todo irá bien
Pablo Carles
Ganaron porque los Estados siempre ganan. Y ganaron porque los bandidos siempre pierden
Tu grito, tu ira, tu mueca
La maldad catalana
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Iniciar sesiónPablo Escobar empezó a morir el día que creyó que podía doblegar al Estado colombiano. Fue una muerte lenta, sangrienta, desoladora. Pero muerte. Su muerte. Lo mataron. Y él lo sabía, porque no era ningún idiota, él sabía que morir o pudrirse en una ... cárcel americana era el único destino que le esperaba. Y es cierto que pese a que a su final estaba escrito, y escrito –y esta es la paradoja– por él mismo, Pablo Emilio Escobar Gaviria ganó algunas batallas por el camino. Algunas fueron estampas inolvidables por su cruel habilidad y el ridículo que hicieron las fuerzas de seguridad colombianas, a veces impotentes, a veces sobornadas y casi siempre superadas y asesinadas.
En Soacha, los sicarios contratados para asesinar al doctor Luis Carlos Galán Sarmiento también se pusieron gorros blancos para distinguirse entre ellos. Este mes de agosto se cumplen 35 años de aquel vil atentado. Pero al final, a Pablo lo cazaron. Les costó, lloraron y se desesperaron. Pero lo cazaron. Y no es el Estado colombiano un Estado especialmente brillante, ni especialmente eficaz, ni especialmente reconocido por sus éxitos en la lucha contra el crimen organizado. Colombia es un gran país, en el que probablemente se habla el español más bonito del mundo, pero es débil como Estado, y pobre, y ni aun así el hombre más rico de su tiempo pudo con él, ni ofreciéndose a pagar su deuda pública consiguió postrarlo. Ganó el Estado. El Estado de los mediocres, el Estado de los imperfectos; ganaron los que tantas veces se avergonzaron de ser funcionarios colombianos, los que se sintieron burlados, asaltados, violados en su más íntima condición de ciudadanos libres e iguales. Y ganaron porque los Estados siempre ganan. Y ganaron porque los bandidos siempre pierden. Pablo en su parábola jugó también al ilusionismo: creó no sólo una inmensa fortuna y un ejército de sicarios que parecía invencible, sino el mito del paisa anti imperialista y patriota y solidario, Medellín sin tugurios, barrios nuevos para los más desfavorecidos. El supuesto patriota arruinó y desangró a Colombia y no por patriotismo: no quería ser extraditado porque la justicia americana no podía comprarla, a diferencia de la colombiana. Tampoco en verdad ayudaba a los pobres a progresar porque su forma de darles trabajo era convertirlos en sicarios y narcotraficantes, y por lo tanto en jóvenes cadáveres. ¿Se imprimen todavía camisetas con la cara de Escobar y hay series que lo presentan como un héroe? Sí, y son célebres las leyendas sobre cómo escapó de La Catedral y escondía la coca en las llantas de los aviones y se escondía él en sus fincas ultrasecretas y burlaba a la Policía. Pero mataron a Escobar y el Estado colombiano persiste.
Puigdemont llegó, hizo su pedorreta y se fugó de vuelta a Waterloo destruyendo para siempre el prestigio de la única estructura de Estado real que tiene Cataluña, que es su policía. Ayer tomó posesión como nuevo presidente de la Generalitat Salvador Illa.
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