Los jóvenes españoles se muestran intolerantes con los que no comparten su forma de divertirse
En la práctica, creen que hombres y mujeres deben mantener sus diferencias en cuanto al tipo de música, forma de vestir y la violencia en los videojuegos
MADRID. Aunque los estudios han revelado que los jóvenes españoles se muestran muy tolerantes ante cuestiones de un profundo calado moral, como que exista libertad para abortar y que se aplique la eutanasia a todo aquél que la pida, no reflejan esa misma actitud ante ... un joven diferente a ellos. Rechazan a los que no siguen el modelo de comportamiento comúnmente aceptado y consideran «raros» a los que optan por otras actividades y gustos diferentes a los de la mayoría. Es decir, desprecian a los jóvenes que no son rebeldes, idealistas o viven la cultura del ocio de manera a veces extrema. Incluso a quienes no consumen sus mismas marcas, escuchan la música que ellos consideran «genuinamente joven», no trasnocha hasta altas horas de la madrugada, no bebe alcohol o no consume drogas. Porque, en definitiva, hacer todas esas cosas es lo que para ellos -y para la sociedad, en general- significa «ser joven».
Ésta es una de las principales conclusiones a las que ha llegado la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) y el Instituto de la Juventud (Injuve), tras cruzar los datos de seis investigaciones realizadas a lo largo de los últimos tres años entre adolescentes de 14 a 24 años. Ambas instituciones explican que la razón de que exista esa contradicción en los jóvenes -tolerancia hacia el aborto y la eutanasia, pero rechazo ante el diferente- se debe a que realmente no se implican moralmente en esas cuestiones, sino que piensan «a mí no me importa, que cada uno haga lo que quiera».
En ese intento por conocer la realidad cultural de la juventud, y cuyas primeras pinceladas se dieron a conocer ayer en Madrid, los datos también revelan que existen otras contradicciones en este colectivo. Si bien, los jóvenes admiten -en teoría- la igualdad de hombre y mujer, en la práctica muestran algunos reparos. «No están bien vistas las chicas que, por ejemplo, escuchan música de chicos, leen publicaciones destinados a ellos, o que consumen alcohol, utilizan marcas típicas de chicos o juegan con videojuegos dirigidos a hombres. También ocurre el caso contrario, se ve raro al chico que quiere ser cocinero. En definitiva, asumen todos los estereotipos que marcan diferencias entre hombres y mujeres», explica el director de la FAD, Ignacio Calderón.
Otra de las tendencias detectadas es que los jóvenes de hoy han abandonado el dinamismo de generaciones anteriores. «Ya no suponen un motor de cambio -indica Calderón-. No se implican en las responsabilidades sociales, no tienen interés por la política, ni realizan protestas ante situaciones injustas...». Por el contrario, su estilo de vida gira en torno al tiempo de ocio, hasta el punto de que dividen la semana en dos periodos claramente diferenciados: los días laborales, para el estudio y el trabajo, y el fin de semana para los amigos y la diversión. Periodos en los que cambian por completo sus horas de sueño y actividades, produciéndose durante sábados y domingos las conductas de mayores riesgos (actos vandálicos, conducción imprudente de vehículos bajo los efectos del alcohol, etcétera).
Relación con los adultos
En el trasfondo se aprecia que los adolescentes «tienden a la normalización, a seguir la conducta de la mayoría. Para ser joven hay que ser normal y hacer lo que hacen los demás», explica Calderón. Un comportamiento que viene inculcado por los adultos, según el director de la FAD, porque «ellos han sido quienes han trasladado valores como el dinero, el hedonismo, la inmediatez o el bienestar a los adolescentes. Éstos los asumen y los hacen propios y se resignan porque piensan que al final serán como ellos». No obstante, los adultos admiten su parte de culpa.
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