TIRO AL AIRE

Fiebre

En vez de confiar en la nostalgia por la salud, debería trabajar un recuerdo más vívido de la enfermedad

Hay otro Bernabéu; éste es su legado

Soy autónoma, ¿te hago Bizum?

De la impotencia a la impaciencia pasando por la incredulidad –¿cómo ha podido pasarme esto a mí?–, de todos los estados mentales que nos visitan junto a la enfermedad, mi (único) preferido es la nostalgia. Esa melancolía de salud que por coincidencia gráfica sería más correcto llamar saudade. ... Es el recuerdo del estado de felicidad corporal. El anhelo de volver al hogar sano.

Me gusta aferrarme a esa emoción no por tristeza sino por felicidad futura. Y no sólo la del primer día de recuperación. Cuando por fin puedes levantarte de la cama, separarte del termómetro, despedirte de los pañuelos, los mareos y el dolor de cabeza es jornada festiva. Recuperas la energía y te crees una persona invencible. Y así llega otra vez la rutina, la lista de quehaceres y las prisas y se nos olvida lo principal, que sin salud, nada más. Que la versión más viva de ti mismo es algo que hay que disfrutar y valorar. Que somos unos privilegiados si nuestro engranaje orgánico funciona. Que hay que prevenirse de contagios y que, aunque existan pequeños tropiezos inevitables, hay que estar siempre ojo avizor.

Pero no, esa gratitud de vuelta a la salud sólo nos dura unas horas. Volvemos a confiarnos, como si el cuerpo se cuidara solo, se regenerara solo, mantuviera solo su reserva de defensas. Como si diera igual lo que comes, cómo lo comes, lo que te mueves y por dónde y hasta qué piensas. Como si no existieran virus y bacterias.

Cada vez que me bajan las defensas y vuelvo a caer me prometo a mí misma no olvidarme de todo esto. Juro que cuando me cure, voy a vigilarme y atenderme mucho más. Mi propia palabra se esfuma pronto. Quizá debería probar otro sistema. En vez de confiar en la nostalgia por la salud, debería trabajar un recuerdo más vívido de la enfermedad. Como escudo protector a la inversa. Saudade del dolor. A ver si funciona como prevención.

Para que no vuelva el dolor quizás hay que tenerlo más presente. Es cuando se nos olvida que nos despistamos. Ignoramos los síntomas que nos hablan. No escuchamos a los profesionales ni buscamos un diagnóstico a tiempo… Es tan humano creerse fuerte. Hacer como si nada. Tirar para delante. Ignorar los avisos del propio cuerpo. Hasta que regresa el padecimiento a mostrarnos lo frágiles que somos. Otra vez, sólo caeremos en la cuenta de la importancia de la salud cuando la cosa se ponga fea y el tratamiento sea urgentísimo. Con el riesgo de que la enfermedad se convierta en crónica. De nuevo, vuelta a empezar: impotencia, impaciencia e incredulidad. ¿Cómo ha podido pasarnos, otra vez? Entonces, nos flagelamos al reconocer lo torpes e ignorantes que fuimos al dar por hecho que siempre, pasara lo que pasara, nos tratáramos como nos tratáramos, disfrutaríamos de salud. La historia es igual para lo individual que para lo colectivo. Con las democracia pasa lo mismo. Darla por hecho, creernos inmunes e ignorar la fiebre no nos salvará de nada.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios