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EL ÁNGULO OSCURO

Antonio Gala

Allá en la infancia había querido ser «ebanista, como Jesús», antes de descubrir los precipicios del amor oscuro

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Juan Manuel de Prada

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Seguramente no pueda decirse tan atinadamente de nadie como de Antonio Gala que cambió el oro de la gloria por la calderilla de fama. Había sido un niño pitagorín y devoto, allá en la Brazatortas natal que borró de su biografía, por parecerle que ... el topónimo lo avillanaba; y luego fue un jovencito envenenado de poesía en Córdoba, donde acuñó un personaje, entre árabe y romano, entre sensual y senequista, que convertiría en marca personal. Allá en la infancia había querido ser «ebanista, como Jesús», antes de descubrir los precipicios del amor oscuro. Y, amalgamando ambas querencias en revoltijo, ingresó en un monasterio cartujo donde quiso arrimar cebolleta, logrando que le dieran pasaporte a la vida civil. ¡Oh, rigores de la Iglesia preconciliar!

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