Andalucía, de cine
El cortijo y Doñana
Doñana es un gran problema. Su degradación, un fracaso de todos. Pero para ellos no es la cuestión; ésta es quién tiene las llaves del cortijo
Cuando en enero de 2019 comenzaron a llegar los autobuses llenos de abuelitos y liberados sindicales a rodear el Parlamento Andaluz para 'saludar' grácilmente la toma de posesión de Juanma Moreno, nadie se acordó de Doñana. Herido y desnortado el ejército rojo, pasó los primeros ... años de gobierno de cambio como pollo sin cabeza buscando con qué atizar al nuevo presidente. Creyeron tener suerte. Se encontraron con que el Covid desastró el ya desde mucho antes desarmado sistema público de sanidad y fue como el que ve agua y dice ¡el mar! Gran éxito en sus soflamas: el pasado mes de junio, mayoría absoluta del PP. Resultado inusitado en el antes llamado 'cortijo andaluz'.
Vuelven los clásicos. Y el lenguaje les revela en su impostada indignación. «Doñana no es el cortijo de nadie», grita Pedro Sánchez. En efecto. Doñana es un gran problema. Su degradación, un fracaso de todos. Pero para ellos no es la cuestión. El asunto es quién porta las llaves del cortijo, ahora devenido, según la ministra Ribera, en «esquinita». En una taifa a reconquistar.
Se meten con Vox por negar la legitimidad del gobierno de Sánchez. Hacen bien. Pero son incapaces de interiorizar que Andalucía ya no es suya. Y que recorre otra senda que por el momento convence a ciudadanos de dentro y asombra a los que miran desde fuera.
Por eso ahora es Doñana, como lo siguen intentando con la sanidad, ahora con la milonga de que se privatizan los médicos. Mañana será otra cosa. Porque sigue desgañitándose el presidente y nos lo explica aún mejor. «Doñana no se toca», dice. Por supuesto. Salvo para pasar las vacaciones. Aparte el veraneo, es lo que hicisteis durante años. Dejarla morir sin tomar medidas. Sacar a los agricultores de la regulación sin los riles de levantar las raíces de las fresas. ¿Medisteis tal vez la expansión turística de Matalascañas? Tampoco se acordaron. Y ahora, los pelos tiesos.
La ley de PP y Vox será lo que sea. Como todo, es cuestionable. Pero por sí sola no es la puntilla al acuífero, como se está vendiendo intencionadamente. Y nos lo han dejado bien claro, con el paroxismo de su iracunda reacción. Siguen sin saber cómo perdieron el cortijo.
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