la tercera
Doña Leonor en Portugal
Los ritmos de la Corona son distintos de los que mueven a los gobiernos, y su rumbo debe dirigirse siempre hacia todo aquello que significa permanencia
El Muro de Berlín de Hispanoamérica
El legislador desatado
Leopoldo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín
Qué satisfacción da celebrar sin reserva alguna un acierto político y hacerlo además con la alegría asociada a un momento fundacional y juvenil. Un gran acierto ha sido sin duda que el primer viaje oficial de la Princesa de Asturias más allá de nuestras fronteras sea a Portugal ... . Los ritmos de la Corona son distintos de los que mueven a los gobiernos, y su rumbo debe dirigirse siempre hacia todo aquello que significa permanencia. Pocas cosas hay en la vida española tan permanentes como la presencia portuguesa. Ni siquiera Francia nos ha acompañado de una forma tan antigua y continuada como Portugal. Ciertamente, los acordes sinfónicos franceses han dominado a veces la escena española, pero la segunda voz portuguesa les ha ganado en persistencia, en proximidad y en dulzura.
Se preguntará quizá el lector impaciente si estas reflexiones tienen sentido en la época de la globalización. Pues bien, es precisamente la globalización la que da sentido a lo que aquí se escribe. La facilidad y la multiplicación de los contactos internacionales exigen reforzar la capacidad nacional de discernimiento, de modo que las prioridades se fijen con tino y las energías, siempre limitadas, se concentren en lo que verdaderamente importa. No me refiero a las decisiones económicas y empresariales, que han de guiarse ineluctablemente por las leyes del mercado, sino a las opciones políticas, culturales e incluso biográficas.
Camoens, que con otros muchos portugueses y españoles de su siglo protagonizó la primera globalización de la historia, tiene un verso famoso que refleja los peligros del despliegue planetario. Escribió Camoens que había dejado su vida «pelo mundo em pedaços repartida». La lejanía de la patria y la frecuentación de muchos países pueden, en efecto, astillar y desnaturalizar la personalidad si se aflojan las ataduras fundamentales. Y no tenemos que salir de 'Os Lusiadas' para encontrar una escena que muestra la conmovedora importancia de lo propio en tierra extraña, y que ya hace años traje a esta página. Cuando Vasco de Gama desembarcó en Calcuta se encontró allí, por en medio de la multitud abigarrada, con un moro tunecino que se dirigió a él en castellano. Camoens dice que el capitán portugués lo abrazó alegremente, «ouvindo clara a lingua de Castela», oyendo clara la lengua de Castilla.
Vasco de Gama oía el castellano y lo sentía como algo propio. Ya por entonces era el Romancero un patrimonio común de castellanos y portugueses, ese Romancero que muchas veces cantaba historias de reyes y de reinas y cuyo espíritu invisible será uno de los mejores aliados de Doña Leonor cuando llegue a Portugal. Es verdad que los romances ya no se recitan como antaño, pero su eco, escolar o literario, sigue resonando, como resuena un nombre –Leonor– que lo fue también de cuatro reinas portuguesas. Sólo a una joven princesa española pertenece el privilegio de inscribir en filigrana su eufónico nombre en el antiguo pentagrama hispano-lusitano. No hay mejor manera de cumplir con la misión que la Constitución encomienda a la Corona de asumir la más alta representación de España en las relaciones con las naciones de su comunidad histórica, entre las que la primogenitura corresponde a Portugal, que luego creó con nosotros el mundo iberoamericano.
En el mismo sentido, nada que sea portugués nos debe resultar ajeno, y de ahí el acierto de constituir a Portugal como primera prioridad de nuestra política internacional, sin dejarse despistar por la grande polvareda de la globalización. Evitaremos así el error de los británicos, que con el Brexit abandonaron a la Europa próxima para abrazar una hueca e inexistente 'Global Britain'.
Por lo demás, a la historia medieval y moderna se une la contemporánea para dar al viaje de Doña Leonor una significación especial. La monarquía parlamentaria española de la Constitución de 1978 tiene algunas de sus raíces en Estoril, el Estoril de la infancia de Don Juan Carlos, el Estoril de «las playas solitarias, plácidas y últimas del invierno portugués» de las que hablaba Ramón Gómez de la Serna. Y la actualidad añade algún dato interesante. A la vuelta del verano tomará posesión como presidente del Consejo Europeo el ex primer ministro portugués António Costa, y durante su presidencia, menos atareada que la de la Comisión, pero de alto valor simbólico, podrá tener lugar algún evento importante de significación hispano-lusitana, además de europea. Por otra parte, es sabido que Portugal y España organizarán, junto con Marruecos, el Mundial de Fútbol de 2030. Cuando España ganó el Mundial en 2010, 'The Times' escribió que ya era hora que el trofeo fuera para «such a serious football nation». Dado que los portugueses comparten con nosotros eso de tomarse el fútbol muy en serio, hay mucho y bueno que esperar de esa empresa común luso-española.
Hablábamos antes de Francia y querría terminar esta Tercera con el esbozo de una idea de procedencia francesa, que tampoco hay que descuidar la vertiente pirenaica de nuestras relaciones fundamentales. Durante el siglo XIX, España adoptó con bastante éxito el sistema francés de Administración pública, con sus grandes cuerpos de funcionarios y su estructura territorial, y completó la red de Reales Academias que desde el siglo anterior se habían venido constituyendo, también bajo inspiración francesa. Pero hay una pieza que falta: la École Normale Supérieure, esa gran escuela y universidad parisina que desde 1794 ha sabido canalizar y promover los mejores impulsos literarios, políticos y filosóficos que ha dado Francia. A ella perteneció el sucesor de De Gaulle, Georges Pompidou, profesor de literatura y autor de una admirable antología de la poesía francesa. A ella quiso pertenecer Emmanuel Macron, aunque luego se quedó –no está mal– en enarca. De este modo, vistas las carencias que en el orden literario y humanístico tiene la política española, y la vida española en general, propongo la creación de una institución del más alto nivel que reúna bajo un mismo techo a los mejores talentos juveniles españoles y portugueses que quieran dedicarse al cultivo de las lenguas de Cervantes y de Camoens. Y que un día muy lejano, la Reina Doña Leonor presida la apertura de uno de sus años académicos.
es jurista
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