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LA TERCERA

Tocqueville y nuestro populismo

«Nuestro ordenamiento constitucional de 1978 no difiere del ideal tocquevilliano. Para desmontarlo, nuestros populistas presentan un amplio frente apoyado por partidos anticonstitucionalistas que invoca su mayoría parlamentaria»

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CARBAJO&ROJO

Pedro Fraile Balbín

Hace ya casi dos siglos que el joven Alexis de Tocqueville (1805-1859) se embarcó en el puerto de El Havre para explorar los Estados Unidos de América. No estaba interesado en el país ni en sus peculiaridades –de hecho, sentía, como buen francés, un ... cierto desdén paternalista hacia lo americano–, sino que fue a estudiar un fenómeno social nuevo, desconocido y sorprendente que empezaba también en Europa: la democracia, la transición desde un sistema jerárquico de relaciones basado en vínculos aristocráticos a otro basado en la igualdad entre todos. El objetivo de Tocqueville era analizar los orígenes de esta nueva forma de convivencia, los principios en los que se mantenía y el futuro que le esperaba. Y con razón, no se sentía muy optimista. Una buena parte de sus dos grandes obras –'Democracia en América' (1835-1840) [DA] y 'El Antiguo Régimen y la Revolución' (1856) [ARR]– está dedicada a advertir de los peligros que acechan los regímenes democráticos, y muy especialmente las amenazas internas que la propia democracia podría generar contra sí misma. Lo denominó despotismo democrático: «un pueblo compuesto de individuos casi idénticos, una masa uniforme reconocida como la única fuente de soberanía, pero cuidadosamente destituida de sus facultades de control al gobierno» (ARR). Tocqueville predijo una situación política en la que la pasión ardiente, insaciable, eterna, e invencible por la igualdad que genera la democracia hiciese que muchos confundiesen la una por la otra y que la tiranía de la igualdad diese lugar a un estado en el que la indiferencia personal frente al poder de la mayoría se convirtiese en una virtud pública (DA). «La democracia no tiene en lo sucesivo nada que temer de sus adversarios. Es de su propio interior de donde saldrán sus corruptores y sus amos» (DA).

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