vivimos como suizos
Derecho a la vulgaridad
Tendemos a elogiar el buen gusto de Xavi Alonso con su casa en El Viso y a laminar a Yamal por su fiesta
La normalidad
La ficción
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Iniciar sesiónNo tengo certeza alguna con los enanos. Me convencen los que consideran denigrante que se contrate a personas con enanismo para diversión de otros, así como los propios enanos que defienden ganarse la vida. «En Barcelona, la celebración de despedidas de soltero y soltera ... alcanza un nuevo nivel de diversión y originalidad con nuestro servicio de alquiler de enanos. Si no queréis parar de reír y queréis que el novio o la novia pasen un poco de vergüenza, nuestros enanos son perfectos para vosotros». Así se anuncia el negocio en una web. La canción tradicional, sevillana o para niños, es cancelable según las miradas: «Me casé con un enano pa' jartarme de reír». Tiene razón la web en lo de «si queréis que el novio o la novia pasen un poco de vergüenza, nuestros enanos son perfectos para vosotros». ¿Quién no va a pasar vergüenza con ese regalo? ¿A quién no le va a dar vergüenza ajena una fiesta como la de Lamine? O la de Jeff Bezos en Venecia. Las costumbres de otros, ricos o pobres, nos parecen intolerables. ¿Qué es eso de sacrificar un cordero en la terraza de mi edificio? ¿Qué es eso de llevar 28 vestidos?
El viejo anuncio de Licor 43 empezaba con la petición de contraseña en la puerta de una fiesta. El acceso se lograba diciendo: «Guerra a la vulgaridad». Tendemos a alabar el buen gusto de Xabi Alonso con su discreción y su casa en El Viso frente a los cumpleaños de Ronaldo, de Lamine o las casas en La Finca. Cuando se publicó, me leí 'Mal gusto' (Debate), de Nathalie Olah. Me pareció lleno de obviedades y de algún disparate (¿pues no dice la tía que Merle Oberon «no llegó a ser jamás un nombre popular y conocidísimo»?). Una obviedad: «Leyendo a Ruskin y a otros, terminé comprendiendo que las nociones de gusto pueden vincularse a la riqueza y al poder, y formar una de las dimensiones más emocionales, y más socialmente excluyentes, del sistema de clases en que vivimos».
Ojalá la contraseña en la fiesta de Yamal, para enanos y más altos, hubiera sido: «Derecho a la vulgaridad». Que le den al buen gusto, diría el padre de Lamine vestido de Burberry.
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