café con neurosis
El maniqueísmo como salvavidas
«Si los caballos están en la cuadra y Manolo se encuentra en la cuadra, Manolo es un caballo»
El cambio perpeuto
Normalidad española... singular
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Iniciar sesiónCuando las mentiras son tan abundantes y repetidas que incluso a los compañeros de trinchera política les empieza a dar vergüenza defenderlas como verdades; cuando las expectativas de voto decaen de manera constante y continua, y ni siquiera el servilismo de un sociólogo es ... capaz de enmendar con sus encuestas manipuladas, porque es una tendencia inalterable; cuando no se puede salir a la calle sin el peligro de una bronca por parte de los ciudadanos; cuando hasta en el exterior han salido las noticias de la corrupción familiar y los antaño gratificantes viajes a otros países se han transformado en una insatisfacción; y, en fin, cuando la acariciada y fiel soberbia debe someterse casi a diario, y obligar al soberbio a ponerse de rodillas, y a tender la mano para solicitar un voto secesionista, por caridad… Entonces, ya sólo queda el recurso de acudir al maniqueísmo, y extender el miedo a los otros, con el silogismo trucado de siempre: «Si el judío Netanyahu, que manda sobre los judíos de Israel, es malo, los judíos son malos», «Si la extrema derecha es perversa, Feijóo es un perverso, porque cualquier día se abrazará con la extrema derecha», «Si los caballos están en la cuadra y Manolo se encuentra en la cuadra, Manolo es un caballo».
Mane, o Mani, fue un profeta que vivió a principios del siglo III después de Cristo. Creó una empanada filosófico-religiosa, donde mezcló algo de Buda, algo de cristianismo, un poco de Platón, varias gotas de Zoroastro y le salió que el mundo se divide entre los buenos, o sea, nosotros, y los malos, es decir, los otros. Naturalmente, cuando impera el maniqueísmo los malos dicen que los buenos son ellos
El terreno está fértil gracias al intrínseco separatismo, porque los nacionalistas son maniqueos de manera intrínseca: los buenos, los perseguidos, las víctimas, mientras el Estado son los malvados, los perseguidores.
El mejor ensayo general de maniqueísmo tuvo lugar en España, cuando el PSOE perdió las elecciones de 1934, y Largo Caballero dijo que las urnas no expresaban de manera fidedigna el sentir de la clase obrera. Y se intentó el golpe de Estado de Asturias. Luego, en las elecciones de 1936, ganó la derecha, pero hubo un pucherazo de izquierdas y dijeron que habían ganado ellos, los buenos. A los pocos meses hubo otro golpe de Estado, que derivó en una guerra civil, en la que, según el maniqueísmo, sólo hubo torturas, fusilamientos, atropellos y crímenes diversos por parte de la derecha.
Todos los problemas del país han pasado a segundo plano. Lo importante es decir que por muy torpe que sea el Frente Popular del siglo XXI, son los buenos, y todos los que no sean de izquierdas –sean dubitativos centristas, derecha o extrema derecha– son los malos. Y por muy mal que lo hagan los buenos no podemos consentir que vengan los malos.
El maniqueísmo es el último salvavidas de Pedro I el Mentiroso. Y es muy fácil de vender.
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