la huella sonora
OK, 'boomer'
Nuestro punto de llegada es su punto de partida y lo que nosotros llamábamos aspiracional es lo que ellos consideran 'necesidad básica'
La vida se abre paso en Porto
El hundimiento
Grupo de escolares antes de examinarse de la PAU
Se ha instalado entre los jóvenes la falsa creencia de que el resto de generaciones lo hemos tenido fácil; que hemos accedido sin problemas al mercado laboral, cobrado unos sueldazos y, como consecuencia, adquirido viviendas como churros. Y por eso hemos podido tener hijos, ... casita en Denia y un par de coches. Y, después, todavía nos daba para ahorrar, salir a cenar dos días por semana y apuntarnos al club de tenis. En fin, todo el que tenga más de cuarenta años o de cuarenta neuronas sabe que eso es falso. Pero es el relato interesado que les han contado para convertirlos en rehenes de los mesías y vendedores de crecepelo. Si no hay víctimas no hacen falta salvadores.
Y ha calado. Primero se lo contaron unos y ahora se lo cuentan otros, pero la historia es la misma: liberarlos de responsabilidad individual y hacerlos creer que están sujetos a las circunstancias mientras ellos les siguen repitiendo la patraña esa de que son «la generación mejor preparada de la historia». No lo son. La formación personal excede el ámbito académico y la mayor parte de ellos están muy poco formados. Pero, sorprendentemente, la trampa sigue funcionando y cada vez que alguien les dice esto, responden lo mismo: «OK, boomer».
Con ese término hacen referencia a los 'baby-boomers', la generación nacida entre 1946 y 1964. Y, tomando la parte por el todo, la palabra evoluciona hasta convertir 'boomer' en sinónimo de trasnochado, pasado de moda y rancio. Este desprecio que muestran es evidentemente defensivo. Así evitan aceptar la realidad de que hoy sigue habiendo gente que trabaja mucho -que produce mucho-, que es capaz de brillar y que, como consecuencia, progresa económicamente. Es el juego de causas y efectos y hoy sigue habiendo personas con talento, que se esfuerzan y que llegan. Con un matiz: en 1978 nacimos en España 636.000 personas. En 1995, solo 363.000. Es decir, nos ha tocado competir con mucha más gente que a una persona de treinta años.
Y no es que hayamos vivido algunas crisis, es que hemos vivido en crisis permanente: la reconversión industrial de los 80, la del 92, la de las puntocom, la crisis financiera de 2008, la crisis de deuda de 2010, la de la pandemia y la actual energética e inflacionaria. Hemos nacido en una España fea y contaminada, en una España pobre y atrasada llena de yonquis que se picaban -y se morían- mientras jugábamos al fútbol. Una sociedad violenta y deprimida y abandonada en las zonas rurales. Y la epidemia del sida. Hemos salido adelante como hemos podido con ayuda de nuestros padres, trabajando para pagarnos los estudios y aceptando empleos precarios con la certeza de que con tiempo, esfuerzo y talento podríamos, con suerte, llegar a lograr algún día todo lo que ahora se ve como 'normal'. Nuestro punto de llegada es su punto de partida y lo que nosotros llamábamos aspiracional es lo que ellos consideran 'necesidad básica'. Hemos compartido ropa con nuestros hermanos, heredado sus libros y rayado los discos de tanto escucharlos. Siempre sin un duro. Vivir bien era un sueño, no una reivindicación.
Y todo eso lo hemos hecho porque hemos trabajado más y hemos vivido peor que ellos. El joven medio de hoy tiene cosas que ni el más afortunado de mi generación soñaría. Y todo esto gracias a nuestros padres y nuestros abuelos, que han vivido todavía peor que nosotros, con una sanidad inexistente o, cuando menos, tercermundista, una inflación desbocada y una España gris, triste y famélica en la que ni siquiera había retrete en muchas casas. En el 94 había un 24% de paro. Hoy es sencillamente inexistente. No es que hubiera crisis de vivienda, es que cuando mis padres se casaron se fueron a vivir una habitación con derecho a cocina. Y estaban contentos porque tenían sueños y no solo rencor. Esta generación comenzó a trabajar a los 16 y no se quitaron el mono hasta los 65, creando una España próspera. Y todo para que vengan ahora estos chavalillos a decirles que son unos privilegiados, que lo han tenido fácil, que ellos son los verdaderos culpables de su situación y que hay que recortarles la pensión para que ellos puedan seguir viviendo su delirio tardoadolescente. ¿OK, boomer? Pues vale, chaval.