Andalucía, de cine

Tregua

Y como hay veces, aunque sean escasas, en las que amanece cuando más falta hace, hoy es Domingo de Ramos

Pérez de los Cobos, vientres de alquiler; Anita Obregón marcando el paso. María Gámez y su marido. Amor en tiempos revueltos, qué bonito es decir te quiero si ves la cartera llena. El tito Berni, putas, droga y corrupción. Ya ni rock'n roll. Presos ... etarras a su casa, violadores a la calle, ley de 'sólo sí es sí'. Tamames y Dragó comiendo marisco y decidiendo España; menores cambiando su sexo también porque sí. Trenes que no caben en los túneles que los han de engullir, mientras nos comemos el perdón a los golpistas, caricias en el lomo a los independentistas que nos desafiaron y mano ancha para los malversadores (de la cuerda). Cuántas más tragaderas pueden hacernos falta. Un presidente falaz y sin escrúpulos, un líder de la oposición estático, una extrema izquierda alocada, entre el Cantajuegos y las señoritas Rottenmeier, una derecha recalcitrante que da risa o miedo, según uno se levante.

Precios que se disparan, sueldos que no alcanzan. Carros de compra que duelen, hipotecas que amargan. Bancos que quiebran, tipos de escaso interés que se nos hacen los interesantes. Una guerra que haces muy mal en olvidar. Calor que achicharra, ni gota de agua. El campo, agostado en primavera. El incendio forestal de julio, en marzo. Qué no vendrá en verano.

A todo esto, súmele usted sus circunstancias personales.

Es complicado vivir; peor es no hacerlo. Pero lo que es seguro es que hay momentos en los que necesitamos una tregua. Parar, resetear, poner el contador a cero. Dejar de pensar, abstraerse. Un paso atrás para tomar impulso. Un momento de reflexión para poner las cosas en su sitio, en su estricta medida.

Y como hay veces, aunque sean escasas, en las que amanece cuando más falta hace, hoy es Domingo de Ramos. Como si todo estuviera estudiado, se abre un paréntesis capaz de mandar todo a un segundo plano. Cuando repiquen las campanas y se escuchen rechinar los goznes de las puertas, cuando atruenen las trompetas y nos embriague el incienso, cuando nos reencontremos con nuestro yo de siempre absorto ante el misterio, comprenderemos la importancia de relativizar cualquier problema. Y daremos las gracias por tanto.

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