que caracteriza estas conversaciones. Soy un veinteañero casi antiguo y casi moderno, pienso bajo la túnica, entre oraciones, pero yo a esa edad aún pedía estampitas. Justo había abandonado la idea de fundar una cofradía. Todo sociólogo, sigo cavilando, habría de infiltrarse como nazareno.
Una niña de unos cinco años se lamenta con la mano llena de caramelos: «Tendría que haber traído bolso», argumenta para sí. Será coqueta, pienso con aire bautismal. Su hermano, con unos ojos redondos y curiosos tras las gafas, está a otra cosa. Tiene la mano más vacía porque es más torpe, como su padre, aquel de allá.
El itinerario sigue su curso. Veo rostros conocidos. Masas de gente, grito y susurro. También silencio. Nada que ver tiene el público de la Alfalfa con el de las sillas. Tampoco con el que busca las estrecheces de Santa Cruz. La cofradía se abre paso entre guapos y feos. Catetos, humildes, clasistas, ataviados, dejados, solitarios, familiares…, incluso capullos, maleducados, bonachones, anormales e ingratos. El mundo está lleno de gente. Y todos vienen aquí a lo mismo por un motivo diferente.
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