Trampantojos
La semana del souvenir
En estos días veremos desfilar por Fitur el mundo empaquetado como los calcetines y camisas en una maleta
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sE avecina semana de tópicos turísticos o, al menos, el dilema sobre cuál es la metáfora de nuestra identidad, las imágenes que conforman el imaginario de lo ... que acaso sea Andalucía. En unos días veremos desfilar icónicas imágenes en Fitur, esa Feria del Turismo que intenta resumir el mundo empaquetado como los calcetines y camisas en una maleta.
También en una maleta ha intentado llevarse el alma de Sevilla la política Hillary Clinton en su fugaz visita a la ciudad. Aunque me temo que lo que la ha acompañado en su viaje de vuelta no sea más que la habitual muestra de clichés que suele ofrecerse a los turistas: tapas, flamenco -o quizás sucedáneos- y fiesta, mucha fiesta y olé. Acaso en el recorrido por el Alcázar y la Catedral habrá intuido lo que esta ciudad histórica ha sido en los catálogos de la belleza. Esperemos que del Alcázar se haya llevado algo más que la visión de uno de los platós de 'Juego de tronos'. Y ojalá que al pasear por la Catedral alguien haya tenido la caridad de contarle que las Gradas fueron el Wall Street del siglo XVI donde comerciaban los mercaderes de la Carrera de Indias. Y donde tenía lugar el trajín de negocios de la primera ruta de la globalización, la del Galeón de Manila. El mundo moderno antes de que ellos -los norteamericanos- creyeran que lo habían inventado todo. En fin, ojalá se lleve estas historias además de los souvenirs y bagatelas que de seguro le habrán regalado para su maleta de turista los que creen que representan las esencias de Sevilla.
Ya decía Ortega y Gasset que esta ciudad era un inmenso teatro y sus habitantes actores de una gran función. Ése ha sido el papel de muchos sevillanos desde que los viajeros del XIX nos 'descubrieron'. Con el Romanticismo llegaron los forasteros que encontraron el último paraíso exótico de Europa en el sur del sur. Aquí se podía vivir la aventura española, toda una promesa de sensorialidad y pasiones extremas. Aquella promesa hizo que Sevilla -y el resto de Andalucía- se convirtiera en destino preferido de los viajeros del norte. Esa mirada 'del otro' ha marcado nuestra propia identidad. Porque el sevillano se adaptó a esa mirada para no decepcionar a los viajeros que querían contemplar el pintoresquismo prometido en versión de comedia o de tragedia pasional como la descrita por Mérimée en su novela 'Carmen'. Es así como la ciudad se convirtió en un hermoso ballet titulado 'Sevilla', tal y como apuntó Ortega y Gasset en su 'Teoría de Andalucía'.
Tradicionalmente los viajeros se llevaron en la maleta su novela, pintura o partitura de la ciudad. Esos cuadernos de viaje con sketches de sus aventuras meridionales. Luego, los viajeros románticos que escribían, pintaban o componían óperas se fueron transformando en masas de turistas y los recuerdos creativos quedaron convertidos en souvenirs de tópicos portátiles. Y así seguimos. No sabemos qué idea del alma de la ciudad se habrá llevado Hillary Clinton ni si le habrán contado la clave del misterio revelada por Luis Cernuda. Ese sueño esquivo y huidizo que los andaluces llevamos dentro.
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