renglones torcidos
Padre e hijo
Los nacidos antes de los 80 deberían caer en la cuenta de que una paz a costa de víctimas silenciadas no es paz
Invitados destructivos (21/12/2023)
Esto sí que no lo vimos venir (14/12/2023)
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Iniciar sesiónDesde hace unos años estamos de moda todos aquellos que tenemos formación filosófica. Este repentino interés por la materia es muy positivo cuando se intenta evitar que las democracias constitucionales sólo escondan un oligopolio económico mundial disfrazado de oclocracias nacionales. El principal problema que puede ... ofrecer esta inclinación por el mundo de las ideas es parecido al de aquel que pasa por la universidad, pero la universidad no pasa por él. O al de quien usa los datos como un borracho una farola: buscar dónde encontrar apoyo, no iluminación. Esta realidad se constata especialmente en Twitter, donde gente de todo tipo de ideología esgrime frases sueltas de pensadores a los que no han leído o, si los han leído, no han sido capaces de digerirlos. Ante este tipo de personas aconsejo cautela o, como diría Descartes, no te fíes del 90 por ciento de las cosas que veas en redes sociales.
Quizá por esto en muchas ocasiones prefiero el arte a la filosofía para poder penetrar de una forma más directa y asequible en ciertas realidades humanas. Hannah Arendt es una filósofa y periodista fundamental para entender el siglo pasado y el actual, pero películas como 'La lista de Schindler' tienen capacidad para llegar a más gente. A un nivel más epidérmico y, por tanto, también susceptible de equívocos fatales, como la obsesión actual de ver fascistas por todas partes, algo que no le ocurre a quien haya digerido a Arendt. Volvamos a lo popular: una de mis canciones preferidas es 'Father and son' (Padre e hijo) de Cat Stevens. En ella, un hijo anuncia a su padre que necesita volar, descubrir cosas nuevas, mientras éste le aconseja ir a lo seguro, transitar el mismo camino que recorrió él. Quédate aquí, forma una familia: mírame, estoy en casa y soy feliz. ¿Quién tiene razón? Ambos. Los mayores aportan la sabiduría de la experiencia, sus descendientes el ímpetu y energía de la juventud. El problema no radica en la disparidad de opiniones, sino cuando se produce una incomprensión tajante entre unos y otros. Algo similar está ocurriendo en política: quienes disfrutaron la tranquilidad política y social de los años 90 no caen en la cuenta a veces que esta se produjo a costa de acallar muchos problemas que nos han explotado en la cara a quienes éramos niños en aquella época, especialmente a quienes vivimos en territorios independentistas. Quizá a nosotros nos falte comprender que a nuestros mayores les asuste que se destruya la paz y convivencia que tanto costó conseguir. Pero los nacidos antes de los 80 deberían caer en la cuenta de que una paz a costa de víctimas silenciadas no es paz. Y que la batalla dialéctica no es guerra, sino pura democracia. [Estas serán mis últimas líneas en ABC; quiero agradecer a Julián Quirós el haberme acogido en esta casa pero, sobre todo, a los lectores que hayan tenido a bien leerme con paciencia, caridad y, espero, un poco de interés].
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