La huella sonora
Los comuneros de Castilla
El 23 de abril celebramos nuestro día. Quizá nunca tuvo sentido conmemorar una derrota y menos ahora: rememorar una revolución liberal en 2025 es sacar un paraguas en medio de un tiroteo
Saturados de política
La tradición según Tangana

En el reino de Aragón tienen a san Jorge, que durante la Reconquista se aparecía en un caballo blanco para ayudar a matar musulmanes. En el reino de Castilla tenemos a Santiago, que durante la Reconquista se aparecía en un caballo blanco ... para ayudar a matar musulmanes. Tengo la íntima sospecha de que, en realidad, se trataba del mismo, no creo yo que los santos se repartieran la Península como si fueran competencias administrativas. Y menos para matar, que ni es católico ni es un hecho diferencial ni nada. Pero claro, entiendo que en el medio del fervor guerrero tampoco es plan de detener la contienda para preguntar a la misteriosa aparición: «Perdona, ¿usted es Santiago, san Jorge o solamente uno que pasaba por aquí?». Como si fueras Tezanos.
Después a Santiago lo llamaron Jaume y, a Jorge, Jordi. Pese a lo que el nombre puede dar a entender, 'el Jordi' no era un chaval de Manresa sino de la actual Turquía. Y este miércoles en Cataluña, como en resto de Aragón, celebran su día. Allí lo hacen regalándose libros y rosas, es decir, adornos para el salón. En Castilla todo eso nos parece muy bien, muy folclórico, muy fenicio. Aunque echamos de menos que alguien diga que el 23 de abril también celebramos nuestro día y conmemoramos una derrota, la de los comuneros frente a Carlos V en la campa de Villalar. En realidad, eso tampoco es cierto, el día solo se celebra en parte de Castilla, en la actual Castilla y León. Y ni siquiera: en León no quieren saber nada del tema, a pesar de haber sido uno de los núcleos más importantes de la rebelión. Abjuran de su historia, ellos sabrán por qué. Pero es que en Castilla también abjuramos, para qué nos vamos a engañar, a nadie le importa el tema, así que no celebramos nada, pero aprovechamos para ir a Ikea a por una estantería y a la farmacia a por antihistamínicos.
Por mi parte, cada año pongo el disco de 'Los Comuneros', del Nuevo Mester de Juglaría. Mi hija y yo lo cantamos juntos como en su momento hice con mis padres. Pero Castilla ya no existe, es solo un lamento. Y nuestra historia tampoco, debe parecer poca cosa haber cambiado el destino de la humanidad con nuestras leyes, nuestra lengua y nuestro concepto del hombre. En mi tierra preferimos ver Netflix, hacer un pollo asado y aprovechar para hacer limpieza general. Y pese a eso, cuatro locos seguimos intentando contar a nuestros hijos que, en el siglo XVI, Castilla tuvo un adelanto de la Ilustración en forma de humanismo, un protoliberalismo acompañado de una producción científica, cultural, artística, y jurídica de primer orden, un intento de limitación del poder real, una exigencia de respeto a la representatividad de las Cortes y un juramento de los fueros –es decir, del derecho–, como paso previo a la coronación. En 1700 Locke, era esclavista. En Castilla la esclavitud la había abolido Isabel la Católica, es decir, la abuela de Carlos V. En la Controversia de Valladolid se debatió el justo título sobre América, algo que, a los ingleses –que aún a fecha de hoy consideran que cualquier 'res nullius' es propiedad de la Reina–, evidentemente les suena a chino, porque mientras en Castilla brillaba la Escuela de Salamanca, allí se limitaban a pastorear ovejas en los Cotswolds.
En Castilla, tuvimos razón antes de tiempo y eso es imperdonable. Y más hoy, cuando el mundo desprecia la superioridad moral e intelectual de lo liberal y se entrega libremente al salvajismo del autoritarismo iletrado. Quizá nunca tuvo sentido celebrar una derrota. Pero menos ahora: rememorar una revolución liberal en 2025 es sacar un paraguas en medio de un tiroteo. Y, visto así, casi mejor nos encomendamos a san Jordi.
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