EL ÁNGULO OSCURO
Periodismo lacayo
El teatrillo del doctor Sánchez sólo puede convencer a personas con graves distorsiones cognitivas
Pucheritos para retrasados mentales
El enigma de Dios
En la glosa de la chusca comparecencia del doctor Sánchez del pasado 12 de junio no se ha comentado apenas la penosa impresión ofrecida por los periodistas allí reunidos, en el turno de preguntas posterior, aliñado para que no pudiera decirse que el doctor Sánchez galgueaba ... , como hizo en Paiporta. Todos los periodistas intervinientes –con la única excepción de Fernando Garea, quien al menos puso sobre el tapete las «responsabilidades políticas» del doctor Sánchez– hicieron preguntas mansurronas e inanes.
Al parecer, los periodistas a quienes se concedió la posibilidad de preguntar eran de medios afines al partido de Estado. Y en más de una ocasión, al responder, el doctor Sánchez llamó a los periodistas por su nombre de pila, rasgo pringoso de confianza que hiede a compadreo (los gerifaltes sólo retienen el nombre de los plumillas que les abrillantan el bálano). ¿Habría sido previamente pactado (o sea, dictado desde Moncloa) aquel repertorio de preguntas estólidas, que en lugar de poner en dificultades al doctor Sánchez le daba pie para que siguiera endilgándonos su farfolla, convenientemente salpimentada de pucheritos? Se trata de una posibilidad muy desalentadora; pero sospechamos –más desalentadoramente aún– que ni siquiera existía un pacto previo, sino que los periodistas actuaron así 'motu proprio', convencidos de que preguntas tan poco incisivas eran precisamente las que debían formular, para que nadie pudiera acusarlos de participar en la «máquina del fango». Este periodismo pavisoso que, ya sea por conveniencia, servilismo o afinidad ideológica, no se atreve a desafiar las narrativas oficiales, sino que las consolida disimuladamente (bajo una pátina postiza de independencia), se ha convertido en una plaga.
Me sorprendió mucho, en un primer momento, que fuesen los medios más amorrados a la teta próvida de Moncloa los que antes airearon el informe de la UCO; pero enseguida comprendí la razón. Durante meses, se habían dedicado –como obedientes perrillos falderos– a estigmatizar a los medios que habían osado anticipar algunas de las revelaciones del susodicho informe; pero, viendo que tales revelaciones (hasta entonces tildadas de bulos) se volvían incontrovertibles, decidieron, bajo la fachada de una supuesta denuncia, afianzar la narrativa inverosímil del doctor Sánchez, que posa de víctima «in albis», como si no hubiese mantenido con los pájaros que regentaban el patio de Monipodio en Ferraz una intimidad entrañable y no los hubiese bendecido con los puestos más encumbrados, en recompensa por los servicios prestados. En lugar de hurgar en esa clamorosa inverosimilitud, el periodismo lacayo ha decidido reforzarla, fingiéndose independiente e inquisitivo. El teatrillo del doctor Sánchez sólo puede convencer a personas con graves distorsiones cognitivas; pero este periodismo lacayo es el rabadán que lo pastorea.
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