Perdigones de plata
Orejas de coliflor
Cuando inicias una guerra contra alguien interesa saber contra quién te enfrentas
Bola de fuego
No binario
Nunca te metas, pero nunca, con ese tipo escuchimizado de semblante bonachón y mirada inexpresiva que yace en la barra si luce orejas de coliflor. Aunque su aspecto desprenda tono feble, aunque se te antoje que no es sino un canijo que saldrá huyendo al ... ladrarle, si exhibe orejas de coliflor ni se te ocurra faltarte con él porque besarás la lona antes de que descubras la furia que se precipitó contra tus huesos. Las orejas de coliflor, tan chuchurridas, son la marca que evidencia que te plantificas ante un peleador verdadero, coriáceo, no ante un pijo de gimnasio que le mete un par de galletas al saco de boxeo los viernes por la tarde para sentirse todo un hombre. Pocas bromas con los que gastan esos pabellones bacheados, asincrónicos y reducidos a una pulpa tortuosa y bulbosa. Esas orejas son el fruto de los impactos demoledores que separan la piel del cartílago, y representan el emblema del peligro, del que no sólo conoce el arte de propinar recios fostios, sino también, que es más importante, de encajarlos.
Cuando inicias una guerra contra alguien interesa saber contra quién te enfrentas. Y me temo que Sánchez no acertó al batallar contra Milei porque el argentino seguro que, bajo sus espesa melena de viejo roquero tronado, gasta orejas de coliflor. Sánchez es tirando a fatuo, ya sabemos que está encantado de conocerse, camina erguido como el socorrista veraniego de la piscina del club social de la urbanización que alardea entre los bañistas. Milei destila carisma estrambótico, gracia inspirada en los oscuros callejones de los gatos pardos, colmillo de cocodrilo y retranca porteña. Además, las cuchufletas, pronunciadas con el acento argentino, hieren con mayor fundamento. Soltar lo de «ya tengo 'match point' a Pedrito» supone irrespetar a nuestro presidente de una manera feroz, y eso sólo lo dispara un tipo con orejas de coliflor. Una máxima básica de la vida nocturna y la diurna nos asegura que nunca, pero nunca, hay que combatir contra un menda que luce orejas de coliflor. Vencerá él. Siempre.