café con neurosis

El gobernador gobernado

No era Rosa Park, negándose a sentarse en la parte de atrás del autobús, sino un funcionario digno, como lo fue José Luis Escrivá

Una lenta agonía

Bancos... ¿patriotas?

Incluso en las biografías más aburridas y anodinas hay un momento en que cualquier persona sufre la presión de un superior, o de una persona con poder e influencia, que le insta a mirar hacia otro lado o poner la firma en un documento ... en el que se comete una injusticia. O puede que, por ideología o partidismo sectario, se haga algo semejante. En cualquier biografía. Y hay que comprender las circunstancias que rodean esa decisión –desde el agobio económico hasta el intercambio de un favor semejante, cuyo beneficiario va a ser un hijo necesitado de protección– para acercarnos no a la justificación, sino a la observación de la especie humana, donde los héroes, o los dignos 365 días al año, no abundan.

Lo que me resulta más difícil de entender es que personas con una trayectoria humana y personal limpia y relevante, hacia la etapa final, después de haber superado obstáculos, tentaciones y compromisos, se sometan de manera mansa y sumisa a intereses, amigos o tentaciones sectarias, sabiendo además que su decisión no va a pasar inadvertida.

Fue notorio que el fiscal general del Estado se convirtiera en el Fiscal General al Servicio del Presidente del Gobierno; que sucediera algo semejante con el presidente del Tribunal Constitucional –con menor asombro, porque ya había antecedentes conocidos–, y que parte de la Abogacía del Estado confunda el Estado con la familia y los amigos de Pedro I, El Mentiroso. Lo que me ha resultado asombroso es que una persona inteligente, de limpia y larga carrera profesional, con cargos de gran responsabilidad en España y en Europa, durante los mandatos de José María Aznar y Mariano Rajoy, y que no fue un ministro especialmente sectario con Pedro I, El Mentiroso, haya cometido el inmenso error de comportarse, siendo gobernador del Banco de España, como un sumiso criado de los intereses de Pedro I, El Mentiroso, y, transformar una respetable y necesaria institución en Banco de Propaganda del Gobierno, adulterando los informes objetivos y convirtiendo lo que eran estudios veraces en panfletos de publicidad. A consecuencia de esta servil maniobra, el director de Economía ha presentado su dimisión, porque no quería ser cómplice de la indignidad.

Y no, no era Rosa Park, negándose a sentarse en la parte de atrás del autobús, sino un funcionario digno, como lo fue José Luis Escrivá Belmonte, que empezó su carrera profesional precisamente en el Servicio de Estudios del Banco de España. A lo mejor se ha olvidado de sus principios. Porque si hubiera recordado sus primeros pasos de brillante economista habría sentido un razonable orgullo por haber alcanzado tantas metas.

Parece que ha pesado, mucho más, el manso agradecimiento al político más mentiroso que ha existido en España desde el final de la dictadura. Lástima. No hay que olvidar nunca los principios.

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