tiempo recobrado
Elogio de la Transición
Lo que se hizo fue pasar de un régimen autoritario a una democracia parlamentaria sin derramar sangre
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Iniciar sesiónLa nostalgia ya no es lo que era, decía Simone Signoret. Nada es como era para los que nacimos en los años 50 y nos deslizamos hacia la vejez. Hay un sentimiento de añoranza inevitable que genera el espejismo de que todo tiempo pasado fue ... mejor.
Probablemente, estoy muy condicionado por la edad al mirar hacia atrás, pero más sesgada todavía me parece la visión de la Transición que reflejaron las palabras de algunos diputados en la reciente moción de censura. No faltó quien afirmó que aquella etapa fue un apaño para que el franquismo quedara exento de responsabilidades penales y que la democracia nació lastrada por vicios que hoy arrastra.
Podemos, los partidos nacionalistas e incluso un sector del PSOE se abonan a esta tesis, reforzada por la nueva ley de memoria histórica que extiende las sospechas de violaciones de los derechos humanos hasta incluso el primer Gobierno de Felipe González.
Cada uno es libre de interpretar la historia como quiera. Eso no supone relativizar los hechos. Solamente admitir que hay muchas formas de entender el pasado. Pero creo que el revisionismo sobre la Transición peca de una mezcla de desconocimiento y sectarismo e incurre en un sesgo retrospectivo que confunde lo que sucedió con el presente.
La Transición fue una época convulsa y problemática, en el contexto de una grave crisis económica y de una fuerte conflictividad social. Pero los partidos se pusieron de acuerdo en algo esencial: que había que evitar a toda costa el enfrentamiento entre los españoles que condujo a la Guerra Civil y a casi cuatro décadas de dictadura. De ese espíritu nació la Constitución.
Es un error establecer una oposición entre aquellos tiempos y éstos, entre la España de Adolfo Suárez y la de ahora, entre quienes como Tamames protagonizaron la Transición y la actual generación de políticos. No sólo no hay ningún antagonismo, sino que además el progreso social y las libertades de hoy vienen de lo que se hizo entonces. Y lo que se hizo fue pasar de un régimen autoritario a una democracia parlamentaria sin derramamiento de sangre y con un amplio consenso.
España es en 2023 un país mucho mejor que en 1975. Ha dado un gran salto en todos los ámbitos. Y, sobre todo, es un Estado en el que existe libertad. Si hay un deterioro de las instituciones y una falta de impulso en la regeneración democrática, la culpa no es de la generación de Suárez, Fraga, González y Carillo. Es de los políticos que hoy se sientan en el Congreso.
Descargar la responsabilidad de los problemas del presente en lo que hicieron otros hace mucho tiempo es una tentación en la que ya cayeron los tiranos griegos y los emperadores romanos. Nada nuevo bajo el sol. Pero, como apuntaba Sartre, no hay cosa más cambiante y moldeable que el pasado. Cada uno se forja el suyo.
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