Perdigones de plata
Supersalidos
Feijóo ha calificado a Salazar de «guarro». Como insulto desprende un tono de chavalería futbolera
La 'estrema' derecha
La primera vez
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Iniciar sesiónCuando observas a Paco Salazar parece que te estampes contra una accidentada copia de la fotocopia de una caricatura de un imitador de Los Morancos. Alguien que, en definitiva, se gana la vida disparando chistes soeces en garitos de tercera, con risas enlatadas, alquitranadas, y ... taburetes de 'skay' tan de interiorismo puticlubesco. La mirada en verdad entre batracia y saltona de este hombre quizá nos indica que estamos ante un romántico equivocado, o ante un seductor que erraba en sus grotescos avances, o ante un tipo que se creía un Beau Brummel de modales harto lúbricos. No sé qué pensar, la verdad. No logro entender sus bárbaras pretensiones como de hombre supersalido. Y a su edad. Y con su posición. Y tan amigacho de Sánchez. Y justo ahora. Me pinchan y no sangro.
Leí en alguna parte que Einstein, en la cumbre de su gloria, cuando recibía a una periodista que le iba a entrevistar, salía del cuarto de baño luciendo albornoz, fingiendo que su vestimenta era casual. Así pues, su chufa juguetona se le escapaba insinuante. Ups, que el pajarito quiere volar, qué cosas. Si esto es cierto, que yo no estaba allí, nada nuevo pues bajo el cosmos. Feijóo, muy digno, ha calificado a Salazar de «guarro». Como insulto desprende un tono de chavalería futbolera en el patio del cole. Si hubiese soltado «Salazar es un rijoso extremo» irrumpiría algo de tono literario, aunque un tanto folletinesco. Al menos Salazar no ha vociferado lo de «soy feminista porque soy socialista». Ahí ha mostrado una prudencia que no evidenciaba con su comportamiento de lujuria desbocada. Le investigan, además, porque «trabajó» durante cinco años en el ayuntamiento de Dos Hermanas y se sospecha que no pisaba ese foro. Vamos, que cobraba por la jeta. Esto es, sin duda, otro sucio desliz. Se conoce que las marranadas nunca van solas. Y mientras tanto, las bravas compañeras del PSOE, o sea la ministra Montero y Rebeca Torró, intentaron ocultar sus pendencias de machista calenturiento. Esta complicidad de silencio mafioso también suena muy guarra.
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