Perdigones de plata

Saliva de madre

La saliva materna cicatrizaba heridas, reparaba cabelleras y tonificaba el cutis

Proyecto de momia

Arriba Europa

Ante nuestros ojos estalla un fértil mundo mañanero al cual conviene sacarle provecho para demarrar la jornada con buen humor. Vale, te pilla recién duchado, aunque con la legaña todavía velando tu entendimiento, pero basta con fijarse, y esto se consigue al liberar la napia ... de la pantalla del móvil. Observar, chequear, radiografiar, descubrir y…concluir. El breve paseo entre el quiosco y mi morada ofrece estampas magníficas. Ayer detecté a una madre con su pequeñuelo. La criatura lucía una raya capilar sobre el hemisferio derecho de su cráneo trazada con tiralíneas. Era un linde glorioso. El resto de la cabellera se aplastaba contra su cabeza sin un maldito pelo rebelde rompiendo la simetría.

Recordé, entonces, cuando las madres nos plantaban como a una lechuga frente al espejo, antes de arrastrarnos al cole, para peinarnos. Inundaban tu testa a base de agua del grifo, o de colonia cuando las grandes ocasiones, y dibujaban esa estría blanca con mano de delineante hasta que lograban la perfección deseaba. Si de camino a las aulas una ventolera te provocaba un remolino, desenfundaba su arma definitiva: la saliva. Remojaba la mano con su límpida saliva y te planchaba el desaguisado. Sin problemas. La saliva materna cicatrizaba heridas, reparaba cabelleras y tonificaba el cutis. Eso sí era un elixir prodigioso. Cierto es que, con ese pelazo lustroso, te concedían aire de viejo prematuro, o de chupatintas covachuelista de un lóbrego chiringuito de los años 50, o de falangista camisa nueva atento a las nuevas oportunidades, o de representante de vajillas Duralex. Pero aquello curtía, y también imprimía cierta rectitud para afrontar la vida, porque la vida era eso, ir limpio y con una raya fetén sobre el coco. Hoy, lo habitual es cruzarte con chavalines de pelopincho, acaso teñido de azul como el de una 'Charo' sanchista profesional, incluso con aro tribal entre las fosas nasales. Y lo mejor de aquellas madres de saliva cristalina es que jamás nos hubiesen remolcado hacia escuelas libertarias o antisistema.

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