café con neurosis

El boquirroto de guardia

Me parecen más peligrosos los cínicos y los taimados, pero el peligro es que los jefes de Estado de otros países no se atienen a sutilezas

Me comeré mis palabras

«¡Qué escándalo! ¡qué escándalo!»

Contaba Alfonso Ussía, senior, que le propusieron a Franco a una persona como candidato a la alcaldía de Madrid (el nombre no viene al caso). Franco se resistía a acceder, con parsimonia galaica, y los proponentes, al advertir el escaso entusiasmo que provocaba su iniciativa, ... insistían todavía más en los méritos del propuesto para desempeñar el cargo de alcalde. Llegó un momento en que la insistencia era tanta que Franco se sinceró: «Ustedes y yo sabemos que Fulano es tonto, pero si lo nombran alcalde de Madrid se va a enterar todo Madrid». No recuerdo cómo terminó la anécdota, pero parece que se enteró todo Madrid.

Hay un personaje en España, miembro del Consejo de Ministros, que antes fue alcalde Valladolid. Y, en Valladolid, me imagino que estaban al tanto de sus características y cualidades. Claro, al nombrarle ministro, esas cualidades y características han pasado a ser de conocimiento, si no de toda España, al menos de quienes atendemos a la actualidad, tanto desde dentro de los medios de comunicación como desde quienes son consumidores de las noticias y contenidos de esos medios.

Siempre he sido de bares y tabernas. Y allí he aprendido y vivido situaciones que no se dan en las aulas, ni se aprenden en los libros, o se aprenden de una manera menos teórica y más socrática. Esa experiencia me sirve para distinguir al chulo, al fantasioso, al pelotas y al boquirroto, personajes que se pueden encontrar, no sólo en las tabernas, sino en los ministerios, en las universidades, en las empresas, y hasta en los consejos de administración. Naturalmente, las formas del chulo de cátedra son diferentes, y el alto funcionario fantasioso se expresa de otra manera, mientras el pelotas y el boquirroto suelen manifestarse casi igual, pero con vestimenta de sastrería cara.

El boquirroto de guardia del Gobierno, puede llamar «sinvergüenza» a un consejero, «lameculos con sueldo» a los periodistas, «manipulador» a un sindicato policial, «testaferro con derecho a roce» a la pareja de una presidente autonómica... Etcétera, etcétera.

El problema del boquirroto es que no conocía los límites municipales y, hace nada, ha traspasado los límites nacionales, y sus insultos han derivado en un conflicto diplomático internacional.

Confieso que agradezco la sinceridad de actuación del boquirroto, porque sería un mal jugador de póker: siempre enseña las cartas. Me parecen más peligrosos los cínicos y los taimados, pero el peligro es que los jefes de Estado de otros países no se atienen a sutilezas, y no pueden comportarse de manera permisiva cuando les insultan.

El ministro de Asuntos Exteriores, que ya tenía bastante trabajo ocupando a todos sus amigos en embajadas, y disimulando su falta de méritos, ahora tiene que limpiar la porquería que extiende el boquirroto, más allá de nuestras fronteras. ¡Luego dirán que el pescado es caro!

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