PERDIGONES DE PLATA
A la caza
Necesitamos a los cazadores y disfrutamos en los toros. Y no pedimos perdón por ello
Supersalidos
La 'estrema' derecha
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Iniciar sesiónLa realidad es una apisonadora lentorra que aplasta cualquier veleidad, incluidas las que intentaron modificar nuestras existencias cuando la primera ola del grasiento bienquedismo. La hispana horda de esa cosa llamada 'woke' colocó en su punto de mira a un par de colectivos: los aficionados ... a los toros y los cazadores. Les brindaron tratamiento de enemigos de la humanidad. Les deshumanizaron. Les vapulearon. Les insultaron. Eran mala gente. Peor, eran asesinos natos o espectadores cómplices de toricidios sobre el albero mientras sonaba un pasodoble.
A los cazadores les otorgaron locoide frenesí de gatillo como si fuesen Albert Finney disparando su metralleta Thompson de voluptuoso cargador redondo en 'Muerte entre las flores'. «El viejo todavía es un maestro de la Thompson», dice un personaje de la película para recalcar el virtuosismo de pólvora que atesora el capo. Pero ni a Delibes, ni a otros amantes de la práctica cinegética, les ha detectado uno esa sed de sangre. Más bien al contrario, todos confiesan que, en bastantes ocasiones, regresan de sus aventuras rurales sin haber disparado ni un tiro. Ahora, caminar han caminado más rato que un club de senderistas 'singles' que se apuntan a la andariega actividad con la esperanza de encontrar pareja. En cualquier caso, por culpa de la peste porcina, de repente, la masa que nunca opina les suplica que emprendan batidas contra los jabalíes con la impedimenta del desembarco de Normandía. La realidad, siempre la cruda realidad. A los taurinos les persiguieron con brío y saña, pero estos, en vez de refugiarse resignados en las catacumbas como los primeros cristianos, aguantaron el tipo y ahora los jóvenes llenan las plazas. A ciertas edades nada atrae tanto como las prohibiciones descalabradas… Hemos sufrido un ecologismo cochambroso y delirante que te impide trincar la caída piña de un monte o limpiar los matorrales de los barrancos, pero la realidad les ha derrotado. Necesitamos a los cazadores y disfrutamos en los toros. Y no pedimos perdón por ello.
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