la suerte contraria
El péndulo corto
El mayor éxito de Vox ha sido hacer creer a la mayoría de españoles que, en realidad, son minoría
Campoamor amordazada
El 98 del 78
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Iniciar sesiónAl delirio de la izquierda en la Segunda República le sucedió el del nacionalcatolicismo. Y a ese, el felipisimo. Al felipismo, el aznarismo. Al aznarismo, Zapatero, la máquina más perfecta jamás diseñada para crear votantes de derechas, que nos trajo a Rajoy. Y tras ... él, Sánchez. A la locura 'woke' le está sucediendo una ola reaccionaria y neotradicionalista –posible oxímoron–, y al autoritarismo sanchista le sucede el autoritarismo de la extrema derecha. Es el péndulo de siempre, la acción y la reacción, la tercera ley de Newton. Solo que esta vez los ciclos se acortan y al hartazgo 'woke' se le empieza a unir un hartazgo paralelo a la reacción consecuente. No ha terminado de llegar y ya se percibe el cansancio; no se ha acomodado del todo y ya no podemos más; apenas ha enseñado la patita y ya estamos pidiendo la hora.
Ya hemos leído todos los artículos del mundo anunciando que vuelve el catolicismo y ni uno solo con la sofisticación para advertir que el catolicismo solo llegará cuando cale su mensaje. Mientras tanto, lo que llega es su enemigo, el esteticismo superficial, la utilización de la Cruz para lo identitario –es decir, lo opuesto a la universalidad católica–, los mensajes protestantes de Kirk, de Trump, de Bukele, de Bolsonaro, de Orbán, de Farage, de Weidel, de Hofer, de Wilders –ni uno solo católico– y de sus cachorrillos ibéricos, nuestros vomitadores de tibios, ya en guerra abierta con la Conferencia Episcopal y con todo lo que les enfrente a la realidad de su nihilismo travestido de cruzada.
El mayor éxito de Vox ha sido hacer creer a la mayoría de españoles que, en realidad, son minoría. La realidad es que los que quieren Constitución, estado de bienestar, economía de mercado, democracia liberal, Europa y pluralismo son muchísimos más de los que cuestionan la Carta Magna y al Rey, y ansían un estado jacobino, una aspiración totalitaria y xenófoba, una economía socialfalangista, el aislamiento internacional y confundir la fe de sus mayores con esa turrita de pastor protestante de doce años y doce millones de tuits. Cuando los españoles se miren y se sumen, verán quienes eran más y quienes menos. Y ya llegarán los jóvenes, que de momento lo que nos demuestran es que tantos años de educación socialista habían de tener, necesariamente, consecuencias.
Es el sino de los tiempos: la tecnología lo acelera todo y aunque la turra progre no se ha terminado de ir, el tostón del tradicionalismo 'hakuna', del protestantismo camuflado y del guerraculturalismo importado ya empiezan a cansar. Los péndulos empiezan a unirse en una sola danza y la consecuencia no se limitará esta vez al eje derecha-izquierda sino a algo más profundo, al eje liberal-iliberal, tolerante-intolerante, pluralismo-uniformidad, que, a su vez, viene marcado por las redes. Cuando la sociedad sea capaz de abandonarlas, abandonará también a los discursos que las habitan y se terminarán de una vez los péndulos y quienes les dan cuerda, como botafumeiros sin incienso. Pero con cierto olor a podrido.
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