ARMA Y PADRINO
Premio literario de moral irreprochable
Las personas no cambian, no aprenden, no se arrepienten ni enmiendan sus errores, ni sufren por ellos, ni los lamentan
Escribir para el censor
La paradoja Sánchez
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Iniciar sesiónA la alcaldesa de Valencia le parece una provocación innecesaria que un señor que fue condenado hace 22 años por un delito de violencia psíquica a su exmujer se presente a un concurso literario sobre igualdad. Supongo que para la alcaldesa de Valencia, como ... para Carlos Gardel, veinte años no es nada (qué febril la mirada), como nada es que se haya saldado una deuda con la justicia. Por ese motivo, ante semejante acto de amoralidad y perversión (escribir sobre igualdad, madre del amor hermoso), ha suspendido la entrega de premios en la que el susodicho había quedado finalista y ha pedido un informe a los servicios jurídicos. Es importante, ante casos tan graves como escribir sobre un tema social, averiguar si hay algún resquicio al que agarrarse, uno que corrobore el juicio moral ya emitido y que permita, no solo quitarle el título de finalista (no hay premio en metálico) sino, yo qué sé, prohibirle en el futuro acercarse a un lápiz a menos de quinientos metros.
Me imagino que, de poder, la alcaldesa de Valencia pondría letras escarlatas en las pecheras de aquellos que alguna vez se comportaron de manera ignominiosa para que la ciudadanía entera sepa la calaña de los individuos con la que se cruza cuando pasea por la calle Colón o la plaza de la Reina. Porque, como todo el mundo sabe, las personas no cambian, no aprenden, no se arrepienten ni enmiendan sus errores, ni sufren por ellos, ni los lamentan. Ni tienen derecho a todo ello. Los errores deberían perseguirnos por siempre jamás. Y si no se encarga la justicia de ello (ni las bases de concursos locales de relatos) tendrá que hacerlo la autoridad municipal, como antaño lo hizo el capellán. O el tribunal del Santo Oficio. Cosa diferente sería que una mujer se presentara a alcaldesa de Ávila habiendo sido condenada por asesinato o que más de cuarenta condenados por pertenencia o colaboración con ETA (siete por asesinato) concurran a las elecciones autonómicas. Que están mucho mejor haciendo política que matando y es un triunfo de la democracia.
El caso es que la alcaldesa de Valencia ha suspendido una entrega de premios porque resultó finalista una persona condenada hace 22 años. Y lo que de ello podemos concluir es que, de no mediar animadversión personal u hostilidad ideológica, la alcaldesa de Valencia considera que las deudas con la justicia nunca se saldan y deben tener consecuencias en nuestras trayectorias vitales. Así que, intuyo, la alcaldesa de Valencia no cree en la reinserción social, como contempla nuestra Constitución, sino en una necesidad de extensión punitiva que vaya más allá de lo estipulado legalmente y sin posibilidad alguna de extinción. Algo así como una permanente moral revisable que lastre la vida civil hasta el fin de los días. No parece muy justo ni muy ajustado, pero quién sabe si de ahora en adelante será necesario el certificado de penales para presentarse al concurso de paellas o al de 'albaes' a la Mare de Déu.
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