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La suerte contraria

Una sociedad xenófoba

El límite para un musulmán ha de ser el mismo que para un judío, un cristiano o un ateo: la ley

Kroos: el arte de cortarse la coleta

Un Ortega en la derecha

José F. Peláez

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Pertenezco a una generación privilegiada que nació con la Constitución, en democracia y libertad. Salvo excepciones –que las hay– se trata de una generación con una tolerancia extraordinaria en todos los ámbitos, también en el sexual, el religioso y el racial. Nos educaron bien, vaya. ... Y, por ello, nos da exactamente igual que a alguien le gusten los hombres o las mujeres, que sea blanco o negro o que crea o no en lo que mejor le parezca. Porque todo eso es circunstancial, no se elige y, por lo tanto, no puede definir a una persona. Lo que la define, en todo caso, es su actitud, sus códigos y el respeto que muestre al resto y que sepa ganarse para sí mismo. Y digo que esa tolerancia es extraordinaria porque no es lo normal desde el punto de vista estadístico, aunque lo sea desde el moral. Desgraciadamente las generaciones más jóvenes son mucho más intolerantes, están más fanatizadas y, lo que es peor, poseen convicciones xenófobas tanto a derecha como a izquierda.

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